martes, 28 de junio de 2016

José Tomás, ni sí, ni no, ni lo contrario

El enigma José Tomás; o será todo más simple de lo que pensamos


Se me hace raro tener que empezar afirmando que José Tomás ha sido un torero único, muy por encima de cualquiera de los que ahora calzan las rosadas, ya sean los genios que paran relojes, los que componen como querubines táuricos, los dominadores de caracoles, los maestros que no aguantan un juicio medianamente serio, como las nuevas generaciones que dicen que son el relevo de no sé qué historias. Baste una tanda de aquellas que dio su penúltima tarde en Madrid y se acabó el carbón. Luego vino la retirada y todo quedó en el limbo, las esperanzas de que llegara un torero y pusiera esto patas arriba, de que un tío de verdad descubriera de una vez a tanto “hartista” cultivador del hartazgo y la mentira esparciendo la trampa y el fraude allá por dónde merodean sin nocturnidad, pero con una alevosía que ofende.

Aquella decisión podía ser comentada, discutida, no entendida y hasta cuestionable, pero necesariamente debía ser respetada. Tras tener que aguantar ataques de todo tipo por parte de los taurinos que no consiguieron doblegarle, incluso llegando a cuestionar su condición sexual, que si era un pesetero, que si un cobarde por no dejarse televisar, que si era mal torero porque le cogían los toros, que si un suicida y lo que no imaginan, se despidió con un “ahí os quedáis con vuestra pantomima”. Hasta se puede llegar a comprender, pero... nos hacía tanta falta José Tomás. Luego que si volvía, que si no y lo de Aguascalientes que parecía ser el definitivo punto y final. Una tarde aquí, otra allí y con eso él mataba el gusanillo y los más fieles su bolsillo. Demasiado poco como para considerar que esas apariciones pudieran considerarse una vuelta del torero, a pesar de que algunos adelantados se tomaran aquello como que rehuía el enfrentamiento con la legión pegapasista al completo por temor a perder la partida y que no quería asomar por las plazas de primera, sin contar con que estas estaban en manos de lo más granado de la caterva taurina que maneja todo esto.

Pero ahora parece como si hubiera decidido volver a empezar como en un punto y seguido a partir de lo de Aguascalientes, aunque en esta ocasión la salida tuvo lugar en la Monumental del DF. Lo que está viniendo después no sé si se puede considerar hacer temporada o no, plazas de segunda, con el riesgo de fracaso más medido, anunciándose de una en una, como si fuera midiendo los efectos de apuntarse a un cartel en tal o cual plaza. Jerez vendido, Alicante vendido, San Sebastián vendido, Huelva y así va haciendo camino. Estaría bien que esto fuera el preludio, el calentamiento, el irse placeando y cogiendo sitio para la temporada próxima. ¿Se imaginan? No sé si lo conseguirán, pero que es absolutamente necesario no cabe la menor duda. Estaría bien comprobar si a los Morante, Juli, Castella, Perera, Roca Rey, López Simón o Manzanares se les saltan los remaches por la presión del de Galapagar, pero... ¿Ustedes lo ven esto factible?


Sinceramente no veo yo a José Tomás compitiendo con nadie, más bien le veo yendo a lo suyo y punto. No me lo imagino yo echando un cuarto a espadas en Sevilla y Madrid, luego en Pamplona y Bilbao, Málaga y de nuevo en Madrid en Otoño y en Sevilla en San Miguel. Estaría bien, ¿verdad? Aunque la cuestión no es que a servidor le apetezca o no ver a uno de los últimos que le pusieron los pelos de punta en una plaza de toros, la cosa va mucho más lejos. El que la fiesta de los toros no vive sus mejores días está más que claro; son múltiples los ataques que llegan desde dentro y desde fuera, por parte de la élite taurina preocupada única y exclusivamente por su negocio sin importarle lo que dejen atrás y por esos movimientos respaldados económicamente por supuestos lobbies animalistas, que luchan contra las supuestas subvenciones a los toros, mientras que reciben dinero por mantener encendida la llama del antitaurinismo. Movimientos de los que yo no acabo de ver con claridad sus objetivos finales; dicen que acabar con la barbarie que supone este rito, pero algo dentro de mí me dice que el fin último obedece a otras circunstancias que en la actualidad se nos escapan. Pero bueno este es otro cantar, aunque estoy convencido que un José Tomás beligerante se lo pondría mucho más difícil a esta panda, a los taurinos y a los antitaurinos. ¿Por qué? Muy sencillo, porque la mejor forma de explicar lo que es esto y la vía más rápida para captar adhesiones no es otra que mostrarlo tal cómo es, con el toro íntegro y el toreo verdadero. Lo digo absolutamente convencido, ante eso es complicado que alguien consiga abstraerse, da lo mismo que sea de Utrera, que de Alba de Tormes, Galapagar, Madrid, Sevilla o Toronto y alrededores. Y es que así es la fuerza de los toros. La cuestión es que se empeñan en ocultar esta verdad, la disfrazas para proteger a los mediocres, la disfrazan para arrebañar cuatro duros cuando podían hacer se de oro y el que podría echar esto para adelante se empeña en mantenerse en la sombra. Que no digo yo que ceda ante la tiranía del Plus, pero, ¿no hay otras fórmulas? ¿No hay otras televisiones? Yo respeto mucho todas las posturas, pero lo que no me pueden pedir es que me convenza de que lo más conveniente es continuar en eso de José Tomás, ni sí, ni no, ni lo contrario.

martes, 21 de junio de 2016

De smoking y... ¿oro?

Que no me imagino yo a don Vicente cambiando de vesturaio a mitad del festejo.


Que levante la mano el que no haya visto al maestro Ponce torear vestido de smoking en una plaza francesa. ¿A ver? Cuenta pocas manos, la del que por el cambio horario aún no lo ha visto desde Hong- Kong, el que se quedó sin línea por no pagar la tarifa plana y quizá un señor allí al fondo... a no, ese era el despistado que lo confundió con el camarero, para pedirle otra ronda de calimocho y unas bravas. Pues mi enhorabuena, maestro, ha conseguido captar la atención de todo el orbe taurino. Esto solo lo puede superar usted mismo saltando al ruedo con un tanga de leopardo, con chancletas y la camiseta del bar el Tropezón de Castroventosa del Rey, que son muy de usía.

Y yo me pregunto, ¿es tan grave que el maestro Ponce salga a torear vestido de camar..., perdón, de smoking. Pues no, claro que no. ¿Extraño? todo lo del mundo, pero es continuar una moda de la que gustan mucho las figuras del momento. Que lo mismo un extremeño sale de charro mexicano, que otro se disfraza de golfillo parisino o lo que fuera, que otro sale con fulard o que otros salen vestidos de goyescos, que también tiene su traguito; que entiendo perfectamente a aquel matador, un maestro, del que se contaba que no toreaba en ninguna goyesca, porque decía que él no se disfrazaba para torear. Pero eso va en formas y sobre todo en cómo cada uno sienta esto de los Toros. Para unos es una fiesta verbenera y para otro un rito. Que las dos vías pueden ser válidas, pero al menos permítannos a algunos deambular por el asombro y el estupor que estas cosas nos provocan.

