sábado, 30 de septiembre de 2017

Madrid se pone sensible


Decían los antiguos que esos telonazos por alto, efectivos, pero que engañaban al público como a chinos. Pues yo, ni quito, ni pongo rey

Al hablar de la plaza de Madrid y de las gentes que la pueblan, algunos dicen verdaderas barbaridades, como si el granito de Guadarrama ejerciera un poder maléfico sobre los espíritus de aquellos que con cierta frecuencia asientan sus posaderas, vulgo culo, sobre él. Y a ver quién se atreve a rebatir este argumento. Corren leyendas de que si un alma cándida se ubica en ciertas localidades, aunque sean dulces infantes que no llegan a la decena, sufren una metamorfosis tal, que les convierte en verdaderos bichos. Bichos que desarrollan un sexto sentido para ver los toros más chicos que el resto de la plaza, que adivinan el abuso del pico antes que sus compañeros de localidad y hasta se dice que les brota una extraña alergia a orejas regaladas, triunfalismo desmedidos o simplemente a lo de devorar pipas durante la corrida, teniéndose que aguantar las ganas de soltarle un sopapo a esos que tejen esas repelentes alfombras de cáscaras, pipa a pipa. Pero eso son leyendas, aunque también puede ser que haya nombres que sirven de antídoto al purismo venteño tan comentado allende las fronteras de Guadarrama. El Tajo, el Jarama o el Alberche. Baste con que asome en el programa el nombre de tal o cuál banderillero o picador, para que Madrid se deshaga en ovaciones; es lo que los expertos han bautizado como el síndrome de la ovación por programa. Pero esto también se extiende a los matadores, por supuesto. No verán a los guardianes de la plaza entregados a nombres como Fandi, Juli, Padilla, Ponce o tantos otros. Que estos también ponen de su `parte para que así sea y mucho, pero los hay que con los mismos méritos ven a los más severos entregados. Y si no, parémonos a reflexionar sobre nombres como el de paco Ureña. Será que estén deseosos de dar palmas y a unos les da vergüenza el que se les vea entregados según con quién y con otros no solo no les da ningún pudor, sino que además da puntos.

Bonita novillada adelantada la que mandó don Álvaro, el manager general de la factoría de productos taurinos Núñez del Cuvillo. Que no me gusta hablar de pesos, pero hombre, que uno de los productos de aspecto juvenil, más próximo al utrero que al toro, se le viera con exceso de kilos para su caja y que según la tablilla solo aupaba los 505, da una idea del trapío de los seis jumentos que nos llegaron desde el Grullo. Luego capítulo aparte es el juego que han dado. Habrá quién diga que el genio de algunos era casta, pero si esto hubiera sido así, a la cuarta fechoría lidiadora igual habría respondido de otra forma y no con esa tontuna de aguantar trapazos destrazados en abundancia, ni ese dejarles a su aire durante toda la lidia, que luego, en la muleta, jugarán con ilusión al yo te tiro la pelotita y tú me la devuelves. Es verdad que han presentado más inconvenientes de los habituales, pero, ¡hombre! Tampoco les vamos a colgar el cartel de: “No pasar, alimañas sueltas”. Eso sí, a los matadores, tan habituados a lo dulzón, igual les han parecido fieras corruptas venidas del Averno.

Tengo que reconocerles cierto reparo al empezar a relatar la actuación de Ms. Castelá. Quizá, por no faltarles al respeto y no cansarles, debería citar sus actuaciones del último lustro y poner al pie (sic). Quizá lo más novedoso era ese terno chicle Cheiw de fresa ácida y oro, pero poco más. A su primero, el segundo de la tarde, anovilladito él, le recibió con unos capotazos sosos y desangelados, para hacerse a un lado las dos veces que el Cuvillo acudió suelto al caballo para apenas picarlo, hasta que se fue suelto escapando del palo de ese señor de allí arriba. Faena iniciada con telonazos y muletazos a una mano por ambos pitones. Muletazos sobre la derecha con el piquito, enganchones y desde el andén uno, mientras el animalito transitaba por la vía seis de la estación de Atocha. ¡Fuera apreturas! Trapazos cortando el pase, para terminar metido entre los cuernos, pero esta vez faltó el sesudo aplaudidor que se arranca en solitario a nada que le insinúan el arrimón. El otro novillote adelantado que hizo cuarto respondió al recibo de capote revolviéndose sobre el pitón derecho. Mil mantazos antes de acercarlo al caballo, dónde tirando cornadas a la grupa del penco y coces a los que anduvieran por allí, había un señor con un palo, que no atinaba y es que ya me dirán si es necesario que sea tan largo; es más, ¿será necesario llevar estos toros al peto? Segundo arañazo desde dentro del tercio. Estaba el animal corretón y ya en el último tercio seguía las telas allá dónde Ms. Castelá se la ofrecía, lo que pasa es que se la ofrecía con tan poco convencimiento. Le ahogaba la embestida, la muleta muy atravesada y teniendo que recuperar el sitio constantemente. Parecía que el novillito se hacía el amo, que cosas. Un intento de venirse arriba con el repertorio de pases por detrás y latigazos por la cara, pero la cosa estaba perdida. Y disculpen que al final les he contado lo mismo de siempre de Ms. Castelá. Me dejé llevar.

