lunes, 28 de marzo de 2016

Los niños en los toros

No había plaza que se resistiera a los sueños de los niños que anhelaban vestirse de torero


Solo hay dos cosas que enternecen el corazón del más exigente aficionado a los toros: el toreo suave y con dominio y el ver un niño sentado en los tendidos. ¡Ay, los hombres de piedra! No pueden evitar el derretirse de forma irremediable cuando contemplan la imagen de un niño sentado en la piedra de la plaza, con los pies colgando sin alcanzar el suelo y con la mirada fija en el ruedo. ¿Tú vas a ser torero? ¿Quién es tu torero? ¿Vas a venir más veces? ¿No te dan miedo los toros? Las preguntas se apelotonan en torno al chavalín. En otros tiempos lloverían caramelos, cucamonas y tientos en la cabecita de la criatura.

Mientras, el padre o el abuelo, especialmente este último, casi tienen que aguantar la respiración para no explotar de gozo y orgullo. Como si estuvieran en presencia del señor notario, la primera vez que entran en la plaza de la mano del pequeñín sienten como le estuvieran legando la más valiosa propiedad de la familia: la afición a los toros. ¿Ves este sitio? Pues es mi abono y algún día será tuyo. ¡Guau! El abuelo me dejará la mejor su localidad en propiedad. Y sin tener que pagar pesadas hipotecas, ni que pelear con bancos, prestamistas o registradores de la propiedad. Simplemente habrá que ir los domingos a los toros, una tras otra feria de San Isidro y las de Otoño, desde hoy hasta que aguanten las piernas o hasta que se me lleve la de la guadaña.

Recuerdo aquel primer día de un niño con su abuelo, que arrebatándole la manita al padre de la criatura lo tomó para si y juntos cruzaron la puerta de la plaza. “Es mi nieto, hoy es la primera vez que viene”. Y con la majestuosidad que da el orgullo de lo nuestro, el abuelo fue para dentro. La bolsa de la merienda, el abriguito por si refrescaba, las almohadillas, los prismáticos del abuelo y las entradas atrapadas entre los dientes, eso eran cosas del papá, que era joven y podía con todo. “Mira, por ahí entran los toreros, coge el programa, que ahí te dicen quién torea y mira, ven, por ahí les sacan a hombros, asómate”. Y como son muchos los abuelos, un señor con gorra de plato y una sonrisa que necesitaba dos viseras para cubrirla, le abrió la puertecita que solo dejaba pasar una persona casi de perfil y le invitó a pasar. “Pasa, ven”. ¡Caramba! Un caballo blanco y otro detrás. Los ojos del niño tanto se abrieron que pareció que amanecía el sol en el pasaje que llevaba a la Puerta de Madrid. Unos brazos intentaron coger al crío por detrás, pero ¡ay! La reúma. “Súbelo tú”. Uno de los alguacilillos le ordenaba al padre que montara al mozalbete al caballo blanco. Y el padre, aliviado, pudo soltar la bolsa de la merienda, el abriguito por si refrescaba, las almohadillas... todo, porque además no había que impacientar al abuelo que le repetía sin parar: “Venga, venga, móntalo”. Y allí arriba, desde aquel jaco blanco todo se veía mucho mejor. Lo que no se puede afirmar es quién se mostraba más satisfecho, si el abuelo viendo allí a su nieto, si el abuelo de otros niños vestido de alguacilillo que había dado una alegría monumental al joven aficionado, o el papá, que por unos segundos sintió cómo se le aligeraban los brazos de aquel ajuar taurino imprescindible para que nieto y abuelo estuvieran en la plaza sin que nada echaran de menos.


