viernes, 29 de septiembre de 2017

Susto o muerte


Lo del toro y el buen toreo parece ya ser una utopía y o pasamos por el aro o nos querrán meter a costa de lo que sea. Bueno, igual todavía tenemos algo que decir si pasamos o no.

Que complicado resulta a veces elegir entre dos “regalitos”, porque si coges uno, malo, pero si te decides por el otro, peor; vale, pues entonces elijo el primero, pero… ¡Qué susto! Haber elegido muerte. Que te decides a dejarte llevar por las corrientes neotaurinas, esa del ánimo y el desconocimiento, la trampa con gracia, porque esto es lo que hay y no nos queda ni la opción de que la esperanza es lo último que se pierde. Aunque, ¿están ustedes seguro de eso? Y si no, que se lo pregunten a aquellos osados que se fueron llenos de ilusión y con la esperanza de ver una buena tarde de toros y a las primeras de cambio se encontraron con esa enigmática ganadería de Fuente Ymbro. Enigmática porque es una más de la modernidad y hay aficionados que aún confían en ese hierro, eso sí, si el señor Gallardo lo cree conveniente. Ya teníamos el ganado y nos faltaba una terna de lujo, el artista Morenito de Aranda, el poder de Joselito Adame y el valor y disposición de Román y al final resulta que con estos patrones, nos toca un ganado insulso que simplemente se deja y una terna empeñada en zurrarte un repertorio modernito, en el que el toreo de verdad brilla por su ausencia. ¿Y aún hay a quién le quede algo de esperanza? ¡Qué susto! Pues haber cogido muerte.

Morenito de Aranda daba la sensación de que pensaba que el festejo empezaba media hora más tarde, o que quizá, ni empezaría en ningún momento. En los primeros compases con su primero ya se desdibujó, dándose la vuelta con el capote, para ir cediendo terreno, en lugar de ganárselo al toro. Mal picado, si acaso se le castigó algo más en la primera vara, dónde empujó con la cara alta. Capotazos descompuestos, enseñando al animal serpenteándole en la cara. Demasiadas dudas e inseguridad, sin encontrar el sitio con la muleta, intentando dar pases, pero no torear, gazapeo del toro, no encontrar la distancia, ni los terrenos, sin recursos. El cuarto no prometía gran cosa, esperando en los medios, no parecía estar muy por la labor de tomar a gusto los engaños. Empujó con más genio que bravura en la primera vara, con brío, para después irse en busca del que guardaba la puerta, dónde sí que le dieron a gusto. Nadie le recogía, acabándose yendo a refugiar a terrenos de toriles. El toro se iba complicando por momentos y a los defectos de salida había que añadir que estaba muy descompuesto y sin que nadie pareciera capaz de hacerse con él. Muletazos con mucha desconfianza, sin correrle la mano, quitándole la muleta a medio pase y echándoselo hacia afuera para alivio de Morenito, al que se le venía encima citándole por el pitón izquierdo. El animal no daba facilidades, pero es que el matador tampoco estaba para nada y mucho menos para imponerse y dominar al de Fuente Ymbro.

