viernes, 17 de noviembre de 2017

La personalidad de los tramposos



La personalidad es otra cosa, que nada tiene que ver con las trampas

Sorprenden continuamente las coartadas, las excusas que los tramposos y sus palmeros inventan para justificar lo injustificable, la trampa, la mentira en el toreo. Quizá en muchos casos encuentren la inspiración en esos tendenciosos comentaristas de la tele, que se descomponen y pierden los papeles y las formas cuándo se ven obligados a inventar razones, a veces de una incoherencia insultante, queriéndonos hacer creer que en todas y cada tarde de toros, los toreros están sublimes, grandiosos y hasta homéricos. Qué cosas. Debe ser este, el gremio de los matadores de toros, novillos toros, becerros y gallináceas enastadas, en el que no hay vez en que el genio les brote a la hora en punto. 

Echan en cara a algunos aficionados derrotistas, reventadores y oprimidos domésticos, que no les gusta nada. ¡Hombre! Que la cosa no está para tirar cohetes ya se sabe y si encima hay que aplaudir esta pantomima tan bien manipulada, pues apaga y vámonos. Les escucho con frecuencia afirmar que cada torero tiene su tauromaquia. Vaya, no han aprendido la clásica, la de siempre, al de la verdad y se entretienen en inventarse una propia. Son los Hillo y Montes de nuestra era, con tauromaquia propia y todo. No me dirán que no es cosa de mérito, pero los castillos de arena ya se sabe que al primer envite del mar, aunque sea pequeñito, se desmoronan. Basta prestar atención, tampoco demasiada, para darse cuenta de que las distancias se trasforman en lejanías, que el valor se vuelve arrebato caprichoso y sin sentido y el cacumen se queda hueco como una caracola, que si acercan el oído parece que solo escuchan el rumor del “bieeeejjjjnnn torero, bieeejjnnnn”. 

Confunden la personalidad con las trampas. Que un figurón se escabulle detrás de las orejas en la suerte suprema, pues que es su manera de manejar la espada, tapándonos los ojos para que no veamos esas formas de sirlero de los bajos fondos para guindar carteras al personal. La personalidad es saber interpretar con pureza todas las suertes y ejecutarlas con un sello propio, llegando a ser diferente a todo lo demás, pero sin apartarse ni una miaja de la verdad, dándole al toro en cada embestida la opción de que coger a su oponente, para acabar imponiendo la trayectoria que marcan los engaños, que son los que alejan la tragedia y acercan a los héroes, a los toreros, a los que pueden con el toro, desde el momento en que este asoma por la puerta de chiqueros. Porque cómo preguntaba un joven aficionado que cuándo se empezaba a preparar al toro para la suerte suprema, la respuesta solo era una, desde que suenan los clarines, ni tan siquiera hay que esperar al primer capotazo. Ahí cada uno, jugándose la pierna, poniendo la barriga por delante, que muestre su personalidad, la que quiera. Que no confundamos la personalidad de cada torero, con la condición de cada truhán, ya sea vulgar pegapases, perfilero, tramposo o cazatoros traicionero. No mezclemos personalidad con condición. 

Curiosamente, los defensores de esas “tauromaquias ad hoc” y “personalidades ventajistas, no suelen tener un repertorio de argumentos ni demasiado amplio, ni demasiado profundo; enseguida tirar de lo de los atributos masculinos, de lo de la maestría y de eso de que a un artista no se le pueden poner límites. Vaya, ¿Qué también son artistas? Pues estamos en las mismas, no creo que haya un gremio sobre la tierra en el que además de buenos, todos sean artistas. La mayoría no tienen arte ni para llevar el vestido de torear, como para tenerlo para torear. Y cuidado, que no me confundan elegancia o buenas maneras, con eso de crear arte. Que se me vienen a la cabeza un puñado de matadores artistas de verdad y créanme, no ganarían un concurso de belleza, ni a oscuras, pero, ¡caray! Cuándo cogían capote o muleta y se plantaban ante el toro, surgía la magia del toreo y meciendo las embestidas, frenando el instinto de ataque de la fiera, se transfiguraban en la reencarnación de Adonis o Apolo. Y además, con personalidad, porque esta era condición casi imprescindible para ser, primero saber, poder y luego interpretar, transitando siempre por la rectitud de la verdad, por el camino empinado y empedrado del toreo de siempre. Que todo lo que se quiera hacer más cómodo y confortable no es más que pasos hacia la trampa, pasos para alejarse del toreo y que no me lo vistan ni de tauromaquias propias, ni de oscuras personalidades, porque al final lo que asoma sin remedio no es otra cosa que la personalidad de los tramposos.


Enlace programa Tendido de Sol del12 de noviembre de 2017:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora necesitan su toro,falta que se pongan de acuerdo y compren las camadas de los "bravos".Esos que se dejan,son colaboradores y no miran al tramposo.
Lo de los mentirosos e interesados de la prensa bacinilla es ya "normal".
D.C.S.

Enrique Martín dijo...

D.C.S.:
Pero después hay que entrar en ese adoctrinamiento tendencioso, como todos los adoctrinamientos, y encima convencidos. Esa imposición del convencimiento, que no hace sino alejarnos más de esa línea de pensamiento único. Ellos deciden y los demás, a tragar.
Un saludo