Insisto en que quizá no sea tan grave esto del smoking, es más, si lo aislamos y nos olvidamos del personaje, de sus condicionantes, de su pasado, de su trayectoria y sobre todo, de sus manifestaciones, pues tampoco es la cosa para tanto, pero, ¡caramba! Mucho hay que pasar por alto para que esto no nos afecte. Quizá, y de forma inconsciente, esto no sea nada más que un signo de las intenciones y formas de entender esto de los toros. Para unos, entre los que parece que se encuentra el maestro Ponce, este es un negocio, un show, en el que todo vale para aderezar una ensalada, a la que no paran de echarle especias. ¿Está rica? Pues quizá sí, puede parecer que no sabe mal, pero claro, si con tanto condimento lo único que se consigue es ocultar una lechuga insípida, unos tomates pasados y un atún rancio, entonces ya hay algo que empieza a fallar. Al maestro Ponce, al igual que al resto de las figuras y a todos los aspirantes a ello que transitan por los ruedos, lo único que les importa, exclusivamente, es el negocio, los contratos y llenar la faltriquera. Es más, no entienden otro punto de vista, no les da para más. Luego llegan, para que el olor a podrido no se note, y lo visten de arte, que eso es como la cal viva, que lo tapa todo, aunque al final o acaban asomando los restos del difunto o se desintegra todo, lo bueno, lo malo y lo regular, bastando una rafaguita de aire para hacer desaparecer cualquier indicio de lo que un día fue grande.

Lo malo no es el smoking, lo peor son las intenciones, los sentimientos que este señor maestro y sus colegas del sindicato del arte muestran día a día. Si se pone el smoking delante de una corrida encastada y con sus cosas, y la lidia, puede con ella y además tiene el valor y capacidad para crear arte, pues solo me cabe una respuesta, un olé grande y sentido. ¿Qué prefiero el traje de luces? Por supuesto, el oficiante debe vestir como tal y más en esto de los toros, en los que todo, pero todo, tiene su aquel, su significado y su motivo, aunque muchos no lo lleguen a ver y se atrevan a cometer la desfachatez de querer eliminar aquello a lo que ellos no llegan. Baste aplicar sus misérrimos razonamientos, cortos y escuálidos, para que ya quieran eliminar una tradición de siglos de un plumazo. Sea de smoking o no, lo que encierran estas actitudes es un desprecio por los fundamentos sobre los que se edificó todo esto, llegando a creer que todo vale y en ese todo entra el llenar la bolsa, el minimizar el riesgo al extremo y hacer más llevadero esto de ser profesional. Qué poca ambición, ¿verdad? Pero ya digo, mientras la bolsa suene, a ellos lo demás se la bufa. Que lo mismo que hoy arrinconan el traje de luces, desde hace años vienen despreciando cualquier hierro que se salga del guión del borreguito colaborador y juguetón, que de la misma forma se esfuerzan en expulsar al aficionado, pues es tan tonto, tan tonto, que no llega ni a entender, ni a sentir nada con sus números de prestidigitacón taurina. ¡Eh oiga, que esto es arte! Pues este arte, para ti, que también dicen que es arte lo de Camela, Bisbal o el Salchipapas de Leticia Sabater y uno no puede con ello. Pero a la gente le gusta. Claro y el Sálvame, el Qué tiempo tan feliz, las mañanas con Ana Rosa y al padre Apeles cazando cacha. Y así volveríamos a lo de las mayorías, las minorías y al truco de trilero de yo decido que mayoría debe mandar y que minoría aplastar, pero siempre decidiendo la parte interesada de la parte contratante de la primera. Y por supuesto, acabamos en esa eterna verdad, el toro. Si este asoma por el portón, todo adquiere valor y si el maestro Ponce se enfrentara de una vez por todas, al igual que sus colegas de “profesión”, al toro íntegro, entonces ya importa poco si iban de charros, de mariachis, de lagarterana en día de fiesta, con chándal o de smoking y... ¿oro?



Enlace programa tendido de Sol del 19 de junio de 2016:

miércoles, 15 de junio de 2016

Peligrosos taurinos detenidos, ¿no?

Todo parece indicar que Belmonte encabezaba una violenta facción de aficionados taurinos


Ya acabó San Isidro y la Delegación del Gobierno de Madrid ha filtrado los datos de las actuaciones policiales durante todo el ciclo. Cabe recordar que fueron declaradas corridas de alto riesgo las de los días de Roca Rey, por posibles altercados entre aficionados peruanos e hispanos, y de nivel dos las de otras tardes en las que participaban matadores de otras nacionalidades. Especialmente complicadas resultaron las corridas de rejones, con notable presencia de caballeros lusos, que siempre arrastran oleadas de aficionados especialmente violentos. Incluso se habla de una conversación de twitter que interceptaron las fuerzas de seguridad en las que aficionados de ambos países se citaron en las inmediaciones de las Ventas para posar delante de la plaza y hacerse fotos en grupo con los niños.

Se ha sabido del estricto control al que la policía sometió a los locales de hostelería de los alrededores de la plaza, en los que antes de los festejos es habitual la venta de bebidas alcohólicas, cafés, carajillos, helados y descafeinados con hielo. Incluso se produjo la venta de bebidas alcohólicas dentro del coso y durante el transcurso de los festejos; lo que no se puede afirmar es que el comportamiento desordenado y desmedido fuera provocado por tal consumo de sustancias, aunque solo afectara y desencadenara el abuso del agitar de pañuelos, la pertinaz vocinglería jaleadora con multitud de ¡bieeeeejjjjnnnn! fuera de control y algún que otro ¡cállate! y ¡baja tú! que afortunadamente no fue a mayores.

La Delegación del Gobierno estaba preparada por si se pudiera haber dado el caso de que se citaran partidarios de Joselito y Belmonte para entablar feroz batalla en la explanada anexa a la plaza, pero al final todo quedó en nada, ninguno de los dos bandos pudo cortar la tertulia taurina en la que estaban enfrascados, en si el poder del pequeño de los Gallos o la temeridad del de Triana. Aunque no dejaron de vivirse momentos de tensión cuando el jefe de los antidisturbios descubrió su fe gallista delante de un acérrimo belmontista. Ante su superior tuvieron que aclarar que aunque nunca pudieron ver ni a uno, ni a otro, sus abuelos sí y eso tira mucho. Bastante más sencillo fue desarticular dos comandos de facciones taurinas opuestas, la de los julistas por un lado y la de los pereristas por otro, que hacían temer un duro enfrentamiento entre ambos grupos, pero la oportuna organización de un macrobotellón con barra libre de yintonic disolvió cualquier asomo de tensión.


Situaciones que en cualquier momento podrían desatar el más terrible de los conflictos, bastaría un “Ponce es un mentiroso”, “el Juli es un tramposo pegapases” o “José Tomás en un suicida”, para montarse la mundial, imaginen, en muchos casos estamos hablando de personas que llegan por la mañana a Madrid el día de la corrida de su torero, cuando no pasan varios días de toros en la capital, que si acuden al apartado, que si el aperitivo, luego la comida, el café, la copita, unas cañas y hala a los toros y después otras cañitas con sus tapitas y todo. Me avergüenzo solo de pensar en este desenfreno, en este libertinaje, en esta bacanal de los sentidos. Afortunadamente todo quedó en simples amenazas, en alguna cuenta sin pagar en algún bar de la zona, pero sin que fuera necesaria la intervención de las fuerzas del orden, Un mes de toros y ningún suceso destacable, ninguna alteración del orden, nada de peleas callejeras, nada de ataques furibundos entre partidarios de bandos diferentes, ningún destrozo del mobiliariop público, ni barricadas, ni heridos. Bueno, sí, disculpen, hubo un detenido, un individuo que tuvo que ser retirado del ruedo por la fuerza. ¡Qué curioso! Un antitaurino, aunque si se hubieran llevado con él esposado al energúmeno del traje, tampoco habría afeado la conducta general de los aficionados a los toros. Y, ¿a qué venía todo esto? No acabo de saber el porque de esa asociación de ideas entre los aficionados a los toros y la violencia. Justo cuando estaba viendo las noticias de lo que pasaba en Francia durante la Eurocopa. Pero bueno, yo seguiré esperando ver a esos peligrosos taurinos detenidos, ¿no?