¡Cuánta gente! Y todos iban a los toros. Cuánto señor tan simpático; raro era el que no le decía algo al recién bautizado como aficionado a los toros; hasta hubo alguna señora entusiasta que le besuqueó la cara al niño. Cuánta escalera, ¿no? Es lo que tiene eso del abono en las alturas. La puerta de la grada del abuelo y papá. No parecía posible que se hicieran más fiestas que las de los recibidores y acomodadores al ver a los habituales y al neófito yendo hacia ellos, uno hasta bromeó con solo dejar entrar al niño; pero si eran posible el que la visita fuera aún más aclamada, solo había que hacerse presente ante los habituales de todas las tardes. Besos, caramelos, risas, carantoñas, halagos desmedidos, pero justos, por supuesto, que casi provocan que el abuelo explotara allí mismo de satisfacción. Y ya sentados en el sitio de siempre, niño y abuelo juntos, faltaría más. el primero ordenó: “Hazme una foto con mi nieto en los toros” Y el papá después de acomodar la bolsa de la merienda, el... tuvo que bajar y hacer la foto que reunía para él lo pasado, lo que vendría, lo que él vivió junto a aquel señor que ahora era el abuelo más feliz del mundo, lo que viviría con aquel niño, el de los ojos grandes y resplandecientes como faros de barco. ¿Y por qué llevó aquel día al niño a los toros? Quizá por la misma razón por la que le llevaron a él hace algún tiempo, por querer transmitir el amor a esta gran pasión, por querer hacerle llegar tantas enseñanzas sobre la vida, la muerte, el respeto y la exigencia, que la seriedad no está reñida con la generosidad, el amor sin reservas a un animal único, el respeto a todos los animales de la creación, al campo y a toda la naturaleza. Será por estas u otras razones, porque los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos o por otro millón de motivos igual o más sólidos, por todo eso es un gusto ver a los niños en los toros.



Enlace del Programa Tendido de Sol del 28 de marzo de 2016:

viernes, 18 de marzo de 2016

El señor Ribó y la ignorancia

Los hay, incluso entre los taurinos, que quieren exiliar la suerte suprema al limbo de los recuerdos de la grandeza de los Toros


A veces los alcaldes, los políticos en general, parece que confunden la obligación de tener que buscar el bien común, el que todo el mundo pueda optar a un nivel óptimo de bienestar, con el tener que agradar y dar gusto a todo el mundo. Parece lo mismo, pero no lo es. La administración, mientras no se legisle en sentido contrario, tiene que garantizar el que los ciudadanos que lo deseen puedan ir a los toros, siempre y cuando haya empresas que se metan a organizar festejos; los antitaurinos es probable que se molesten con este hecho, muy bien, están en su perfecto derecho, igual que a servidor le puedan molestar las zapatillas de deporte con tacón. Yo no me las compro y si alguien las lleva, me aguanto o cierro los ojos. Pero claro, si al mismo tiempo quiere el señor Ribó agradar a antis y protaurinos, pues lo tiene difícil, es la mejor forma de encabritar a todos a un tiempo.

Se debió sorprender el señor alcalde de Valencia al contemplar que tantos ciudadanos, tantos votantes, salieran a la calle para gritar su afición a los toros; ya dejando a un lado todos esos matices y contradicciones de las que tanto hemos hablado y de los que el señor Ribó no tiene, ni tendrá noticia. Pero la sensación es que mientras la mayoría de la gente veía aficionados y taurinos oficiales manifestándose, él veía sobres con un voto dentro. Pues ya está, debió pensar, a esto le hecho unos polvetes de la madre Celestina y por arte de magia cambio el signo de los votos, al tiempo que no les toco lo que no suena a mis fieles hasta la muerte. Y no se le ocurre otra melonada al buen hombre este, que sugerir que se importe la corrida portuguesa. ¡Vaya! ¿Qué se pensará este hombre? Este es uno de tantos que creen que una vez lidiado el toro se le echa un chorrito de betadine en el hoyo de las agujas, unas curas de nada y el toro ya está preparado para que te lo lleves de mascota al chalé de la sierra; para que lo saques a pasear al campo, le tiras una piedra y te devuelve una cornada, le rascas el hocico y te suelta un viaje que te levanta seis palmos del suelo, lo subes en el coche y te hace jirones la tapicería color “ámbar de la marisma” y el metalizado de la chapa te lo redecora con rayones y abolladuras distribuidas de forma irregular por toda la carrocería del buga; y por si esto fuera poco, cuando esperas que se te tienda a los pies de la cama para velar tu sueño, decide ponerte patas arriba la alcoba y te deja sin güifi para una semana.