Llegaba Paco Ureña, el torero del pueblo y de don Simón, a su primera comparecencia en esta feria, en sustitución de Antonio Ferrera, el deseado, convaleciente de un percance. Le tocó un novillo entrado en kilos, ese de lo los 505, que no estaba muy dispuesto a tragar capotazos y menos los de pitiminí con que le recibió Ureña. Queda por saber si se le llegó a picar o no en las dos entradas, unos dicen que el palo le tocó el lomo y otros no se atreven a jurarlo. Eso sí, el de don Álvaro hasta se echó una cabezadita en el peto al segundo viaje. La faena la comenzó el murciano sobre la zocata, con muletazos sin bajar la mano, cuidadosos, sin molestar al animal. Demasiado pico, citando más allá del hilo del pitón, sin rematar los muletazos. Intentos de uno en uno y demasiado perfilero, para terminar con ayudados por alto efectivos en el ánimo del personal, echando al Cuvillo para afuera. Mucha sosería, la que ponía el animal, que hasta puede que alguno confundió con el temple que debería haber impuesto el matador, que cerró de soberbio bajonazo, que no impidió que se le pidiera la oreja. Ya ven lo de la leyenda del rigor que desprende la piedra venteña, se demuestra que no tiene ningún fundamento. A su segundo, ya para empezar, lo abandonó en las inmediaciones del caballo. No se le picó apenas, mientras echaba la cara arriba y no cesaba de tirar derrotes a la guata. Comienzo con telonazos enganchados por alto, costándole acoplarse. Quizá se empeñó demasiado el matador en torearle por alto, que era precisamente por dónde el animal ofrecía más complicaciones. Embestidas violentas, arreón tras arreón, cambio al pitón derecho y el novillote seguía igual de bronco, tocándole demasiado la tela, pero en una tanda, sin exquisiteces, logró engancharlo no sin mérito, para rematar por alto, lástima. Citando al hilo, pero eso no desluce el mérito de haber sujetado a aquel malote de la camada. Enganchones por el izquierdo y de repente un natural, muy despatarrado, tirando y mandando, otro más, un tercero, haciéndose con el bicho y el de pecho desairado. Una tanda más, esta más descompuesta que la anterior, cambio de pitón y el recurso del arrimón, el parón y un revolcón innecesario, quizá el afán de la segunda oreja y la salida a hombros, que puede que en esta ocasión haya jugado en su contra, demasiadas prisas y un nuevo bajonazo, entrando a topar con el testuz, saliendo trompicado. Lo que son las cosas, con su primero los afines tiraron de pañuelo, pero en mi opinión, tuvo más mérito todo lo hecho a este quinto, especialmente esos tres naturales, quizá por las complicaciones que se encontró en un toro con aspecto demasiado anovillado.