Enlace programa Tendido de Sol del 12 de junio de 2016:

viernes, 10 de junio de 2016

La Voz y Got Talent en mi San Isidro particular. Muchas gracias

El primero que me abandonó, un amigo se enamoró de él. No podía estar en mejores manos


¿Quién no ha visto alguna vez uno de esos programas en los que se presentan soñadores a mostrar lo que hacen? Ellos cantan desde siempre, bailan, hacen juegos malabares, pero nunca se habrían imaginado que su habilidad, su arte, pudieran provocar alguna sensación en los demás. Y van allí, se suben en el escenario, disfrutan con lo que llevan haciendo desde siempre y se encuentran con que hay quién se emociona, quién se estremece, quién se acerca y les dice que les gusta y hasta que pagarían una entrada por verle gozar de su pasión. ¡Qué grande es la gente! ¡Cuánta generosidad!

Pues hay quién empezaba la feria de San Isidro por un lado expectante por lo nuevo que se avecinaba, por tener el compromiso, el hermoso compromiso de poder mostrar su trabajo en su plaza, en la sala Antoñete, en Madrid, en Las Ventas, pero al mismo tiempo había que compaginar esto con ese deseo de dejar en su blog, cómo vio el festejo de cada día. Que lo extraordinario no eclipse lo ordinario. No creo que hayan tenido que consultar los casos de Holmes o Poirot para llegar a la conclusión de que estoy contando mis vivencias este San Isidro. ¿Y porque lo hago de esta manera y dedicándole una entrada a algo tan personal? Pues porque ustedes con sus apoyos, con sus visitas, con sus comentarios con sus saludos y sobre todo, con su presencia, han hecho que me vea superado, ampliamente superado, mucho más allá de lo imaginable. Y quiero darles las gracias especialmente. Necesitaría mucho tiempo y muchas letras para poder conseguir transmitir todo lo recibido y responder en la medida justa y merecida.

Desde la primera de feria pude comprobar cómo las cifras de visitas subían al cielo. Pensé que podía ser cosa de un hacker, de que se me había colado una palabra que desviara a los buscadores de internet hacia este Toros Grada Seis”, pero claro, si la cosa se repetía y si además lo hacía a partir de publicar mis escritos, porque no me atrevo a llamarlo crónicas, a uno ya le hacía pensar en otras cosas. En unos casos coincidían con mi punto de vista y en otros, afortunadamente, no, pero siempre, siempre, tanto en el desacuerdo, como en la discrepancia, el respeto era extremo. No solo no podía sentirme ofendido por las divergencias, sino que me sentía halagado. Que anda que no ha habido días en los que se ha podido esperar en el polo opuesto, Ureña, Mora, los Saltillo, los Victorinos... Pero siempre ese cariño. No se puede pedir más. Porque lo de un cheque con muchos ceros, eso mejor me lo evito, ¿no? Eso no tendría buena acogida, ¿verdad? Bueno, seguro que eso no me daría la felicidad completa y si no, que le pregunten a Tita Cervera. Esa sí que me quita el sueño con lo masl que lo está pasando forrada de millones.


Pero claro, aparte de el devenir cotidiano de mi grada, se unía mi exposición. Ya desde el primer momento en el que se confirmó el hecho y pude anunciarlo, las muestras de cariño y apoyo fueron increíbles y se mantuvieron hasta el momento de la inauguración. Perdónenme ustedes y no crean que les infravaloraba, pero uno no estaba preparado para ciertas cosas, en el curso de “¿Cómo recibir los halagos y el cariño de los demás?” me lo convalidaron porque el monitor era un tío salado y le hizo gracia que hiciera “novillos” para irme a los toros. Al fin colgué los cuadros, toda mi obra estaba en las paredes de mi plaza. Allí, con mi Pepe, que para recibir igual se pierde, pero que para dar siempre es el primero, los dos podíamos contemplar algo que hace un tiempo no habría sido ni una opción posible. El madrugón había merecido la pena. Y a partir de ahí, un aluvión de sensaciones de muestras de cariño, de mucho afecto, con los que se acercaban por la sala y los que aún sin estar allí, estaban presentes. No se imaginan cuántos de los ausentes estaban presentes. Permítanme que ponga primero a mi padre, que nada imaginaba de todo esto, ni de mis escritos, no de exposiciones, ni de nada, cuando hace ya unos cuántos años se tuvo que marchar, con un único fracaso en su vida, el que el que ahora escribe esto no fuera de aprender todo lo que él enseñaba. Mi padre y luego tantos y tantos, mi Manolo Troya, mi Haroldo, los que están allá al otro lado del mar y a los que quité horas de conversación por horas de pincel, los que no viven en Madrid y que siempre están ahí cuando creen que se les necesita. Los que fueron testigos del proceso de creación, los que confiaron, incluso más que yo, los que se pararon a contemplar a mis niños, pues así los considero, los que se emocionaron, los que se recrearon, los que querían mostrarme agradecimiento, como si fuera el mundo al revés, agradecimiento por mis escritos y mis pinturas. Quién movió los hilos para que fuera todo eso posible, los que son familia sin serlo, la gente de mi tierra, los de la tierra de al lado, hasta las cámaras de algunas teles, ese hijo que se salta unas clases para sorprender a su padre, la mamá, ¡Ay la mamá!, la pequeña respondona. Han sido muchos, amigos, conocidos, desconocidos, que con tanta generosidad se acercaron a esa sala y que me regalaron unos momentos de charla, los que también han hecho hueco en sus casas para colgar en el salón una parte mía. A todos, a todos, muchas, muchas, muchas gracias. Perdonen que no pueda estar a su altura, pero es que no se me ocurre más. Yo iba solo a mostrar lo que tengo en ese escenario imaginario y ustedes han llenado de alegría el teatro y han hecho que pueda entender un poco mejor a los que se presentan a  La Voz y Got Talent en mi San Isidro particular. Muchas gracias.

lunes, 6 de junio de 2016

¡Familia! He vuelto

Pues eran de Miura, pero...


Soy yo, he vuelto, ya estoy aquí, ya no me volveré a marchar, salvo los domingos y el próximo mes de mayo, aparte de la Feria de Otoño, los domingos que haya fútbol, los días entre semana que haya liga, Copa o Champions, cuando me junte con los amigos a hablar de toros, cuando vaya a tertulias taurinas, lo de la radio, las escapadas al campo, el... pero, ¡He vueltooo! Que pena no tener perro, con lo contentos que se ponen cuando vuelves a casa. Vaya estirón que han pegado los niños, anda al final la obra de la cocina ha quedado muy bien, al final acabaron las obras de la calle y aquí han abierto una tienda de los chinos nueva... Cómo cambia la vida en un mes de toros, treinta días que a veces parecían una eternidad, las penalidades de tener que soportar el fraude, el medio toro, las figuritas de porcelana, los transeúntes devoradores de pipas y yintonises, los jaleadores profesionales sacudidores de pañuelos y esas proclamas insultantes de los francotiradores de los micrófonos, que tiran sin compasión a todo lo que no les origine un beneficio o a lo que pueda descubrir esta trama antitaurina desde dentro.