Pero señor Ribó, que no es por chafarle su plan de ser amigo de todo el mundo, pero si le contáramos lo que le ocurre al toro una vez abandona el ruedo en estas corridas que no son de muerte, igual los antis, animalistas, veganos y demás progresías del mundo, le borraban de amigo del facebook, le bloquearían el twitter y dejaban de seguirle en instagram. Es más, que en ese arrebato de ira más propio de las gentes bárbaras que somos los aficionados a los toros, hasta le negarían el voto. Ni me quiero imaginar tanta tensión y energía negativa reconcentrada en esas almas limpias y puras. Que no es que yo le quiera calificar como ignorante, ni mucho menos, no tengo ni tiempo, ni ganas, ni energía, pero me lo pone como se las ponían a Fernando VII, a huevo. Que será cosa de que usted vio a miles de personas en la calle y dónde el común de los mortales veía gente, usted veía dos concejales más. Que no tiene por qué contentar de cualquier manera a los aficionados a los toros, no lo necesitamos. Mire si se lo ponemos fácil a usted y a todos los alcaldes que de repente se vieron afectados por la fiebre anti, no nos hagan favores, no los necesitamos, nos basta con que no nos pongan trabas para disfrutar algo que actualmente es legal. No nos den subvenciones, porque está demostrado que el toro no las necesita; basta ver como esto sigue adelante a pesar de no recibirlas, más bien todo lo contrario, y a pesar de los propios taurinos. No se ponga a defender al toro, porque eso se nos da mejor a los aficionados a los toros, aunque solo sea por una mayor experiencia. Los mismos que piden que el toro muera en la plaza al final de la lidia, después de haber defendido su vida y no días después de haber sido lidiados, quizá con las heridas purulentas y sufriendo una lenta y tormentosa agonía durante los traslados en camión al matadero más cercano, que igual no es tan cercano. Puede que ni tan siquiera se le dé de comer, ni de beber, total, si se le va a matar igual. Eso sí, en privado. Si estas cosas no se ven, parece que su moral no se ve afectada y todo queda dentro de lo permisible. ¡Prohibido jalear una estocada! Pero permitamos ese proceso agónico hasta que una puntilla, una pistola o vaya usted a saber, acabe con la vida de las res. Yo de verdad prefiero la estocada y la puntilla inmediatamente después. No solo me parece más rápido, más humano y con menos sufrimiento para el toro, sino que además creo fervientemente que es la forma más honrosa y honorable para el toro de lidia. Que no digo yo que no se haya informado, a lo mejor hasta le han llegado noticias de las opiniones que en su día dio el maestro César Rincón, que abogaba por esta misma solución, al igual que Miguel Rodríguez, otro matador de toros; puede que hasta le conmovieran las palabras de lástima de Sebastián Castella o las sentencias de un presidente de la plaza de Málaga que veía en esta melonada una posible vía de escape para la Fiesta de los Toros. Pero no se engañe, estos solo pensaban en salvar su negocio o una situación de privilegio. Que no pretendo iluminarle, ni ilustrarle, ni darle lecciones de nada, pero si insiste en transitar por estos caminos de la demagogia barata e interesada, vamos a vernos obligados a crear una nueva pareja del show bussiness, la formada por el señor Ribó y la ignorancia.



Enlace programa Tendido de Sol del 17 de marzo de 2016:

lunes, 14 de marzo de 2016

Sí a los toros, claro que sí

El toro, la verdadera fortaleza de la Fiesta.


¿Se imaginan una manifestación contra la corrupción, encabezada por la casta y los aspirantes a casta? Y con un lema diciendo por “la libertad y no a la corrupción”. ¿Quién en su sano juicio es capaz de estar en contra de eso? Pero claro, de lo que te dan ganas en esos momentos es de arrancarte de lejos y que sea lo que Dios quiera. Pues esto lo trasladamos al toro y quizá pueda hacerme entender mejor, sin necesidad de más explicaciones. Cuanto menos, podrán entender que me sienta burlado, estafado y pisoteado al ver a los políticos a los que todos ponemos cara, liderando una cruzada contra la corrupción y el mangoneo continuado de lo público.

Pues aquí andamos viendo los carteles de San Isidro que nos echan a la cara, después de ver lo que sale a los ruedos, tras deleitarnos con esos señores que calzan medias rosas y que nos quieren hacer tragar la gran rueda de molino de su toreo destoreador, de tener que soportar las estupideces que parece que el arte y la inspiración provocan en las almas sensibles, teniendo que aguantar la verborrea irrefrenable de los que con el micrófono en la mano ofrecen una coartada a los agentes del fraude. En definitiva, los que se han apropiado de la Fiesta de los toros para montar su negocio, solo hasta que este aguante, porque en el momento en que empiece a hacer aguas abandonarán el barco a su suerte y a los embates de la mar bravía de la ignorancia y del querer arañar cuatro votos a costa de lo que sea.