Abría y cerraba plaza Luis David Adame, que confirmaba doctorado en la plaza de Madrid. Ya de novillero despertó las ilusiones de muchos, pero ahora había que mostrar los progresos realizados desde aquella tarde. De primeras, en el recibo de capote ya se echó de manos aquella quietud que sorprendió en su día. Ni la disposición para poner el toro en suerte, quién recibió escaso castigo, ni el aguantar sin apartarse en un quite por chicuelitas. ¡Ay! Este no es mi Juan, que me lo han cambiado. Parecía que Adame II había aprendido demasiado y no precisamente a hacer toreo por derecho. Inicios de faena por detrás y por delante, banderazos por ambos pitones, parta proseguir con la derecha echándose el toro para afuera, a larga distancia, desaprovechando la alegría del toro yendo y viniendo sin ofrecer exigencia alguna. Mucho más pico por el izquierdo, sin abandonar esos tics modernistas y a veces que recordaban demasiado a lo hecho la tarde anterior por el Adame mayor. Muletazos empalmados, que no ligados, esto es, robando en cada uno el rematarlos. En exceso encimista y repertorio de arrimón y trapazos por dónde le viniera bien; y tal desbarajuste solo podía acabar con un infame bajonazo. Ya transcurrida casi toda la corrida, volvió a aparecer para despachar al sexto. Hasta daba la impresión en este caso, de manejar el capote. El de Cuvillo acudía con cierta alegría al caballo, para no ser picado, incluso yendo desde cierta distancia. Comenzó el trasto de rodillas, pero el toro, muy rebrincado, le puso en problemas y le obligó a ponerse en pie. Tomó la muleta con la zurda, abusando descaradísimamente del pico. Al derecho, citando desde muy fuera, empalmando trapazos, muy vulgar y lo que es peor, que parecía convencido de ello. Trapazos por delante y por detrás, arrimón, bernadinas sin gracia. Habrá que esperar a otra ocasión más propicia.

A pesar de todo, no creo que nadie vaya ahora a poner un pero a Madrid, que ha soportado de todo en una misma tarde, lo primero el que les dieran novillos cuándo habían anunciado toros, la sosería con sorpresa de Ms. Castelá y el que Paco Ureña se haya aprovechado de un animalejo sin fuerzas al que toreo al ritmo en que este se arrastraba, queriendo dar el pego de que aquello era temple. Luego lo mejor vino después, pero ya no pudo haber orejas. Pero nadie podrá negar que a veces, Madrid se pone sensible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, parece que vimos la misma corrida. A mí me aburrieron soberanamente de los cuvillos, excepto el segundo de Ureña. Después de haber disfrutado tanto de los desafíos ganaderos, esto me ha parecido una pantomima, una burla a la auténtica Fiesta de los Toros.
Ver a semovientes que embisten a paso de Semana Santa sin el más mínimo picante, hace que me replantee renovar el abono. Si esta va a ser la tónica general, desde luego que me retiro.
Alguien, tal vez su hermano, debería decir a Adame que no ha nacido para esto. El primero de la tarde fue una malva que llevaba un cortijo. Si no hizo nada con este corderito, ¿qué futuro cree que le espera?
Castella muy desangelado, a poco que no le sale el carretón se le ven las carencias. Los inicios y el resto de la faena la trae programada desde el hotel. Hubo algún intento de no esconder la pierna de salida pero en seguida se veía aperreado y tenía que volver a su estilo habitual. El temple no le acompañó durante la tarde.
La oreja de Ureña fue de risa, de acuerdo que templo bien y toreó con suavidad pero frente a animales de este tipo no se debería conceder premio alguno. Te juro que se me pasó por la cabeza saltar al ruedo y torear yo mismo (sé que no lo haría pero es que daba esa sensación). Como tú dices, más mérito en el quinto de la tarde pero, más que dominar, se puso al servicio de la temeridad. Tragó pero hubo mucho enganchón y mató mal. Le espero…
Destacar los pares de Miguel Martín al sexto y alabar la coherencia de Fernando Sánchez, que comprendió que no hizo méritos suficientes para acompañar a Miguel en la ovación del público. Bien es cierto que el toro no se lo puso nada fácil a Fernando y que Miguel acortó distancias en su último par para frenar la acometida del toro.
Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
El Adame pequeño parece que ya ha aprendido y cuando aprenden, a tomar por saco la pandereta. Le recordaba de novillero y apuntaba algo, pero ahora... esperemos que fuera solo un mal día. Lo de Castella, pues ya digo, mis disculpas por decir lo de siempre, pero es lo que hay. Y Ureña, pues habrá que seguirle viendo. En el último sí que vi que se hiciera con el animal, pero, ¿no hay nadie que le diga que por alto nada? Eso no solo le deslució, sino que además hizo que el toro, perdón, el novillo, se encabritara más y más. En fin, ya veo, ya ves, que cumplimos nuestra palabra de no volver más... hasta el domingo siguiente. Como tú dejes el abono, lo tenemos que dejar todos.
Un abrazo