Tarde de Miuras, que salieron cómo salieron pero que dan valor a todo lo que se hace ante ellos. Valor tuvo lo de Rafaelillo, de quién hace unos días decía de su afán de malear los toros para convertirlos en malajes, para tirar después de arrimón, sesión vespertina de Gladiator y a arrancar aplausos generosos, pero tengo que confesar que desde el principio pareció querer intentar otra cosa. ¡Muchas gracias y enhorabuena! No quiere decir que lograra hacer el toreo, pero las intenciones fueron otras. Por ser devuelto su primero, que perdía las manos una y otra vez, corrió el turno e hizo salir de primeras al que iba a ser el cuarto. Empezó dándole un puñado de capotazos, pero en seguida se dio la vuelta y fue cediendo terreno hacia los medios. Mi pregunta es la de siempre: ¿no puede hacer eso mismo un peón? El animal apretaba y le respondía con trapazos. Bien puesto en suerte, empujó con fijeza, pero con más ganas por el pitón izquierdo. Repitió en la segunda vara, mientas le tapaban la salida, picándole trasero. Mucho capotazo, apretaba por ese mismo pitón izquierdo, pero aún mostraba más peligro por el derecho, haciendo hilo con los banderilleros, de los cuales José Mora se salvó de una cornada fea, cuando quedó en tierra de nadie, a mitad de camino entre dos burladeros, haciendo por él el Miura y empalándolo contra las tablas. Toda la faena la basó el murciano por el menos malo lado izquierdo, con naturales bastos, pero aguantando la embestida, en línea recta, y teniendo que corregir terrenos a cada muletazo, lo que no conseguía con la muleta, tenía que hacerlo con las piernas. El toro exigía una atención absoluta, pues al menor fallo podía ser complicado. Le costó mucho cuadrar al toro, al que había que entrar a matar por el dificilísimo pitón derecho. Al menos Rafaelillo quiso estar, aguantó sin malear al animal y quizá eso fuera parte de la fórmula para haber podido salir con bien del envite. Su segundo fue un sobrero de Valdefresno, de seis años en noviembre, con aspecto de buey y muy basto. Le costaba moverse a tal ejemplar, que tenía que arrastrar demasiados kilos. Peleo medianamente regular en el primer puyazo, para derrumbarse en el segundo. En la muleta empezó con un molesto calamocheo, el matador no paraba quieto y aunque por momentos, si le corría la mano, el animal parecía ir, la verdad es que tampoco tenía demasiado que ofrecer.

Javier Castaño fue recibido por el público de Madrid con mucho cariño tras haber superado el matador las dificultades de todos conocidas. Salió el segundo de la tarde estampándose contra las tablas, muy corretón por todo el ruedo, ya en el caballo se retuvo al notar el palo, para continuar soltando derrotes desaforadamente. En la segunda se defendió también mucho, no siendo casi picado. En los comienzos del trasteo permitió Castaño que le tocara demasiado las telas, lo que no ayudaba a mitigar el molesto calamocheo. El toro empezó muy pronto a defenderse, a quedarse a medio pase y a echar la cara arriba. Por el pitón izquierdo hasta parecía que iba más largo, pero también encerraba mayor peligro por ese lado. concluyendo con un mitin con los aceros por parte del salmantino. Al segundo, que salió un tanto pegajoso, le veroniqueó de forma arrebatada. Poco castigo en el caballo, derrumbándose debajo del peto. En banderillas Fernando Sánchezle aguantó mucho, pero clavó malo, demasiado a toro pasado, aunque le hizo saludar el respetable. Mientras el Miura se retorcía al sentir los palos. Enganchones y mano levantada, lo que complicaba aún más las cosas para estar ahí. Sin fuerzas, se fue quedando y precisamente por esta circunstancia, se iba tornando peligroso. Arrimón sin venir a cuento y punto.


Allá aparecía Pérez Mota, al que no le debieron encontrar otra corrida más cómoda. Mucho mantazo y carreras de salida, un primer puyazo que se dejó sin más el de Miura, un segundo arrancándose de muy mala forma, señalada. Reservón en la muleta, esperaba y tiraba el derrote, realmente no tenía un pase, era para aviarlo y a otra cosa, enganchones y el toro haciendo hilo constantemente y gazapeando, muy incómodo, pero tampoco era para el bajonazo peor que infame. El sexto acudió, por una vez y sin que sirva de precedente, tres veces al caballo, arrancándose con alegría, tardeando demasiado en la tercera vara, cada vez a mayor distancia. Pelea más que discreta en el primer encuentro, para recibir un picotazo en los otros dos. El picador movió el caballo bien, pero lo de clavar fue un calvario, no atinó ni una. Comenzó galopando en busca de la muleta, le acortó Pérez Mota el viaje, que daba muestras de no poder con el toro, que aún no siendo un marrajo, tenía bastante que torear y no acabó de entregarse en ningún momento. Y así se terminaba la feria del Santo por este año. Los habrá muy felices, pero no nos engañemos, dejando de lado los despojos, esto va de mal en peor y lo que debería ser lo habitual, ha pasado a ser lo extraordinario y si seguimos por este camino, al final se va a ovacionar y dar trofeos, porque el matador de turno se vista de luces. Y lo que me recuerda a mí esta deriva a la que en su momento tomó el toreo a caballo. Pero como todo tiene su parte buena, ya terminado todo, ya puedo volver con los míos a pasar las tardes en el calor del hogar y vale que no tengo perro, pero a uno también le gusta que le esperen y decir eso de: ¡Familia! He vuelto.

Enlace Tendido de Sol del 6 de junio de 2016:

sábado, 4 de junio de 2016

Ya nada es lo que era y los Victorinos mucho más

Cuándo le hablaron de que él y Rey Mago habían sido dibujados, preguntó: ¿Se puede ver? Y lo vió


Desde hace tiempo hay una duda que me ronda. Siempre se dice que hay que adaptarse a los tiempos, que ese es un signo de inteligencia y además es la mejor garantía para subsistir, y la duda que me ronda es saber si el hierro de Victorino Martín se ha adaptado a los tiempos o si desde hace ya muchos años, desde aquellos tiempos en los que el ganadero de Galapagar dejó incluso de venir a Madrid dos años seguidos, si a partir de entonces intentó adaptar la realidad de la fiesta a sus circunstancias particulares. Era cuando de repente nos empezó a contar que el toro tenía que ser mucho más chico, que era lo ideal para la tauromaquia, justo cuando sus pupilos empezaron a lucir como cabras escuchimizadas. Y a partir de entonces pasó de lidiar solo en plazas de primera y esporádicamente en otras de inferior categoría, a anunciarse hasta en las capeas de empresa. De matarla un tipo de torero muy específico de los que Ruiz Miguel era el paradigma, a que se apuntara a ella hasta el Pichinchi de Torralba de los Montes. Era un toro duro, encastado, con complicaciones, que de vez en cuando embestía haciendo surcos en la arena con el hocico, pero siempre exigente. Y a día de hoy nos encontramos con corridas como la que ha echado en esta feria de San Isidro, que si nos dicen que son de origen Juan Pedro o Núñez, nos lo tragamos como parvulitos. A buenas horas iban a permitir aquellos Albaserradas que el matador se les colocara de mala manera o que le ofrecieran la muleta al bies, porque el osado que se atreviera a tal sacrilegio podía acabar por los aires.

Y qué decir cuando en los carteles asomaba el nombre de Uceda Leal; el aficionado se animaba a ir a la plaza, porque se podía ver torear con pureza y gusto y ejecutar la suerte suprema con toda la verdad del momento supremo. O los días en los que El Cid ponía el “No hay billetes” y los reventas te compraban la entrada alejados de las inmediaciones de la plaza, para después ellos revenderla a precio de oro. Y qué me dicen cuando aún pensábamos que Abellán era un prometedor valor de la tauromaquia al que no había que perder el ojo. Pues ahora, si quieren, les cuento cómo he visto la antepenúltima de este San Isidro 2016.