¿Qué creen que se puede pensar al ver semejante espectáculo? A los señores del Plus; al amo de esa factoría de borregos, criador de medios toros que los vende como toros enteros; al maestro que no entiende y desprecia todo lo que no le halague; al señor de las chepas, inventor de tretas para no hacer frente a su responsabilidad; a los maestros que dan cobertura técnica a lo dicho por los micrófonos, que nada aportan o aportaron a la Fiesta, pero que sí que están sacando un excelente rendimiento de ella con eso de la complicidad en las ondas; al dios que ahora se atreve a explicarnos que el destoreo no lo es, montado y enseñoreado en su mentira; al señor productor de eventos singulares, que ha convertido la desvergüenza en su forma de vida y tantos y tantos otros que la tele del movimiento nos muestra; y no hablo del figura de Alicante, pues no sé por qué, será que a pesar de su destoreo, tengo la sensación de que simplemente anda por ahí y aunque no ayuda, tampoco enreda demasiado.

Pero también había miles de personas que querían reivindicar su afición. A pesar de las compañías, no considero que esa multitud fuera a apoyar a esta gente, al menos eso parecía; a lo que iban a era a gritar su sí a los toros, a reclamar su derecho a poder seguir acudiendo a la plaza, a poder vivir su pasión en libertad y a no tener que depender de que al político de turno le sople el aire del norte o del sur para ganar un puñado de votos, para hacer componendas o para... vaya usted a saber. Quizá más bien deberían plantearse que, aunque a ustedes no les gusten los toros, algo muy respetable y honroso, pues no todo el mundo nace con esta sensibilidad, ¿qué se le va a hacer? pero reflexionen y tengan muy presente que a favor de los Toros se han manifestado miles de ciudadanos; que estos, los manifestantes, los no manifestados y los que no podemos digerir esta manifestación, también votamos y pagamos impuestos y hasta los hay funcionarios, emprendedores, autónomos, trabajadores por cuenta ajena, jubilados, pensionistas, estudiantes o simplemente rentistas, todos, también tenemos derecho a nuestro bienestar. Que este también reside en ver al toro en el campo, en contemplar y disfruta las dehesas de bravo, en acudir a la plaza y ver cómo este animal desarrolla en la máxima expresión sus instintos, las cualidades y condiciones de que le ha dotado la naturaleza, lo que en definitiva es el toro íntegro, al que le planta cara un hombre con toda la verdad y ofreciéndose en cada embestida. Algo que los que se han encaramado a la cabeza de la manifestación ven como tragedia, como imposible y que ellos mismos quieren hacer que desaparezca, que paradoja, pero a pesar de todos estos, a pesar de sus mentiras, claro que estamos de acuerdo con el sí a los toros, ¿cómo no lo íbamos a estar? Si estaremos de parte del toro, que queremos apartarlo de los políticos, los antis y estos negociantes del toro y por eso no nos cansamos de repetir una y mil veces: sí a los toros, claro que sí.



Enlace programa Tendido de Sol del 14 de marzo de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-14-marzo-2016-audios-mp3_rf_10791965_1.html

lunes, 7 de marzo de 2016

Dejen sitio en la pancarta

A veces las buenas acciones se ven más y enseñan mucho más aún, que la pancarta más grande del universo


Los preparativos de la magna manifestación del 13 de marzo ya deben estar a punto, los organizadores ya tienen que estar ultimando los últimos detalles, flecos, cómo dicen ahora los más modernitos. Va a acudir gente de todas partes, ¿por qué? Muy sencillo, porque son muchos los que sienten esto como algo muy suyo, algo absolutamente imprescindible en sus vidas y que quieren defender a toda costa, de la manera que sea. Otra cosa es que otros cuantos piensen que las vías son las más adecuadas, pero ya saben, cada uno tenemos nuestra opinión. Lo que me gustaría que me explicaran es como los organizadores o los que la apoyan con tanto ímpetu en los medios de comunicación, grabando vídeos o con twitts de esos enérgicos de “el 13 yo estaré allí”, cómo serían capaces de defender todo esto ante alguien que les pone delante unas imágenes bochornosas de los figurones delante de mojicones con los pitones despitorrados. ¿Fue un accidente? Desde luego y muy desgraciado; y ya demasiadas veces repetido. Tantas veces, que es lo habitual y lo que debería ser norma se convierte en accidente.

