lunes, 2 de octubre de 2017

Ahora queda mucho en lo que pensar  


¡Que vienen los toros! Pues que vengan, a ver si es verdad

La feria de Otoño de Madrid, la que en su día se anunció a bombo y platillo que iba a constar de diez festejos, ha echado el cierre después de cinco, más el añadido de la de rejones y el último desafío ganadero, aunque ya puestos, también se podría haber incluido todo lo que se ha dado desde agosto y lo que llegue hasta el Pilar. Ha terminado y la conclusión es que quedan muchas cuestiones sobre las que hay que reflexionar muy seriamente, el bajo nivel del ganado, al que es complicado aplicarle aunque sea un puyazo medianamente razonable; la escasa capacidad de los coletudos, a pesar de los despojos; la nefasta gestión de los palcos; la nula exigencia del público, su poco compromiso con la fiesta y el pretender tomar esto como una juerga, un juego, en el que el fin último es más juerga; la necesidad imperiosa de que el aficionado vuelva, que ocupe el lugar que nunca debió abandonar y en consecuencia mandar a su casa a esos especialistas en meriendas campestres, bocadillos kilométricos e intransigencia a la hora de escuchar otra cosa que no sea el adoctrinamiento del taurinismo oficial del que beben su veneno a borbotones.

Como final se anunciaba la corrida de Adolfo Martín, un octubre más, para Juan bautista que sustituía a Ferrera, y Paco Ureña. Y no se si ustedes lo sabrán, pero se rumorea que si un arenero se da de baja, le sustituirá un francés especialista en castillos de arena; si es un mulillero, un francés que una vez se subió en una calesa; si es un médico, un francés que vive cerca de un consultorio de la Securité Socialité; porque a los aficionados que se han dado de baja, ya les han sustituido otros… Salió el primer Adolfo, corretón, lo que no parecía incomodar a Juan Bautista, que mostró voluntad desde el principio, aunque a veces esta no coincidiera con el sentido común; le llevó al caballo con un airoso galleo con el capote a la espalda, para dejarlo dentro de la raya. El animalito empleo el peto más como apoyo, que como elemento contra el que cargar. Unos delantales solo por el derecho, con la pausa que ofrecía el animal por parte de Paco Ureña, que parecía que no iba a perdonar una. Ya en el último tercio, Juan Baustista le dio distancia, ya tirando del pico, uno hondo de pecho, para continuar por los mismos derroteros, pierna retrasada, en exceso perfilero y en lugar de intentar arreglar lo que el animal tenía por el lado izquierdo, optó por tirar el palo y deleitarnos con esa maravilla de naturales por el derecho sin palo que valga, porque ellos lo valen. Que esta “curiosa costumbre” no es solo de Francia, más bien la han exportado los fenómenos de nuestro suelo patrio. Se sacó el toro a los medios, ya con la de verdad, se cuadro y pretendía recibir a un toro que no mostró asomo ni de bravura, ni de prontitud. Tuvo que optar por el volapié y tras una casi entera atravesada y caída, el de Adolfo salió buscando sin espera la puerta de toriles. 