Lo de Uceda Leal está entre muy complicado de definir o muy fácil, todo depende si el intento es desde el punto de vista racional o el emocional. En el primer caso se puede hablar de falta de sitio, poca capacidad lidiadora y no encontrase a gusto con su lote. ¿Bien? Pues lo emocional diría que le ha echado un descaro de impresión y que la desvergüenza se ha hecho dueña de él. Al primer Victorino tras estamparse contra las tablas, les recibió con tibios capotazos enganchados, intentando quitárselo de encima de la mejor manera posible. Dos puyazos traserísimos, tapándole la salida, mientras el animal se empleaba con ímpetu, con el picador saliéndose a los medios para dar leña a placer. En este caso no se justificaba eso de rebasar la raya del tercio. El caos en el ruedo era absoluto. Tomó Uceda la muleta y quizá ya tenía la idea en la cabeza de que el toro tenía una nube en un ojo, que estaba quizá reparado de la vista, lo mismo sintió que estaba capeado, total, que tras pasarle por abajo sobre las piernas y sentir un arreón por el pitón izquierdo, se fue a por la espada y aquí paz y después gloria.

En su segundo, la gente no se puede decir que estuviera muy a favor, incluso le protestaron el que entrara en quites en el toro de El Cid, ignorando que es su derecho y obligación, pero ya saben, cuando el público se emperejila con uno, no le pasa una. El cuarto salió derrumbándose sobre la arena. Se le picó poco y mal, mucho capotazo innecesario, el animal se defendía en el peto tirando derrotes a la guata. Muletazos por abajo, carreras y más carreras y Uceda como loco por quitarse del medio, pero había que hacer el paripé, Aburrido, sin ganas, perdiendo el tiempo, hasta que le debieron avisar que a partir de cinco minutos de rondar por ahí, ya no te pitan. Y así, de esta forma tan penosa inició y concluyó Uceda Leal su presencia en esta feria de Madrid. Con un “chimpúm” sonoro, pero desafinado.

Volvía Miguel Abellán, del que algunos ya ni nos acordábamos, pero aquí estaba, si señor, quizá sentía que le quedaban muchos capotazos con el pasito atrás por dar. Y a fe que los dio. Ni para poner el toro al caballo tuvo tino. El de Victorino acudió al paso, se le pegó en la primera vara y en la segunda cabeceaba cuando le apretaban con el palo. ¿Había fútbol o algo después de la corrida? ¿No? Pues lo parecía, porque el señor Polo cambió el segundo tercio con tres palos y pensamos que habría quedado o algo así. Mira si no le podía haber hecho el día un compañero sin tanta urgencia. Luego Abellán, que lucía un novedoso terno blanco y plata, se hartó y hartó al personal de trapazos con ambas manos, abusando de pico, retorcido, echando el toro fuera, citando muy fuera, carreritas para recuperar el sitio, muleta retrasada, alargando el brazo y largando tela, con el peligro añadido de que el Victorino se colaba yéndose al hueco que quedaba entre la muleta y el bulto. Una faena vulgar, que el toro no merecía, al menos se le podía haber intentado hacer el toreo.

El quinto, muy rebrincado de salida, obligó o quizá no tanto, a Abellán a darse la vuelta para después ir cediendo terreno hacia los medios. Lo dejó en el caballo a su aire, para que, tapándole la salida, le dieran los justo, sin excesos. En el segundo puyazo, al que fue al paso, ya le castigaron con más empeño. En la faena de muleta una repetición de lo de siempre, de inicio, tras unos latigazos destemplados mandó a l de Victorino dos veces a medir el suelo. Lo siguiente fue una cadena de retorcimientos, pico, tirones, falta de temple, desarmes, sin mando ninguno, mientras el animalito, como diría mi compañero de grada un novillo serio, seguía la muleta incansablemente. Los que nos cansábamos éramos los que cubríamos la piedra con la esperanza de ver, aunque solo fuera por un instante, hacer el toreo.

Ya no sorprende a nadie que El Cid lleva años perdido, ya demasiados, pero nadie le puede negar ese afán por salir de ahí, por volver a vivir aquellos triunfos tan rotundos de otras tardes. Lo que no sabemos es si eso es posible y si el camino elegido es el idóneo; él sabrá mejor que nadie las vías, pero quizá modernidad, alivio, toreo y pureza puede ser que no casen demasiado bien. En el tercero, su primero, le jalearon unas verónicas enmendadas y otras menos profundas a pies juntos, pero ya se sabe que esto de los pies juntos resulta muy efectivo, curiosamente, a veces hasta más que cargar la suerte, embarcar al toro y metido en la tela llevarle hasta rematar el lance. Pero esto ya son cosas mías que a nadie interesan. Sin poner al toro en suerte, este empujó con fijeza, tapándole la salida. Un segundo encuentro desde más distancia, el de Victorino se arrancó para recibir un picotazo. Tras los primeros compases de la faena de muleta en los que el toro le sorprendía con  sus arrancadas, citó de lejos para dar medios pases desajustados, seguidos de continuas carreras para recuperar el sitio. Mucho pico, siempre sin rematar los muletazos, siempre citando desde fuera, despegadito y en un momento de duda el toro se le echó encima, afortunadamente sin consecuencias. El toro seguía la muleta una y otra vez, repetía, pero El de Salteras no lo vio o quizá si lo vio, sería que la mano y el corazón no obedecían lo que su cabeza imaginaba para volver a ser El Cid.


En el sexto no fue capaz de quedarse quieto en el recibo, dejó que se pegara al toro en el caballo, el animal se repuchaba y peleaba especialmente por el pitón derecho. En la segunda vara, al paso, cumplió sin más. Molestaba el viento para manejar la muleta. Trapazos sin temple con la izquierda y el de Victorino perdiendo las manos, naturales sin parar quieto ni tan siquiera cuando pasaba el toro, pero aún así, había quien se los jaleaba; ¡cuántas ganas hay de que vuelva! Tanto era el hueco entre la tela y el bulto al meter el pico y estirar el brazo, que el animal se iba por allí. Él seguía a todo lo que le pusieran por delante, la cuestión era cómo y dónde se lo ponían y la velocidad y trayecto por dónde lo movían, eso era otro cantar. Visto lo visto, El Cid mueve las telas, pero por caminos muy alejados por los que las mecía cuando era un torero de Madrid, cuando toda la plaza empujaba con él la espada que certificaba triunfos y salidas por la Puerta de Madrid, pero ahora él tampoco empuja. Se fue una corrida para que los tres toreros hubieran demostrado que quieren y que pueden. Y Madrid esperando ver toreros, que como dicen malintencionadamente, Madrid espera a los toreros, claro que sí, que no para ajusticiarlos, sino para ver sus triunfos. Queremos ver a todos, a pesar de la empresa que por los motivos que sean, a veces nos impide ver a algunos. Nos quitó la posibilidad de ver como un matador veterano confirmaba su máxima ilusión de torear en las Ventas, ya no será posible, y seguro que él, el Pana, se estará lamentando, allá donde esté, por no habernos podido mostrar su genialidad en nuestra plaza. Rodolfo, descansa en paz.

viernes, 3 de junio de 2016

Vamos a llevarnos bien

Cuando están enchiquerados no se sabe lo que llevan dentro, lo peor es cuando son arrastrados y no nos lo han dejado ver


Vaya que no se esperaba la corrida de Cuadri, muchos aficionados la tenían marcada con un círculo rojo para no perdérsela. Si hasta los hay que se trasladan de fuera de Madrid al foro para verla in situ, pero... El resultado fue decepcionante, una corrida que no respondió a las ilusiones de tantos, toros sosos, parados, como si aquello no fuera con ellos, pero, lo que es el toro bravo, aparentando en muchas fases que estaban por encima de todo aquello. Una corrida que pasadas las horas, a algunos nos tiene con la mosca detrás de la oreja. Los que desde luego no estuvieron a la altura fueron los tres espadas, programados con el chip de la modernidad del pase, pase y pase, sin pararse en ver lo que tienen delante. Y es que si la norma y costumbre es que yo me pongo por ahí, voy dejando pasar los dos primeros tercios a la buena de Dios y luego en el último engancho la muleta y me lío a dar trapazos que la parentela me jalea, pues mal vamos. Si no caemos en la cuenta de que a estos toros hay que darles una lidia muy meticulosa, meterse con ellos y hacerles reaccionar, que hay que ponerlos en el caballo en el sitio, no diez metros más allá o más acá picarles en lo alto, que los capotes no pueden andar volando por los aires, que hay que hacerles que se sientan sometidos, entonces no vamos ni a la vuelta de la esquina. Pensando, pensando, hasta he llegado a pensar que quizá lo que los matadores no querían era despertar a la fiera, no fuera a ser que entonces tuvieran que emplearse a fondo, sobre todo cuando el fondo de algunos estaba muy poco profundo. Porque díganme ustedes cómo se justifica la presencia de Luis Miguel Encabo, perdido, perdidísimo y falto de recursos, sin parecer que pudiera ver algo claro en el ruedo. Tan poco comprensible como esta es la inclusión de Fernando Robleño, que tras aquel fracaso con aquel castaño de este mismo hierro, no se entiende a qué vuelve. Y Rubén Pinar, que no solo no se entiende el que se le ponga con los Cuadri, no se entiende el que esté en una feria de San Isidro, pero bueno, como a tantos y tantos y tantos ejemplos, aún más sangrantes, que tanto nos han encabritado.

La cosa recordaba a eso del fútbol cuando un equipo modesto se enfrenta a uno de los dos poderosos, que si le marcan en los primeros diez minutos, acaban llevándose media docena, como poco, así que intentan contemporizar con el empate hasta dónde les den las fuerzas. Pues bien, los tres espadas aguantaron con el casillero a cero, pero ellos tampoco marcaron, pero ni tan siquiera el gol del cojo. Solo sacaron las uñas cuando un señor saltó al ruedo a estirar las piernas, aunque les costó reaccionar. Si les costaría, que llegó antes el caballero del traje, con una furia desmedida y desproporcionada, aparte de fuera de lugar, pues él nada pintaba en el ruedo y menos en esa actitud de macarra. Que no nos gustan esos caballeretes que nos quieren hacer pasar por salvajes e inhumanos, claro que no, pero tampoco les demos razones, que no la razón. A ver si los “profesionales”, que esto está ya lleno de profesionales, se enteran de que el ruedo no se pisa, que no lo puede pisar ni la fuerza pública, que allí solo de luces, los monos, areneros, mulilleros y el que pinta las rayas. Para colmo en la grada unos jóvenes impetuosos recordando la supuesta condición de la madre del intruso. ¿No se habrían dado cuenta de que estaban en una plaza de toros? ¿No sabrían de las normas no escritas que el aficionado a los toros ha mantenido a lo largo de los tiempos como algo sagrado? Por favor. A ver si se enteran de lo que es una plaza de toros y la fiesta de los toros. Críticas, todas, apasionamientos, también, pero ese insulto y esa violencia de cualquier forma, déjenla para otros momentos, si hay momentos propicios para ello.

Y ahora, si me lo permiten, voy a pensar en voz alta, bueno, no, en letras altas. Salió el primero de Cuadri, que remató en tablas, ¡cosas extraordinarias jamás vistas! Y para empezar, capotazos sin fundamento de Encabo, dando aire al de negro. Lo dejó bien en el caballo, se arrancó con prontitud para recibir una cuchillada caída. Empujaba sobre todo con el derecho, tirando derrotes. En la segunda vara ya tardeó, teniendo que cambiarle los terrenos y poniéndole muy cerca, para señalarle un puyazo antes de que el toro se saliera de la suerte. Puso banderillas el matador, sin lucimiento, pero por ambos pitones y sabiendo ganarle bien la cara al toro, que iba cortando por el pitón derecho. Inició el trasteo quitándole las moscas, mientras el toro acusaba ese defecto de vencerse por el pitón derecho. Trapazos al natural, recolocándose constantemente. Mucho tirón y enganchones, sin temple, metiendo el pico de la muleta y haciendo el arco. Trapazos y trapazos, que el toro se iba tragando con la sosería que le marcaba el maestro. Al segundo ya empezó cediéndole terreno, dándose la vuelta hacia los medios. En la primera vara al animal le costó entrar, estaba más con los capotes que con el caballo, montándose una magnífica capea en la arena. Acabaron metiéndolo debajo del peto, dónde echó la cara arriba de forma exagerada. Lo que le dieron fue a base de hacerle la carioca. Para la segunda vara el Cuadri ya no quería caballo, acabó entrando cabeceando, mientras aprovechaban para darle tapándole la salida. Complicado en banderillas echando la cara arriba y esperando. Pero cuando Encabo tomó la muleta, siguió levantándole la mano, se la echó a la zocata para liarse a dar vueltas alrededor del toro, ofreciendo como una solución el estirar el brazo y tirar de pico, dejándose tocar la tela, alborotado y sin poder al animal, trapazos como si los diera con una tralla, sin hacerse en ningún momento el dueño de la situación. El sablazo en la paletilla fue una evidencia de lo que había sido su paso por Madrid, con la de Cuadri.

Quizá alguien pueda darme una buena razón que justifique el que Robleño vuelva a matar una de Cuadri en Madrid, si es que las hay. Ya de salida a su primero le aplicó ese toreo ratonero con el que tantas veces nos ha obsequiado, que parece más bien dirigido a malear al toro y tapar sus carencias, que a intentar domeñarlo y a hacer el toreo. Mantazos respingones de recibo a su primero, que fue al caballo al paso, con la cara a media altura, mientras le tapaban la salida. Tardó en ir al peto la segunda vez, frenándose y sin recibir apenas castigo. Muy parado en banderillas, reculaba ante los capotes. Con la muleta Robleño le recibió trapaceándole agitadamente por ambos pitones, mientras el toro le iba ganado terreno, derechazos arrancados, con el defecto de levantarle la mano siempre. Pico y más pico, sin guiar las embestidas, empezó a quedarse a mitad del viaje, tirando el correspondiente derrote, carreras y más carreras, intentando bandear el genio que había sacado el Cuadri, pero los medios pases, más bien trapazos y el no quedarse quieto no ayudaban. Un bajonazo al que ni se podía calificar de infame. Más mantazos al quinto, al que ni en suerte pusieron en el caballo, aunque por no colocarse, allí no se colocaba ni el maestro, que por allí se quedaba para ver como no picaban al toro. Como si fuera una continuación del anterior, Robleño prosiguió su concierto de desconcertadas carreras, trapazos enganchados y cambiándose la muleta de mano sin criterio, quizá para ver si así el toro se liaba y le dejaba parar quieto un momento. Pero ustedes quédense tranquilos, porque si a Fernando Robleño se le quedó algo en el tintero, el año que viene podrá volver a intentarlo y seguramente que con los Cuadri. Y espero equivocarme; no saben de qué manera.


Pero si lo de Robleño se entiende poco, lo de Rubén Pinar es para que lo aclare Iker Jiménez. Un torero que no ha podido con lo comercial y me lo embarcan en esta corrida, lo que da la sensación de que ya le andan poniendo en corridas a las que agarrarse como a un clavo ardiendo y que si no aguantan... Capotazos sin alargar el viaje del toro, al que le dieron a placer en la primera vara, tapándole la salida, mientras el animal simplemente se dejaba. Una segunda vara a más distancia, a la que se arrancó incluso con cierta alegría, para que casi solo le señalaran el puyazo. En el segundo tercio Javier Ambel se sintió torero e hizo disfrutar a la parroquia, quizá a medida que avanzaba su labor se fue creciendo y recreando, pero más vale eso que el trapacear vulgarmente. A cada entrada de los banderilleros dejaba el toro dispuesto con un único capotazo, que malo no es, ¿verdad? Pues según parece a algún matador de toros, ya retirado, le molesta el que las cuadrillas se luzcan. ¡Caramba! Señor Muñoz, mejor arrancar aplausos por torear y cuidar la lidia del toro, que no por torear con ventajas y mentiras, con la pierna de salida retrasada y el pico de la muleta adelantada, por muy de oro que se ciñan el vestido, ni por muy hijo de sean. Aunque quizá a usted le molestara que sus banderilleros recibieran las ovaciones que usted jamás cosechó en la plaza de Madrid, ni tan siquiera por hacer el paseíllo. Pero a lo que íbamos, a lo de Pinar y el Cuadri que hizo tercero. Trapazos acelerados por abajo para comenzar la faena que prosiguió con un achuchón del toro y las carreras del espada. A toda la corrida se le pasó sin darle distancia ninguno de los tres matadores, pero Pinar ya salió de cara ahogando demasiado la embestida, demasiado. Pico, carreras, más pico, muletazos de uno en uno, brazo muy extendido. El toro ya iba muy, muy despacito, pero la vulgaridad no mira de velocidad, esta lo anula todo, hasta las embestidas francas y suavonas. Para cerrar, el sexto, como el primero, hasta parecía querer rematar en tablas, aunque eso está por confirmar. Si alguien creía ver bravura, en el caballo se le disiparon todas las dudas, sosete, se limitaba a dejarse hacer, no quería caballo en la segunda vara, que se limitó a un picotazo sin más. Prosiguieron los trapazos del maestro, las carreritas y uno del desprecio, que es lo que más enardece hoy en día al personal. Usted puede estar como la Chana, que si tira uno del desprecio, el público se le entrega sin reservas; que no sé yo porque no montan las faenas solo con desprecios. ¿O quizá eso ya lo ha puesto más de uno en práctica? En fin, creo que estoy hablando de otra cosa. Pero bueno, la cosa no dio para mucho más, al menos servidor no lo vio, igual que no vio el acontecimiento del siglo, ese en el que el señor presidente parece que se lía y saca un segundo pañuelo sin querer, en que un figurón es la vez que mejor está en su vida en esta plaza, pero en comparación con lo que él mismo había hecho, sin llegar a equipararse con otros que calzan de rosa. Pero eso nos vale y nos sobra para reivindicar una fiesta que solo beneficia a los mercaderes a los que les importa un bledo esto de los toros, lo importante es la mosca que ellos se llevan, y que corridas como la que me perdí y me volvería a perder mil veces, quieren convertirla en paradigma de la tauromaquia. Pues no, caballeros, ante una corrida de borregos y una infame, mansa, malísima, horrible, casi prefiero esta última y que conste que de estas no quiero ni media corrida, que a todos nos gusta el toro bravo, no el mochuelo tonto, que no es lo mismo, así que igual que hicieron los tres de Cuadri y los toros del mismo, entre ustedes y yo, vamos a llevarnos bien.

miércoles, 1 de junio de 2016

Ni un pase por detrás, ni casi por delante

A veces no hay otro camino que lidiar sobre las piernas


Algunos dicen que corridas como estas, la de Saltillo, son las que gustan a los toristas, dando por supuestas dos cosas que se basan en un error, el que haya toristas tal y cómo ellos lo entienden y el que corridas como la que mandó don Joaquín, puedan hacer disfrutar a alguien. Una corrida que respondía al criterio del toro que debe embestir con generosidad, chiquito, con cierto aspecto anovillado y con mucha movilidad. ¿A que esto es jugar sucio? Pues sí, lo reconozco, muy sucio, pero es para que vean como en esto de los toros no es posible aplicar verdades absolutas, porque como he dicho otras veces, en esto de los toros, la única verdad absoluta es que no hay verdades absolutas. No creo que nadie se haya divertido, ni disfrutado, ni nada por el estilo, pero sí conmocionado, pues el espectáculo ha sido de aúpa, toros imposibles, mansos, complicados, ¿qué digo? complicadísimos y toreros poniendo sobre la mesa todos los recursos con que contaban, que tampoco eran demasiados. Eso sí, no creo que haya mucho matador en el escalafón que pueda hacer frente a una corrida de este corte.

La de Saltillo ha sido una corrida que no se veía desde hace décadas. Aficionados habituales no recordaban haber visto nunca foguear a un toro, se les desmoronaban esas reglas que en su ideario figuran como monolitos inmutables y que de repente no solo han visto como se desmoronaban, sino que hasta parecía que era la lógica la que imponía por pura necesidad, como lo ha sido al ver a un picador traspasar esas rayas sacrosantas del tercio, porque al toro había que picarlo, había que ir a por él, porque si no sería una empresa inútil. O cómo un banderillero ha parado a un toro de salida, en lugar del matador, tal y como sucede desde hace unos años. Con estos dos detalles parece como si esa juventud hubiera comprendido que en esto de los toros la flexibilidad debe ser real y el sentido común el que impere.

Sánchez Vara solo tenía esta corrida en la feria y puede que sea la única de la temporada en Madrid y una de las pocas que mate en todo el año. No sé si esta es el premio o el castigo a este torero, porque visto lo visto, hasta puede parecer esto último. Tanteó a su primero de capote para no conseguir fijarle, iniciando el caos en el que luego se convirtió el ruedo. En la primera vara el toro peleó mientras le hacían la carioca, mucho capotazo, le dieron más distancia en la segunda, pero el Saltillo no estaba “colaborador” y se largó buscando terrenos próximos a la salida. En el de puerta se lió a tirar cornadas y a darle vueltas al caballo, queriendo quitarse el palo de encima y sin tan siquiera llegar al peto. Volvieron al de tanda, desde muy cerquita, pero nanay de que le hicieran pupa. Multitud de capotazos, vuelve a notar la puya, se repucha y se acaba yendo. ¡Uff! En banderillas defendiéndose y esperando a que le llegaran. Sánchez vara empezó a muletearle tirando de pico, mientras el Saltillo no se entregaba jamás; algunos echaban de menos un macheteo eficaz por abajo, pero ese no llegó. Por el izquierdo se le venía al pecho al matador, siempre con la cara alta.

Alberto Aguilar recogió al corretón segundo con unas verónicas alargando los brazos, intentando prolongar el viaje del toro, pero este seguía correteando; fue el matador a los medios a capotearle por abajo intentando fijar aquel abanto que nadie podía sujetar. Una primera vara en mitad del lomo para que saliera a escape a toriles. La segunda al relance, tapándole y convirtiendo aquello en una carnicería, clavando dónde pillara, sin acertar en el morrillo y siempre muy trasero. Aguilar comenzó el trasteo por abajo, rodilla en tierra, enganchones, la muleta torcida y a base de trallazos. Muchas carreras para recolocarse a cada pase, echándoselo siempre para afuera, poniéndose hasta pesado con un toro que no tenía nada y que había que despenar, lo que le costó , llegando a escuchar hasta dos avisos de la presidencia.

José Carlos Venegas debía venir, como tantos, con la esperanza de quedar bien y poder hacer una temporada medio aceptable, pero seguro que no se esperaba lo que le iba a venir por delante. Un Saltillo anovillado, pero con una cara de meter miedo que no se cuántos de luces aguantarían. De salida ya empezó a dar vueltas por el ruedo, ante las dudas del matador que no acababa de verlo claro para meterle el capote. Suelto, al hilo de las tablas, se encontró con el caballo, le tiró un derrote y siguió camino; aquello era un tremendo desbarajuste, del que no sé si el matador estaba tomando nota para el último tercio. No iba al caballo ni al relance estampándole contra el peto, contra el que cabeceó con desesperación, para volver a tomar la huída. Otro intento en el que hacía la puerta, al que llegó escapando desde el otro extremo del ruedo, topó y fueraaa, lo mismo al titular, no permitiendo más que le soltaran un picotazo con la puya, al reserva y el toro sin picar y el matador como mero espectador. El pánico se apoderó del ruedo, tirando arreones a los banderilleros, que se la jugaron, destacando David Adalid, exponiendo una barbaridad. ¿También se puede uno sentir torero con estos marrajos? Pues parece ser que sí. En la muleta se cruzaba mucho por el pitón derecho que a medida que avanzaba la faena iba de imposible a mucho peor que imposible. Mal picado, mal lidiado y Venegas empezando a pagar las consecuencias. El toro escapaba siempre al abrigo de las tablas y el de Beas detrás, intentando ponerse a dar naturales, no sé cuántos del desprecio dio; lo del derecho se estaba convirtiendo en un gran problema, a no ser que el matador se manejara con la izquierda para entrar a matar. Muy distraído, siempre con la cara alta, sin amagar el humillar, muletazos a pies juntos, dando la sensación de no estar dándose cuenta de lo que allí se estaba cociendo. Llegaron a toriles, Venegas hizo un conato de macheteo, pero quedó en nada. Y empezó el calvario de la espada, en el que no es que fuera difícil atinar, es que la complicación empezaba al querer cuadrar al toro, muy entero y que no metía jamás la cabeza en los engaños. Sin recursos, el matador fue oyendo el primero y segundo aviso. Cobró entonces una entera contraria, pero ya no había tiempo, sonó el tercero y el toro se fue para adentro. Hubo quien le ovacionó, quizá eso sea excesivo. Puede que lo del respetuoso silencio fuera lo que más mesura podía aportar. El que te echen un toro al corral siempre es una mancha para un torero, pero si paramos un segundo en las condiciones del animal, igual hasta puede encontrar cierta comprensión en los aficionados.

Con la plaza conmocionada y aún comentando lo del toro anterior, salió el segundo de Sánchez Vara, a ver si este ofrecía algo más, pero ya de salida empezó amagando y sin tomar el capote. De primeras se fue suelto al picador de puerta, que casi le arranca las orejas con la puya. Le pudo pegar mientras corneaba el peto; en  la segunda ya en terrenos del seis, apenas le tiró tres navajazos traperos, más un embate al reserva, que no le pilló. Acertadamente y sin perder el tiempo, el presidente sacó el pañuelo rojo, que precedía a las viudas. ¿Cuánto hacía que no se fogueaba a un toro? Esa era la pregunta que muchos se hacían, ¿la tarde de Joselito del 2 de mayo? Aquel par de Carretero. Pero al Saltillo aún le quedaba ímpetu para tirar un derrote al caballo en toriles. No atendía a los capotes, que iban cayendo por el ruedo al paso de este marrajo avieso. Estaba muy peligroso, un verdadero barrabás, al que intentaron parear de frente, pero eso era ser demasiado ingenuo, cuatro palos de cuatro entradas, a la media vuelta, que para estos casos y otros parecidos, la tauromaquia ha previsto de siempre recursos con los que poder a los toros complicados y hasta a los imposibles. Sánchez Vara no se anduvo con contemplaciones y tras intentar probar las inexistentes embestidas del perla este, tomó la de verdad y se fue a por él. Sorprendió que vistos los antecedentes saliera con el estoque simulado, pero bueno, la esperanza es lo último que se pierde. Una entera habilidosa, con todos los defectos del mundo, pero ¿qué quieren que les diga? En estos casos hay defectos que hay que pasar por alto, porque lo primero es lo primero y estarse ahí en medio para que uno de estos te lleve por delante, es estúpido e insensato. Esto también es oficio y Sánchez Vara supo tirar de él.

El cuarto, para Alberto Aguilar, ya de salida escapaba a los capotes, se emplazó en los medios tirando a chiqueros, como esperando a ver quién le echaba un cuarto a espadas y se atrevía a irle con un capotillo. Tuvo que ser César del Puerto quién le metiera en el engaño por abajo, una, dos tres, doblándose y doblándole. Extrañaba a los más jóvenes que no hiciera esto el maestro, pero así era antes, este observaba y el peón le mostraba al toro. No se estiró Alberto Aguilar, no estaba la cosa para eso, pero si lo llevó al caballo metido en la tela y tirando de él. Le cogió bien con el palo Juan Carlos Sánchez, infringiéndole el castigo debido y soportando los continuos derrotes en el peto. En el segundo encuentro se repuchó nada más sentir el palo. Se dio la circunstancia de que el pica salió fuera de la raya en las dos varas, ante el enfado de muchos, pero había que picar, como fuera. El sentido común decía que había que pillarle, al menos una vez y darle lo suyo, porque igual luego ya no había ocasión. Yo sé que el que el picador rebase la raya indigna mucho al personal y a mí tampoco me agrada cunado eso lo hacen en otros casos persiguiendo a un moribundo borreguito al que el maestro ordena masacrar, pero en casos como este, leña al mono. Y Juan Carlos Sánchez rebasó la línea, pues bienvenido. Esperaba en banderillas y hacía hilo con los banderilleros. Se arrancaba como un tren a la muleta de Aguilar, que le toreó arrebatado con la derecha, aguantando los arreones del que tenía delante. Escarbando, pensándoselo mucho y el madrileño allí firme. Le costaba un mundo arrancarse para el primer muletazo y el matador tuvo que inventarse recursos para provocar esa primera embestida y luego quedarse con la muleta puesta para intentar torearle, con mucho valor y mucha verdad. Cada vez se ponía más difícil, muy peligroso. Se lo quitó de encima como pudo y todos respiramos y Alberto Aguilar más a gusto que ninguno y seguro que se sentiría satisfecho.


Y salía el sexto, los relojes no existían, las pipas no crujían, los yintonis no volaban y Venegas tenía que reponerse a lo sucedido en su otro toro, justo después de ver lo sucedido en los dos anteriores a este. EL panorama era de todo, menos halagüeño. Hasta parecía que el toro podía ir de largo en los capotes, como todos sus hermanos cabeceó, queriendo quitarse el palo del lomo, le tapa la salida, el toro se da la vuelta y acaba derribando. En la segunda vara parecía una devanadera tirando cornadas al peto y el picador persiguiéndole por el ruedo para poder enganchar. David Adalid volvió a dar una lección con los palos y otra de torería, cuando le requerían para saludar, pero él estaba a lo que estaba, en aquello que estaba en el ruedo y no daba lugar a otras cosas. Ya con la muleta, pases destemplados, banderazos al aire, pases aperreados, latigazos, cambió a la mano izquierda para aguantar los arreones que tiraba sin humillar jamás. En uno de estos le arranca la muleta, lo mismo por uno que por otro pitón, al final tomó la espada para terminar con aquel quinario innecesario. No creo que nadie se haya podido sentir satisfecho de la corrida que ha mandado don Joaquín Moreno Silva, ni tan siquiera los carniceros, pues no andaban muy sobrados de carnes. El ganadero seguro que no, los aficionados, tampoco y esos amantes de la Tauromaquia 2.0, esos que dicen que si estas son las corridas que nos gustan, pues tampoco. Esto no le gusta a nadie, es imposible que siendo aficionado te pueda gustar, es una barbaridad, pero claro si la opción es esto o lo del Vellosino, Núñez del Cuvillo y esa purrela de borregos y pegapases, pues yo lo tengo claro. Si tengo que elegir entre esos triunfos verbeneros y estos fracasos llenos de dignidad, pues no tengo duda. Eso sí, de aquello es más fácil que se puedan beneficiar muchos, pero de esto ya es más complicado. Para aquello igual vale hasta algún niño mono y hasta algún ganadero experto en maíces, pero para esto hay que tener mucho más. Pero ya ven a estos no ha habido quién le haya podido dar un pase por detrás, ni casi por delante.