Pero parece que los corazones están más dispuestos a que cale en ellos el victimismo de los tramposos acosados, que la indignación contra los negociantes tramposos que mercan con todo eso que escriben en las pancartas, nuestra historia, nuestra tradición, lo nuestro, como si todo eso les importara. Anda que dudan cuando se trata de echarnos el medio toro al ruedo, ya sea desmochado, desfondado o desmoronado. Poco les importa que esa danza nada tenga que ver con el toreo y sí con una coreografía ridícula y mentirosa. Pero tranquilos, que siempre asomarán los buscadores de coartadas ad hoc, los oficiales que luego se verán recompensados satisfactoriamente y los que solo pueden aspirar a que la muchedumbre les admire por lo bien que repiten las consignas oficiales de la tauromaquia 2.0. Esos que solo consideran torear al pegar pases, a los que les molesta el caballo y hasta parece ofenderles la suerte suprema, que de tal categoría la han degradado a trámite incómodo que echa a perder los “merecidísimos” triunfos de las figuras; y no se les ocurre otra cosa que intentar minimizar el momento de la estocada y si llega el caso, hasta evitarlo, no vaya a ser que a los mediocres se les vea el cartón; cuánto bochorno han evitado los indultos.

Todos a la manifestación, a dejar clara esa peligrosa idolatría debida a la “unidad”, disfraz de la uniformidad, la que da autoridad moral a convocantes y adheridos para expulsar de la Fiesta a los no asistentes o no conformes con la asistencia. Autoridad de la que se invisten para dar el carnet de aficionado, ¿qué digo? De buen aficionado, de aficionado de verdad. Será el único gesto de buena voluntad a muchos que sienten que aman, que darían todo por la Fiesta y que están dispuestos a dejar pasar lo que otros no son capaces ni de intentar admitir. Unos verán que esa es la única forma de salvar todo esto, unámonos a los taurinos y a ver si como ellos dicen, luego van arreglando todos los desbarajustes que hacen que todo esto se tambalee. Pero, ¿cuánto tiempo llevan diciendo que van a ponerse manos a la obra para solucionar los males de la Fiesta? Díganmelo ustedes. Pero no dan ni un paso, ni tan siquiera hacen ademán de querer echar a andar. Eso sí, en sentido contrario no dan puntada sin hilo. No hay esfuerzo en balde para defender el negocio, no cejan en su afán de allanar el camino de la comodidad a esas élites que todo lo manejan, ponen toda la carne en el asador cuando se trata de excluir, arrinconar y hasta expulsar de la Fiesta a toda voz medianamente crítica. Contemplan con satisfacción como la cabaña brava va uniformándose obedeciendo a sus intereses y demandas abusivas. No les importa lo más mínimo acabar con el prestigio que muchas plazas vienen cultivando desde hace siglos, entre ellas la de Madrid. Arrasan contra la historia y contra los maestros de siempre, simplemente para justificar su mediocridad, sus manejos y su absoluta ausencia de afición. ¿Y quieren que nos pongamos a su lado, codo con codo, en la manifestación de Valencia? ¡Hombre! Que si ellos no tienen dignidad, ni vergüenza, ni amor a esto, hay gente que sí y que siente los Toros como algo mucho más importante que un negocio, una diversión, un medio de vida o simplemente un lugar donde encontrarse con los colegas para echar unas copas. Que seguro que hay muchos que irán con la mejor de sus voluntades, claro que sí, pero no nos pidan a los demás que tengamos las tragaderas tan a prueba de bombas. Y eso sí, si asoman estos que en Castellón, por hablar de lo más reciente, son cómplices del esperpento del toreo que se vio en el ruedo, no se extrañen de que se quieran convertir en los máximos protagonistas y si quieren mantener esa idolatrada, en exceso, unidad, dejen sitio en la pancarta.


Enlace del programa Tendido de Sol del 7 de marzo de 2016:

martes, 1 de marzo de 2016

Vergüenza de Beneficencia, idílica para los taurinos

Ni la Beneficencia se la pueden ganar en el ruedo.


