jueves, 8 de septiembre de 2016

Todos los toreros tienen madre, padre, parientes, paisanos y conocidos

Y los toros no tienen patria chica


Siempre ha existido ese ánimo de sacar la cara para defender al torero de la tierra, con más ímpetu si es conocido o familiar y si ya es sangre de tu sangre y carne de tu carne, pues para qué más. Y los aficionados, quizá por educación, quizá por evitarle un mal trance a los afines o simplemente por evitarse un mal rato o una discusión innecesaria a ellos mismos, han mantenido esa sabia actitud de “¿Y a mí que más me da? Pero claro, hay veces en las que la imposición del silencio y ausencia de crítica por parte de los “afines” rebasa cualquier límite de la lógica, del tacto y las buenas maneras. Que en su momento proliferaron las escuelas de toreros, para ver si los chavales aprendían; escasos e infructuosos han sido los intentos de escuelas para aficionados, pero, ¿ha habido en alguna parte alguna escuela para parientes y afines de los toreros? Que igual que el chaval tiene que asumir los riesgos del revolcón, la crítica o el baño del compañero, los papás, hermanos, tíos, primos, cuñados y afines deberían aprender que su niño puede no solo no gustar, sino que hasta puede llegar a ser irritante verle deambular por un ruedo vestido de luces. Que el vestido de torear no es como la capa mágica de Harry Potter que hace inmune al que se la pone. El chispeante es otra cosa, no asegura el éxito, el triunfo, pero sí que garantiza el sacrificio, el sufrimiento y muchos sinsabores para tan solo poder atisbar la posibilidad de triunfo. Que uno se calza las rosas y eso no quiere decir que la gloria venga por si misma.

Pero a ver quién le explica a los habitantes de autobuses que siguen a su torero, que no pueden ir imponiendo sus filias y simpatías por esas plazas de Dios. Que el criterio no es el vociferar desaforadamente en favor del mozo de turno, que esto va más allá, mucho más allá del despiece orejil del animal, ni tan siquiera de la acumulación de despojos, que esto no puede depender del número de habitantes, de la flota de autobuses, ni del chorro de voz del paisanaje. Que entiendo que se defienda al chico de la tierra, que se le apoye, pero, ¿de dónde es la fiesta? ¿De qué pueblo parten los autobuses para defenderla? ¿Que no tiene patria chica, ni vecinos que la apoyen?
Ya es triste que por no haber nacido en Villanueva de las Piedras, no haya quién eche un capote a la fiesta de los toros. Que de boquilla muchos dicen que la apoyan, pero si la tienen que hacer pasar vergüenzas y escupirla en la cara para que el paisano “triunfe”, pues sin pensárselo dos veces, se le da en mitad de los lomos. Que da lo mismo que luego se vaya tambaleando por esos mundos de Dios, lo que sea y al precio que sea para fabricar los triunfos al vecino.

A veces, solo a veces, surge algún inoportuno que intenta que asome el sentido común, que pretende valorar con justicia a toro y torero; que a lo mejor a todo lo más que llega el incauto es a comentar con su compañero de fatigas taurinas que el chaval no tiene trazas de valer para eso de ser torero, así, sin mentar a nadie, pero simplemente esa duda ya incendia el bosque. Que la cosa puede ir desde el “Baja tú”, un clásico de la literatura populachera y del catón del buen paisano, el “seguro que tú lo haces mejor”, hasta llegar al extremo de “tenga usted cuidado, que el chaval es mi primo, mi cuñado, mi novio o mi hijo”. Y no sé por qué, es como si el cuñado, el primo, el vecino o la madre/ padre, ostentaran el derecho de poder hacer callar a todos los que le rodean, exigiendo además que todo quisque manifieste su beneplácito, adhesión y hasta entusiasmo con lo realizado por el que viste medias rosas. ¡Caramba!

Anda que no han avanzado los tiempos, que en esto del toro ya hay escuelas para todo, que lo mismo puedes aprender a ser torero, matador o banderillero, que hay escuelas y cursos especializados para presidentes de corridas, que para aficionados prácticos, para periodistas taurinos, que para izar al asta la bandera, pero no hay, quizá porque a nadie se le ha ocurrido, escuelas para parientes, vecinos, conocidos y padres de toreros. Que a veces se da la paradoja de que el chaval ha progresado más en lo de hacerse torero, que el papá en lo de ser papá de torero. Con lo difícil y lo exigente que resulta lo primero y lo fácil que parece lo segundo. Que a todo lo más debería constar de un puñado de asignaturas, “Tragar saliva y aguantar el trago, No volver loco al chaval y cómo permanecer respetuosamente en una plaza mientras a otros no les parece bien lo que hace el niño en el ruedo”. Pero vayan ustedes a saber por qué, nada de esto se enseña en ninguna escuela. Hace tiempo, años ha, todas estas cosas se aprendían en una plaza de toros o allá dónde los buenos aficionados se dignaran a abrir la boca y a hablar de toros. Lo que han cambiado los tiempos, antes un señor de estos opinaba y se hacía el silencio, es más hasta los moscones intentaban pegar la oreja para ver que pillaban de una conversación de catedráticos del toreo. Servidor mismo tiene que confesar como indiscretamente alargaba la oreja para oír las palabras del maestro Ortega, don Domingo o de don Nicanor Villalta, cuándo salían de los toros, en sus tiempos de asesores de la presidencia. Ahora no solo no alargan las orejas, sino que a estos senadores del toreo se les manda callar de malas formas, porque ya da lo mismo el toro, la lidia o vaya a saber usted qué, ahora lo importante, lo fetén, es que los chavales, y no tan chavales, acrecienten su colección de despojos y si ellos no lo logran por méritos propios, pues ya saben ustedes, que la fiesta estará abandonada a su suerte, pero, todos los toreros tienen madre, padre, parientes, paisanos y conocidos.


Enlace al programa Tendido de Sol del 4 de septiembre de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-4-septiembre-2016-audios-mp3_rf_12776349_1.html

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