Su segundo, el de Juan Bautista, que flojeaba “estentóreamente” (J. Gil, sic) de atrás, rehusó ir al caballo desde media distancia, y perdonen la indefinición, pero como ya no nos ponen las rayitas y no hay medidor que nos guíe, uno se pierde. Desde dentro tomó un puyazo en el que le dieron lo suyo, mientras se defendía tirando derrotes como una devanadera, solo con el pitón izquierdo. En la segunda vara ya se repuchaba queriendo quitarse el palo que parecía molestarle. Se lo sacó más allá del tercio por ambos pitones y ahí sí, ese era el sitio. Pico y trapazos desastrados, muletazos apelotonados, que siempre son jaleados por una parte del público, naturales a media altura, como si moviera un telón y a mitad de camino, ¡zas! Desaparece. ¿Nadie les habrá comentado eso de rematar? Continuó lo mismo con una que con otra mano, con el mismo resultado, trapazos ventajistas y despegados, pero sin atisbos de torear. Y ya en el quinto, el primero al que no ovacionaron de salida, que hasta algunos protestaron, aunque tampoco era para partirse la camisa, estaba menos rematadito y no era tan cornalón como los, a veces exagerados, cuatro anteriores. En la primera vara le dieron con empeño, pero el Adolfo tampoco le echaba demasiadas cuentas al castigo. Una segunda vara en la que el pica se quería emplear, pero no tuvo opción, se fue el cárdeno echando mixtos a zonas más calmadas. Juan Bautista comenzó pegando tirones y el toro quería seguir la tela. Cambio de mano y por izquierdo se le comía, mientras el matador hacía lo que podía para quitárselo de encima. Pues probemos por el derecho; lo mismo, que Juan Bautista no podía con aquello, ¿qué hacer? Pues hagamos que no vaya. Y en ese intento de querer hacer malo al animal, se le fue la tarde, evidenciando su incapacidad, que seguro que le vale el que la empresa le repita el mayo próximo. Curiosamente, en el arrastre hubo quién ovacionó al toro, quizá el más claro para la muleta, pero que no solo no quiso nada con el caballo, sino que hasta tuvo el mal gesto de salir de najas escapando del palo. Ahí lo dejo.

Paco Ureña repetía en esta feria de Otoño y con la de Adolfo; un gesto. Recibió a su primero intentando sujetarle por abajo, quedándose cual estatua de sal una vez que el toro pasaba de largo. Acabó recogiéndolo con un a modo de delantales, demasiado encogido y exagerando la nota, Bien colocado en la primera vara, dándole distancia, a lo que el animal respondió arrancándose con cierta alegría, para recibir un picotacito, lo que muchos interpretaron como que se le iba a medir el castigo. Bien, de menos a más. El Adolfo estaba fijo con el caballo, le volvieron a poner en suerte y entonces la arrancada fue con más decisión y más pronta todavía, nuevo picotazo y cuándo ya nos frotábamos las manos para ver en que acababa aquel idilio del toro con el caballo, hubo quién desde el ruedo pidió el cambio. Que no solo nos dejó el señor Ureña con el caramelito de ver un tercer puyazo, este ya apretando, sino que no nos permitió ver realmente al toro y además se lo dejó sin picar. Muletazos por abajo, a veces quitando el trapo antes de tiempo. Comenzó por el lado derecho a base de tirones y abusando del pico de la muleta, siempre muy fuera. Pases sin mando, el animal se le metía por dentro, dejándole en evidencia. Más tirones con la zocata y como parecía que aquello se le podía complicar, pues a tirar de la opción arrimón. Citando muy de frente, pero para seguir con el trapazo, exageradamente despatarrado, citaba, y sin embarcar la embestida, apartaba la muleta de repente. Todo gestos de voluntad y supuesto valor, que no tenían continuación con el toreo. No permitió que se le viera del todo en el primer tercio, pero es quizá tampoco lo viera el matador.

Al cornalón, exagerado, cuarto, le recibió ya con el capote enganchado con capotazos desairados. En el caballo el cárdeno solo se dejaba y apenas amagaba con responder al castigo. Una lidia mala, con capotazos inútiles, que tuvieron continuación con un comienzo trapacero por ambos pitones. Ya por el pitón izquierdo el animal se le puso ligeramente gazapón a lo que Ureña solo respondía acompañando las arrancadas y a veces, hasta a destiempo, no solo no corrigiendo los defectos, sino acrecentándolos. Enganchones, el toro se le revuelve y él solo sabe abrazarse al lomo, sin saber por dónde meterle mano y llegando casi a límites más propios de otros espectáculos taurinos, que lo que se espera de un matador de toros. La cosa no se puede asegurar que mejorara en el sexto que cerraba plaza y feria. A las primeras apreturas, Ureña se dio la vuelta para irle cediendo terreno hacia las afueras. En el caballo, aunque solo por el lado izquierdo, el Adolfo presentó batalla, saliéndose toro y caballo más allá del tercio. Muy encelado con el peto, volvió solo a recibir una segunda vara. Empujaba, plantaba cara y le seguían dando leña, haciéndole la carioca, no fuera a ser que le escapara la presa al del palo, al que hasta se le ovacionó en su retirada, sí señores, un picador que hace la carioca, que no le da ninguna ventaja al toro, que no le da opción de irse, hubo quién le ovacionó. Y es que a veces uno cree que ha perdido la cabeza, que no digo yo que no. Comenzó Paco Ureña entre muchas dudas, mal colocado, muy fuera, ahogando al toro, merodeándole y sin saber por dónde abordar aquello que tenía allí delante. Aburrido, descompuesto, acabó siendo cogido, que como decía uno por allí, se cogió solo. Y a esto solo se le ocurrió responder con el arrimón de turno y poner en práctica lo que le jalearon en su momento, citar de frente, exagerar la colocación, pero no solo se le caía todo al arrancarse el toro, sino que además no era el momento, ni las formas y menos para ligar enganchón tras enganchón, ni para ponerse a cazar muletazos pleno de vulgaridad. Y con una entera traserísima, acabó la feria, que tendrá que hacer pensar a muchos sobre si este es el camino, el triunfalismos, la vulgaridad, la ausencia absoluta de exigencia, el tragar el medio toro, un tercio de la lidia, del espectáculo, soportar las veleidades de un nefasto empresario con aires de mecenas mesiánico y los que consideran que ir a la plaza es ira estar a gusto, tranquilos, a pasarlo bien y disfrutar del puro, el yintonic o el bocata. Y yo que nunca he podido estar a gusto y tranquilo cuándo hay un toro en la plaza. ¡Ay, mi España! Andas de cabeza y nadie te quiere enderezar. Sosiego, que ahora queda mucho en lo que pensar.

Enlace Programa Tendido de Sol del 1 de octubre de 2017:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-1-octubre-de-audios-mp3_rf_21200214_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enrique, en mi opinión la corrida tuvo dos partes bien diferenciadas. Una primera parte en la que vimos toros reservones, sosos, que no transmitían nada a los tendidos y una segunda parte donde los toros tuvieron más movilidad, más ganas de pelea y, al menos dos, debieron ser puestos en la suerte de varas una tercera incluso una cuarta vez.

Por supuesto, estuvieron por encima de los matadores. Juan Bautista claudicó pronto, incapaz e inoperante con sus astados. Ureña estuvo voluntarioso y sin ganas de perder la pelea, pero no estuvo a la altura. No obstante, yo le sigo esperando, su concepto es el que más se ajusta a mi manera de ver la tauromaquia aunque no le veo con recursos y técnica suficiente como para solventar la papeleta cuando la cosa se pone fea. Y no es que le critique por ello porque ni un solo matador es capaz de estar a la altura con este tipo de toros. Se han adocenado tanto que, cuando les sacas de la tonta del bote, no saben por dónde meterles mano. Ni siquiera los que torean estos encastes aquí o en Francia se ven capaces de lidiar a estos toros.

Tal como está la Fiesta actual, los únicos capaces de poner emoción son los toros. No espero nada del escalafón de matadores, ni están ni se les espera. Fuera de ferias, sólo iré cuando crea que puedo ver "toros". Para ver pegapases mejor me quedo en mi casa. Desde hace mucho tiempo sólo disfruto con los toros, la suerte de varas bien hecha, alguna labor de brega decente o algún par de banderillas. Me despido de la temporada, el desembolso económico y de tiempo no merece la pena.

Un abrazo
J.Carlos