Joselito Adame llegó dispuesto a dar una lección de maestro maduro y con multitud de recursos en su cabeza. Así que a su primero decidió no hacerle demasiado caso de salida y ni tan siquiera se ocupo de ponerlo al caballo, total, ¿para qué? Si tampoco le iban a picar. Como se nota que el azteca conoce bien lo de Fuente Ymbro; el caballo, en pequeñas dosis. En dos visitas al peto, quizá le pegaron medio raspalijón, si acaso, esperemos a ver qué dicen en twitter, que allí uno se entera de todo. La lidia de este segundo consistió en un déjale a su aire, si acaso Adame lo miraba así de soslayo alguna vez y con eso ya se lidiaba solo al animalito. Comenzó el trasteo por el pitón derecho, con un molinete, lo cuál es un buen recurso para encelar al toro y que acudiera con mayor suavidad al primer derechazo, pero si tras un buen recurso lo que viene es una sinfonía de destoreo, de abusar del pico, de torear desde muy lejos y colocado muy fuera, aunque se mantuviera de primeras más o menos erguido, el resultado era que el toreo superficial y un tanto tramposo, hacía que algunos se desesperaran. No se podría decir ni que toreara al hilo del pitón, ya les habría gustado a muchos. Medios pases, latigazos destemplados y echándose el toro para afuera, para cerrar con unos ayudados rodilla en tierra, que eran más apariencia que sustancia. Un bajonazo infame, que no le sonrojó a la hora de darse una vuelta al ruedo por su cuenta y riesgo. En su segundo, el quinto, quizá la cuadrilla se pensó el desaguisado lidiador del primero y se pusieron a sujetar al de Fuente Ymbro, lo que hizo con eficacia Tomás López. Sin picar, primero echaba la cara arriba, para en el segundo puyazo simplemente quedarse bajo el peto. El trasteo de muleta siguió la misma línea de ventajas y trampas para que el toro pasara lejos. Cambió a la zocata y ahí al salir del primer muletazo se iba a tablas, insistió y tras varios enganchones, de nuevo escapaba, para volver al pitón derecho y empezar a cazar muletazos, uno aquí, carreras detrás del toro y otro, otro más, al más puro estilo de capea de pueblo. Nuevo bajonazo y tan satisfecho que se debió quedar Joselito.

Volvía Román a Madrid, una vez más; quizá haya visitado las Ventas este año más veces de luces, que de calle. Y de momento, a algunos solo nos da la sensación de ofrecer solo voluntad, porque mejoras, lo que se dice mejoras, habría que meditarlo mucho. Eso sí, el chaval es simpático y se gana a la parroquia, a la suya, claro. Recibió a su primero con una variada serie de mantazos sin criterio, dejando claro que a él no le importa parar a un toro, ni fijarlo, ni llevarlo bien lidiado, la cosa es que pase. Si tras un puyazo simulado se vuelve al caballo al relance, porque no ha sido capaz de sujetarlo, eso es pecata minuta, naderías. Lo suyo es el trapaceo muleteril, en este primero con un inicio por ambos pitones, largando tela. Citó de lejos para la primera tanda y llegado el toro a jurisdicción le largó un trallazo quitándole la muleta violentamente, lo que en otras tardes ya le supuso el lastimar e imposibilitar a un toro. Eso, cuánto menos, es censurable. Mucho pico, demasiado y en un cambio de mano, tras quedarse al descubierto, el toro hace por él y le arroya, afortunadamente sin consecuencias más graves. Prosiguió con ese toreo periférico, bullidor, pero insustancial, desde muy fuera, con la muleta siempre muy atravesada y sin dar en ningún momento la sensación de que `pudiera aplicar el temple. Unas bernadinas emocionantes precisamente por su falta de capacidad y una estocada casi entera, muy trasera, marca de la casa y soltando la muleta, algo que tampoco es infrecuente. Una oreja. Pues bien, estupendo, incrementará sus estadísticas, pero en lo del toreo seguimos igual. El sexto salió dando poquitas facilidades, emplazado, a ver quién era el guapo que se acercaba por allí. Dos mantazos y no dudó en irse a toriles. Mal tercio de varas, sin un mínimo de cuidado de poner el toro, que no pasó de dejarse, sin más. En el trasteo Román fue fiel a su estilo y continuó con la misma tónica que en su primero, trapazos, pico, muy fuera, muy despegado, mucho trallazo, muñecazos, que no muletazos rematados, apelotonados y quizá si no hubiera fallado con la espada, tras un pinchazo y un sartenazo en mitad del lomo, más los ocho golpes de verduguillo, hasta puede que le hubieran pedido la oreja. Y ustedes me dirán que si andamos en estás, no sabremos que elegir, porque optemos por lo que optemos, siempre salimos perdiendo, así que ustedes decidan si susto o muerte.

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