Vaya, ya sabemos los tres triunfadores del San Isidro de este año. Gracias a sus triunfos durante el futuro mayo de 2016, la empresa Taurodelta ha contratado a Sebastián Castella, David Mora y López Simón, con ganado de don Victoriano del Río, el ganadero de las figuras, figuritas y fantoches con calzas rosas, que para todo tiene. Que no quiero yo desconfiar del poder adivinatorio de la empresa de Madrid, pero perdonen que les diga, que esto me suena a chufla, a desvergüenza y al escamoteo que supone el que un año más conviertan la que era la corrida más importante del año en una... dejémoslo en un despropósito.

Me podrán dar todos los argumentos favorables que les de la gana, igual que los hay negativos, pero hay un requisito imprescindible que debería mantenerse para montar el cartel de esta corrida y no es otro que el haber salido triunfador de la feria de Madrid de ese año. Pero no, eso supondría el obligar a los señores de Taurodelta a rascarse el bolsillo, pues no es lo mismo contratar a los que en el mes de mayo se han encaramado a la cumbre del toreo, que firmar al torero de la casa, al que vuelve después de un grave percance y al que todo lo que le venga le viene bien y al que un día parece que le compraron un bono de veinte sesiones y van tirando de él, cupón a cupón.

Luego me dirán que apoye la Tauromaquia, que hay que luchar contra los ataques antitaurinos, que hay que manifestarse codo a codo con estos mismos que me están tomando el pelo por otro lado, que hay que estar todos a una, que si la unidad, que si... No me vengan con mandangas, por favor, casi prefiero que me digan que hacen lo que les da la gana porque ellos deciden y porque así pueden engordar más la bolsa y que no me intenten explicar lo inexplicable, que uno ya está un poquito cansado de que le quieran tomar por imbécil. Hemos llegado a un punto en el que hasta puedo llegar a asumir que esto está manejado por unos individuos que de afición nada, de escrúpulos taurinos menos y de credibilidad... Pero una vez que monten esas combinaciones infumables, al menos tengan el tacto y el buen gusto de no contarme eso de la baraja de magníficas figuras, lo de los jóvenes que vienen apretando, lo de las gestas, los manos a manos, las encerronas, la regularidad, las faenas históricas, los animalejos supuestamente encastados y el querer colar como toro al mojicón con cuernos. De verdad, evítenselo, porque al final logran el efecto contrario. Nos quieren convencer de esa supuesta grandeza y lo único que consiguen es que seamos más conscientes del fraude y la mentira que tan cómodos les hace sentirse.


Permítanme plagiar sus titulares de las cabezas de sus manifestaciones, eso de defendamos lo nuestro, nuestra historia y nuestra tradición. Yo sé que a ustedes, señores de Taurodelta y señores políticos que estando en el gobierno de la Comunidad de Madrid dimitieron de su apoyo a la Fiesta de los toros, de esa obligación de mantener el prestigio de la que dicen que es la primera plaza del mundo, a ustedes les importa un bledo nuestra plaza, la de todos, la de Madrid. Les trae al fresco su historia, la de plaza seria, rigurosa y que sabía lo que quería, sin importarle doctrinas y opiniones emanadas de micrófonos mercenarios al servicio del poder, que entre otras cosas les garantiza la soldada. Lo mismo da pisotear la tradición de la plaza de Madrid, es más, ponen todas sus fuerzas para conseguir este objetivo. Hay que eliminar esas diferencias que la hacían única, hay que quitar del medio todo aquello que pueda inquietar a los de la baraja de figurones, que cuando lleguen a las Ventas no tengan que ponerse a cavilar sobre el lugar en el que están. No me gusta utilizar fórmulas requetesobadas, que si el templo del toreo, que si la primera del mundo, que si la afición más exigente, palabrería sin más, porque para decir todo sin que se nos olvide ni un atributo, basta con decir: la Plaza de Madrid, esa en la que se celebraba la corrida más importante del año, la corrida en la que se acartelaban los triunfadores de la recién concluida Feria de San Isidro. ¿Y en que quedó todo eso? Pues ya saben, ¿no? Vergüenza de Beneficencia, idílica para los taurinos.


Enlace programa Tendido de Sol del 29 de febrero de 2016: