martes, 31 de mayo de 2016

Unos hablaban japonés y los otros en ornitorrinco arcaico, cerrado

Si el toro se complica y sale respondón, hay más recursos que ponerle una velita a san Modorro mártir y esperar a ver qué pasa


Pretender que alguien se entienda con otro, cuando cada uno se expresa en una lengua diferente y además sin que ninguno haga el menor intento por aprender a hablar como el otro, puede ser un rasgo de locura o de estupidez. De locura por pretender un imposible y de estupidez, cuando ambos, o al menos el de la mente superior, siempre va a querer mantener que eso siga siendo un perfecto imposible. Que los hay que se manejan por señas y cuando tienen hambre agitan las manos muchos, abren los ojos como lunas y emiten sonidos guturales y les ponen un pollo, cuando ellos querían un simple filete con patatas, pero bueno, comen, no les gusta el pollo, pero comen. Pues eso le pasa a Rafaelillo, que agita los trapos, se agita él, y mucho, y hasta el público se agita, pero al toro que ofrecía macarrones, así por las buenas le tiró el plato a la cara y se puso a comerle las pezuñas. ¡Qué valor eso de comerle las pezuñas al toro! Pero, ¿no eran más apetecibles los macarrones, así con su queso, sus tropezones de carne y ya puestos, hasta un vasito de vino, de brick, pero vino al fin y al cabo. Por su parte, Castella y Escribano no quisieron ver ni los macarrones, ni el vino, ni na’ de na’, decían que ellos eran más de angulas, perdón, de gulas del norte y no estaban para pastas.

Rafaelillo es un torero, murciano para más señas, que se ha investido de un halo de santidad, valor y honestidad que pasea por los ruedos del mundo, como si se lo creyera y todo. Y aquí voy a expresar mi opinión personal, muy personal. Rafaelillo es un torero muy limitado tanto para lidiar, como para intentar hacer el toreo y se limita a estar por ahí, esquivando derrotes mortíferos que tiran a la yugular. Igual hay alguien que esté de acuerdo en esto, pero en lo que viene a continuación, lo mismo no coincide nadie. Y es que esa cortedad de recursos le lleva a que si el toro no pega derrotes, hay que hacer que los pegue, porque lo de correr la mano y hacer el toreo templado y con mando, eso no va con él, Me dirán que soy excesivamente duro y hasta injusto y lo tengo que admitir, pero realmente uno está cansado de este número que repite una y otra vez. Y metámonos en harina. Su primero, pobre de cabeza, al segundo capotazo ya le obligó a darse la vuelta y a ceder terreno hacia los medios. Rafaelillo, lejos de intentar alargarle el viaje, se lo acortaba retirándole el capote de golpe, al tiempo que echaba a correr para atrás. En segundos en el ruedo se organizó una magnífica capea, el toro fue suelto al caballo, le hicieron la carioca, sin que se le castigara, se salió suelto por la grupa y prosiguió su vagar por el ruedo. Una segunda vara con el pica atrincherado en tablas, para ya pegarle algo más mientras le tapaba la salida, un vicio que se repite permanentemente. Yo tengo la sensación de que es como si a un boxeador le agarran entre tres, le vendan los ojos y le ponen frente a un muro a reventarse a pegar puñetazos, para que luego Giulianni Kid le sobe el morro a placer. Hubo un tercer encuentro con el caballo, en el que Rafaelillo intentó ponerlo en suerte, para que al final lo hiciera el peón con bastante mayor destreza. Al pasito, para que el de aúpa descargara un poquito el brazo. Trapazos por abajo para comenzar la faena de muleta y hacer que el de don Adolfo diera con sus huesos en la arena. Me llamó la atención el que muchos recibieran con agrado el abuso del pico y los retorcimientos lumbares. Muy fuera, mucho enganchón, carreras, trallazos, que solo servían para que fuera pasando el tiempo.

Y salió el cuarto, del que me van a permitir que no emita juicios, simplemente voy a intentar contar lo que yo vi, que por otro lado, también puede ser que tenga que agarrarme a una oferta de esas de “Progresivas a 199 €”. Recogió Rafaelillo al toro con capotazos por abajo, intentando alargar el viaje estirando los brazos, todo lo que este torero puede alargar. Eficaz y sin echárselo tan encima como en otras ocasiones. De nuevo se montó la capea, dándose capotazos por decenas. Sin pararlo fue al caballo, puyazo trasero que el animal recibió simplemente dejándose. El matador lo quiere dejar lejos y pierde el capote; más capotazos y capotazos de todo el que pasaba por allí, hasta el cocacolero casi se anima. Puyazo en mitad del lomo haciéndole la carioca. Pidió Rafaelillo el cambio, pero el usía no se lo concedió, picotazo leve en buen sitio. El toro iba bien en banderillas, franco, permitiendo incluso cierto lucimiento de José Mora. Y ya en la muleta, el murciano le soltó un trapazo y el Adolfo al suelo. Trapazos por abajo quitándose de repente y haciendo que el toro se revolviera a buscar el trapo. Le acorta las distancias de repente, pases escapando a las orejas, quitándole la muleta antes de acabar el pase y huyendo a las orejas. Sí es verdad que el toro se vencía por el pitón derecho en este momento. Cambió a la mano izquierda, con más de lo mismo, pico y a medio camino, respingo y a quitarle el engaño de repente. Pero curiosamente, cuando no daba el respingo, el animal hasta medio seguía la tela. Pases de uno en uno, desplantes histriónicos y tras una lidia peor que nefasta, el matador se sentía en ese barullo como pez en el agua. Además, si esto gusta y se lo jalean, pues adelante con los faroles. Pinchazo y entera, soltando la muleta, que hizo rodar al toro. Y Rafaelillo se sintió plenamente satisfecho, aunque esta vez no hubo lágrimas.

También andaba por allí monsieur Castelá, que por lo menos hacía dos días que no venía a Madrid, nos tenía “abandonaos”. Verónicas sin echar la pata para atrás, echaba las dos. Al toro le dieron poco castigo en el caballo, aunque le taparon la salida en los dos encuentros, yendo dándole distancia en la segunda vara. Con la muleta, monsieur Castelá le aplicó una conferencia en turco osmanlí, que el toro escuchó atentamente, pero sin enterarse de nada. Pases y más pases, sosísimos, aburridísimos, despegadísimos, con la muleta atravesadísima, mientras el toro ofrecía nobles embestidas, pero al que estaba delante no le sonaba de nada eso de torear con verdad, templando y mandando, sometiendo al toro. Parece ser que al finalizar uno de sus toros, por canal amigo de la fiesta manifestó que no se puede torear más despacio. Bueno, monsieur Castelá, usted domina muy bien el castellano, de forma envidiable, pero a ver, no es lo mismo pegar pases despacio a un toro que lleva el ritmo de un caracol, que torear con temple y despaciosidad. Pero seguro que se apunta al curso “Mejore su Castellano, de CCC” y seguro que en nada le queda claro el matiz. Y al matricularse le regalan la guitarra y unas medias para favorecer la circulación.

Su segundo le hizo darse sus carreritas entre capotazo y capotazo, para inmediatamente hacer que el matador se diera la vuelta de espaldas hacia los medios. Mil capotazos, aproximadamente, para acercar el toro al caballo, para que este se durmiera bajo el peto mientras le tapaban la salida. El peón de brega andando por allí por el ruedo a ver si lo ponía al caballo de nuevo y monsieur Castelá allí parado como una estatua de sal, viendo como pasaban toro y torero por sus inmediaciones. Luego ya vino el repertorio de siempre, con muletazos muyyyyyyyy lentos, con un toro que no podía caminar más rápido, que el espada no paró con la muleta, ni le templó, ni le mandó, simplemente acompañó al animal que se arrastraba en busca del trapo. No paraba de embestir y al pobre no le dieron ni un derechazo, ni un natural, diciéndole por dónde. Será que monsieur Castelá es tan delicado que no quiere imponer nada a nadie y menos a animal tan extremadamente noble.


¿Sabían que Manuel Escribano quiere poner banderillas en todos sus toros? Pues díganle que las ponga, pero que no las tire. A portagayola en ambos toros, el primero muy parado de salida, lo que le obligó al matador a aguantar allí de rodillas hasta que el toro hiciera por él. Muy corretón, frenándose ante los engaños. Gazapón, de gira, pasaba por el caballo y le daban un puyazo mientras le tapaban la salida, él cabeceaba, al paso en la segunda y solo se dejó, y luego lo de las banderillas de Escribano. Pues vale, pues ya está dicho. Se le quedaba corto por el derecho en la muleta, tiraba arreones y don Manuel a lo de todos, al pico y sin saber por dónde echarle mano a un toro incierto. Acabó de un bajonazo mucho más abajo de dónde caen los bajonazos. En el sexto más de lo mismo, el toro suelto, se fue al caballo al hilo de las tablas para que le zurraran a modo, se fue suelto de nuevo, para otra segunda vara en la que también recibió el de don Adolfo. Inicio de muleta por detrás, que la parroquia agradeció, pues ya eran demasiados días sin ver a un señor doblarse cómo un arco los lomos; carreras, pico, el toro se le mete por dentro, pico, corto, a correr y menos mal que la cosa terminó, porque aunque pueda parecer divertido, resulta muy estresante presenciar una representación en la que unos hablaban japonés y los otros en ornitorrinco arcaico, cerrado.

lunes, 30 de mayo de 2016

O me toreas o nanay, pero trapazos, ni medio

Los toros esperaban otra trato y los aficionados, también


Lo que es el toro bravo, que si no te pones en el sitio no hay nada que hacer, que si no le mandas, quedas como la Chencha y que si te pones tolay, hasta se aburre de ti y te deja más “tirao” que una colilla. ¿Qué no? Pues si no me creen, baste recordar la corrida de Baltasar Ibán en esta feria de Madrid. Siempre se les espera con cierta ilusión, pero después de lo que ocurrió en sus últimas comparecencias, había dudas razonables. Pues la corrida ya pasó y las dudas se disiparon y han dejado a los tres matadores en mal lugar, porque ni Iván Vicente, ni Alberto Aguilar, ni Víctor Barrio parecía que se presentaban a torear una corrida de toros, más bien sus pretensiones eran las del pegapasismo al uso. Quizá ese fuera su primer y gran error. La casta no admite componendas, ni medias tintas, o estás o no estás. No ha sido tarde de triunfos, a pesar del despojo cortado, incluso hasta puede que el festejo se alargara un poco, pero tampoco lo puedo asegurar, porque lo que sí les garantizo es que no me dio tiempo a mirar el reloj, creo que ni el público, ni servidor,  nos hemos aburrido. ¿por qué? Porque el toro y el aburrimiento son como el agua y el aceite, no casan. Otra cosa es con el borrego, ahí ya me callo.

A los que les hubiera gustado que aquello fuera más aburrido, quizá sea a los tres matadores que se las vieron con la de Baltasar Ibán. Sin ser alimañas, nada más lejos de la realidad, mostraron sus dificultades, dificultades que eran perfectamente subsanables con el buen transcurrir de la lidia. Se comenta que Iván Vicente, o su espectro, anduvieron por el ruedo. Las verónicas de saludo, más bien lejanas, igual podían dar una idea de los ánimos con que se venía. Bien puesto al caballo, el toro se arrancó con decisión, para que le clavaran en la paletilla. Otra vara también de lejos, arrancándose con alegría, para recibir una vara solo señalada, en mitad del lomo. En el último tercio, Iván Vicente se limitó a tandas aburridas abusando del pico, cazando muletazos por el derecho y con la izquierda, aparte del inevitable pico, ahogando la embestida del toro, acortando en exceso las distancias. El cuarto, que se frenó peligrosamente en la primera embestida, luego hasta parecía querer ir largo. Le llevaron al caballo en la primera al relance, mostró fijeza, tampoco demasiado ímpetu peleando en el peto y cuando lo sacaron aún estaba pendiente del jinete. Segundo puyazo sin colocarlo, ya escarbando y corneando el peto al notar un puyazo trasero. Tanto en este, como en los demás toros, se habría agradecido mucho una tercera entrada al caballo, para así ya aclararnos definitivamente su condición, pero aquello de reducir la suerte a dos puyazos, con todo nuestro reconocimiento al señor Corcuera, que aparte de patadas en la puerta, a la Fiesta se la dio unas veces en el trasero y otras en la entrepierna. Pero estábamos en el cuarto de la tarde, que se dolió en banderillas y que cortaba una barbaridad por el lado izquierdo. Vicente ni tan siquiera hizo amago para alargarle el viaje al Ibán, que a pesar de lo feo que había hecho, seguía el engaño, al que buscaba al volver tras cada muletazo. Muchos pases y mucho enganchón, que era lo que menos le convenía al animal. Luego un desagradable mitin con once descabellos, lo que los vikingos aprovecharon para herir sin misericordia alguna a los maltrechos corazones de nosotros los indios. ¿Qué creían, que no les iba a sacar el tema? Si no pienso casi en otra cosa, pero en fin. Prosigamos.

Quizá haya a quién todavía le dé la memoria para recordar a aquel Alberto Aguilar valiente, voluntarioso y que al menos intentaba hacer el toreo. Pues sigan recordándolo, porque la realidad de ahora es muy diferente. Le salió el que hasta el momento podía ser el toro de la feria, que no cuidó nada en el caballo, siempre hablando de ponerlo en suerte, mal en la primera, correctamente en la segunda, que tras verle empujar con fijeza en la primera y el piquero dándole estopa, un segundo encuentro en el que se arrancó pronto y de lejos, aunque apenas recibió castigo, cuando el público pedía que fuera una tercera vez, el matador decidió cambiar el tercio. Cuentan que es que decía que si no, solo iba a durar tres tandas; ¿y qué? Más valen tres buenas, que los mil trapazos que nos atizó. Acudió a la muleta de largo, citándole Aguilar dándole distancia, para después embestir con codicia, comiéndose la pañosa y casi al que la sujetaba. El matador no daba más que para meter el pico, carreras para recolocarse, no puediendo impedir que se la tocara constantemente y a cada muletazo daba la sensación de que el toro se le iba yendo. Acabó acortando las distancias, a ver si así cesaba ese aluvión de embestidas, ese torrente de boyantía, al que incluso se atrevió a matar a la suerte contraria. No sé por falta de pericia, porque no se enteró de lo que tenía delante o para ver si así se arrancaba menos. Y los que creían hacerle un favor concediéndole una oreja, incluidos los mulilleros, hoy especialmente poco hábiles, le obligaron a pasear esa oreja de la vergüenza y a tener que ver la cara de tantos que le dijeron que no, no y no. Al quinto le recibió con capotazos sin criterio, lo llevó al caballo a base de tirones, sin templar esas primeras embestidas. Lo dejó de cerca, puyazo trasero, tapándole la salida, mientras el de aúpa se aplicaba con el palo. Igual en la segunda vara en la que el animal se arrancó con alegría, aunque tardeó un poco, quizá más por la mala colocación y la poca fortuna del picador. Muchas dudas cuando el matador tomó la muleta, el Ibán con tendencia a quedarse corto, sin que el matador intentara evitarlo. Revolcón montado sobre el pitón y afortunada y milagrosamente, el pitón no le caló. Tras una primera tanda con ímpetu, el toro acabó aburrido y no pensaba en otra cosa que irse a tablas. Mis dudas es si este hecho se produjo por mansedumbre, de lo cuál no estoy muy convencido o por hartazgo y a consecuencia de la nefasta lidia que se le aplicó.


Víctor Barrio volvía a la plaza en la que tantas tardes, quizá demasiadas, actuó en el pasado. Le tocó un toro que rara avis, remataba y todo. Puyazo trasero en la primera vara y metido debajo del peto en la segunda. Se dejaba sin más, sin que el castigo fuera nada extraordinario. A las embestidas claras y nobles respondía el segoviano con pico, retorcimiento, enganchones, cite fuera de cacho y carreras para recuperar el sitio. Una lidia nefasta, dejando la sensación de que el de Baltasar Ibán se fue sin torear. Larga de rodillas como bienvenida al sexto, para después no poder quitárselo de encima. Dos puyazos traseros tapándole la salida y apretando con el palo. Se dolió en banderillas y en la muleta se puede afirmar que el matador no le entendió, no lo vio. Entre pases adocenados se le iba yendo el toro, que al final se le aquerenció, mientras él ya solo pensaba en péndulos y arrimones, para ver si conquistaba con vulgaridad lo que no había podido con toreo. Y es que ya de salida la de Baltasar Ibán se lo dejó muy claro a los matadores “o me toreas o nanay, pero trapazos, ni medio”.

Enlace programa Tendido de Sol del 30 de mayo de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-del-30-mayo-de-audios-mp3_rf_11711793_1.html

sábado, 28 de mayo de 2016

Rayo McQueen gripado

Puestos a correr, que sea con alegría


Ya estamos, ya estamos, ¿qué creen que voy a hacer el chiste fácil del Fandi echándole carreras a un coche de dibujos animados? Pues están ustedes muy equivocados, yo no infravaloraría así a este torero y ustedes no deberían hacerlo, porque merece un respeto y ese respeto se lo voy a otorgar yo ahora mismo. Ya vale. El Fandi no va a correr con un coche de los dibujos, El Fandi es mucho más, El Fandi le echa una carrera a Alonso, Hamilton o Lorenzo, Pedrosa y Rossi y en dos vueltas les saca tres de ventaja. Y eso con zapatillas de mojado, que con las otras, las lisas, ni salen de la parrilla. Pero, ¿qué creen, que este es el único rayo veloz? Eso es porque no han visto los trallazos, aparte de El Fandi, de David Mora o López Simón. ¡Chico! Que velocidad al correr la mano; si tienen que acabar con las bielas descalibradas. Y lo mismo con el derecho que con el izquierdo.

Que el Fandi tiene fama de correr rápido, pero es que también corre mucho rato seguido y los trastos los mueve muy rápido, es pura velocidad. El hombre quiere agradar, lo pone todo, pero es que tiene muy poquito que poner y como decían los clásicos, lo que Natura non da, Salmantica non presta, y de voluntado solamente no se puede vivir. Larga de rodillas a su primero, verónicas rodilla en tierra y el toro suelto por el ruedo, se fue suelto al caballo y fue notar el palo y salir pegando brincos como alma que lleva el diablo. Fue una tercera vez en el nueve, que a ver si alguien les enseña a los picadores y a los maestros cuál es el sentido de la lidia, al contrario de las agujas del reloj. ¡Aaayyy! Si ahora son digitales. Pues nada. En esa tercera vara cabeceó como un desesperado. Ya apara entonces no parecía que se pudiera arreglar aquel caos en el ruedo. El granadino puso banderillas, por ambos pitones, y ahí lo dejo, las clavó y punto. Del cómo es mejor callar. Con la muleta nos hizo añorar las banderillas. Imagínense ustedes. Y en este y en el siguiente, al entrar a matar se le cayó la muleta al suelo, ¡la pulserita de Wii! En el cuarto se vio sobrepasado ya de salida. En la primera vara el toro se derrumbó bajo el peto y en la segunda le pegaron bien mientras le tapaban la salida. Y no piensen que intentó poner el toro en suerte, déjense de bobadas. Más banderillas y... Pasemos a la faena de muleta o quizá casi tampoco. Pico, banderazos, carreras y trapazos, sin parar quieto ni para pedir un taxi.

Las ganas de ver a David Mora que tenía el público, pero al madrileño le cambiaron la tila por valeriana y, ¿qué quieren que les diga? Con una Puerta Grande ya vamos tirando unos meses, tampoco hay que ser avaricioso. Incluso hubo algunos que recordaron al Mora de antes, a aquel al que se le iban los toros a medio hacer, casi ni vuelta y vuelta. Capotazos al aire, mal colocado en la lidia, achuchón comprometido por el derecho y al toro ni se le reprendió en el caballo. Incómodo en la muleta, sin pararse y metiendo pico desde fuera y con la muletita retrasada. Revolcón y hasta se pensó en que eso acarrearía trofeo, pero tanta fue la sosería, que el personal no se animó. Al quinto le recibió con unas verónicas “esaborías”, le puso de lejos, puyazo muy trasero y el toro queriendo meter los riñones, más cuando le tapaban la salida. El animalito no se aguantaba de pie, pero tomaba bien la muleta. Lástima que en lugar de encontrar temple, se le ofrecían trallazos, lo que dificultaba aún más el quedar en pie. Con la buena medicina que es el temple, pero para extender estas recetas hay que ser doctor en tauromaquia y no un simple ATS (Ahora toreamos separaos).


Seguro que ustedes recordarán las tardes verbeneras del año pasado, ¿a que sí? Igual hasta recuerdan que López Simón fue uno de los más beneficiados de aquel desquicie colectivo. Pues hoy, un año después, el madrileño parece que ha tirado por lo fatuo y no por lo fundamental, por la teatralidad y no por el toreo. ¿Tendrá que agradecérselo a quien le debería guiar y aconsejar? Su primero se le metía encima, incapaz de ponerlo al caballo, entre otras cosas para no picarle. Pasó mucho tiempo acoplándose y no sé si lo consiguió. Pico, trapazos que hacen que el toro se desmorre contra la arena, muy fuera de cacho, el toro tambaleándose mientras él se limita a acompañar la embestida y como no daba para más, pues arrimón que te crío. ¿Realmente esto es necesario? Eso sí, siempre hay un palmero autorizado que en solitario comienza a aplaudir, para ser secundado por el resto de la plaza. ¿Ustedes conocen Benidorm? Y como si fuera un grande entre los grandes, ante las protestas por ese toreo tan... Bien, ante las protestas, castiga al personal con su toreo. Ahí lo llevas. Entera muy, muy, pero que muy trasera. Y el caballero se queda plantado en el tercio del uno, mientras el toro ya andaba buscando dónde caer allá por el cuatro. Grotesco. Le tocó el sobrero de Salvador Domecq, al que dejó corretear a placer, algo que ya viene practicando demasiadas veces. Fue al caballo las dos veces al relance, no se le picó y el toro se durmió bajo el peto. Con la muleta acabó toreando en toriles, sacudiéndonos en toda la jeta una faena eterna, insustancial, insulsa, aburrida, vulgar. El respetable entre cabezada y cabezada podía comprobar con desesperación que allí seguía el chaval. ¿Es que esto no se va a acabar nunca? Si al menos se hubiera templado algún toro en toda la tarde, pero no aquí todo eran prisas y más prisas. Ya ven así no cabía otra y solo sacamos en claro que con tanta exigencia, al final, Rayo McQueen gripado.

viernes, 27 de mayo de 2016

La pulserita del mando de la Wii

Los montados se van perdiendo en la penumbra


Estábamos allí reunidos en contubernio en la grada del seis, discutiendo y aportando soluciones a esa plaga que asola los ruedos de España, Francia, América, Sebastopol y planetas adyacentes: las muletas que salen volando de las manos de los matadores a la hora de entrar a matar. Que es perfilarse y el trapito ya está volando, o mejor dicho, cayendo entre las pezuñas del toro. Con lo feo que eso queda. Que yo sé que el público lo aplaude, lo jalea y hasta lo comenta por guasapp: Chari, que ha tirado la muleta al suelo LOLOLOL, Jajajaja. Me parto xq es lo + de lo +. Y la Chari lo flipa. Pero es un mal a remediar y por eso andábamos allí arriba ofreciendo soluciones. Ha habido cosas interesantes, pero difíciles de poner en práctica, como el que se le clavara la muleta con chinchetas a la palma de la mano, pero se desechó por el engorro de la sangre; Pegar un trozo de velcro con loctite, a la palma, pero lo malo era que el velcro ya hacía masa con el pellejo e imagínense esa mano acariciando la carita de la novia, la madre, la hija, la hermana... No resultaba operativo. Pero llegó Daniel, chico con estudios y que sabe lo que se hace y nos dio la solución, ¡Eureka! Pues que se les ponga una pulserita como en el mando de la wii. ¿Ustedes se imaginan? Se acabaron las penas para Fandiño, Garrido, Padilla, Roca Rey, Ureña, El Juli y tantos y tantos afectados de ese mal de “la tiro porque me da la gana”.

Que no se crean que el invento de la pulserita es la solución a todos nuestros males, pero bueno, ya estudiaremos como vencer eso del pico, la pierna atrás, el trapazo destemplado, las carreras, los enganc... ¡Uff! Mucho que arreglar, ¿no? Casi mejor empezamos por algo mucho más sencillo, como acabar con la golfería en España. Pero mientras se solucionaban estos problemillas, se hacía presente en Madrid Juan José Padilla, ese torero que tan buena conexión tiene con la plaza de Madrid, ese torero tan del gusto de la afición de las Ventas. ¡Eeeh! Oiga a mí no me digan nada, yo solo me remito a las palmas y olés que le han dedicado mientras correteaba para banderillear  peor que un peón o para pegar trapazos quitándose a los toros delante como podía. Henchido de valor se fue a portagayola en el primero de la tarde. Empezábamos fuerte, un órdago en toda regla. El de Parladé salió despistado y casi le hace una cobra taurina al maestro de Jerez. Verónicas con el pasito atrás y hay que destacar una cosa, Padilla no pone a los toros en suerte, lo hace el peón de brega, además muy eficazmente. Así debe ser. Lo que ocurre es que el matador debe sacarlo del caballo y este se inhibió, pero que conste que se fijaba mucho en como lo hacían los de su cuadrilla, ¿eh? Que no andaba por allí como despistado. El de Parladé cumplió sin más en la primera vara, dejándose pegar. En la segunda ya no hubo castigo. Padilla tomó los palos y en el primer par, incomprensiblemente se quedó en la cara del toro, encunado entre los pitones, llevándose un buen trompazo. Otro de dentro a afuera y el del violín. Con la muleta anduvo un pelín perdido, pero no mucho ¿eh? Que luego dicen que si... Mucho trapazo, pico y carreras a cada momento, no corriendo bien la mano y quitando el trapo de golpe de la cara del toro. De repente, como si se sintiera poseído por un alma adocenada, se puso a hacer el péndulo y a dar pases invertidos, más un bajonazo de cuidado. Pero la gente aplaudía a aquello y a esto, ¡Fiestaaaaa!

Al cuarto le saludó rodilla en tierra, lo que empieza a agradecerse, porque así los toreros no tienen forma de echar el paso atrás. Otra cosa es como maneje el capote y que al final, acaban poniéndose en pie. En el caballo le pegaron al toro, que se dejaba, en el primer puyazo y ya en el segundo se redujo a cumplir el trámite. Más banderillas, siempre manteniendo la distancia de seguridad, bien apartándose, bien clavando a toro pasado. Volvió a echarse de hinojos, recordando a la troupe del Bombero Torero. La de siempre con la muleta, para acabar ahogando la embestida del toro, echándose casi encima de él. Una faena de dejar pasar el tiempo, hasta el momento en que con la espada, el toro desarmó a Padilla. Y hasta aquí el San Isidro del jerezano, del que seguiremos disfrutando en los programas del señor Molés, mostrando esa dureza en los juicios tan propia del equipo de los toros en la radio. Si es que se me ponen los pelos de punta con esa crudeza con que no dejan títere con cabeza. Son tan duros, tan duros, como la crema pastelera.

Fandiño volvía y se iba al fin de este San Isidro, que da la sensación de haberle sorprendido; es como si hubiera pasado del día de San Antón al mes de mayo, así, en una noche. Muy desorientado, se lió a trapazos con su primero, dándose la vuelta para ceder hasta los medios. El animal fue al caballo con la cara alta y cabeceando, saliéndose suelto. La segunda se redujo a un cabezazo y a escapar. Se dolió una barbaridad en banderillas, casi tanto como lo hizo el toro que el año anterior fue premiado como el más bravo de la feria. Tomó Fandiño la muleta, así como desafiante, como soltando un “aquí estoy yo” y fue asomar el toro y no pararse quieto un segundo, enganchones continuados, carreras y el toro que le comía terreno a cada pase. Se vio absolutamente superado por el de Parladé y muy poco confiado. La montó con la espada y el toro acabó echándose de aburrimiento.

En el quinto, un pavo, hasta se quedó quieto en alguna verónica, las del pitón izquierdo. No está mal, el 50%. Como el picador, en el primer puyazo e agarró en buen sitio y hasta parecía medir el castigo, pero en el siguiente, solo hizo que dejar el palo trasero. Comienzo de faena en los medios, tanda un poco acelerada, pero que recordaba a aquel Fandiño en fase ascendente, con carencias, pero queriendo, pero enseguida se le pasó el arranque, ¡Uff! Se habían sobresaltado, ¿verdad? Pues nada, cálmense, el de Orduña sigue en ese bache en el que parece que se metió el día de los seis en Madrid. Siempre citando desde fuera, tirando del pico de la muleta, teniendo que recuperar el sitio, se lo llevó al tercio y allí el toro no apretaba tanto, pero se defendía más y se le echaba más encima. Pases de uno en uno, arrimón, martinetes y el rapo a volar a cobrar una entera caída.


Y llegamos al que para algunos era una de las pocas esperanzas que nos quedan en este mundo, José Garrido. No sé si le habrá aclarado las cosas al personal, pero se ha definido y de forma categórica y concluyente, como un torero pesado, vulgar y chabacano dónde los haya. Latigazos de rodillas a la verónica, acelerado y unos tirones que además de feos, pueden ser peligrosos. Dejó al tercero sin picar y puede que al final acabara pagándolo, o al menos esa era la sensación, cuando en los primero muletazos el Paladé iba comiéndoselo pase a pase. Estaba demasiado entero y el extremeño no parecía ni dispuesto, ni capaz, de arreglar con la muleta lo que no se hizo en el caballo. Mala colocación, carreras, banderazos y cuando la parroquia creía que ya terminaba, otra retahíla de trapazos. El sexto tuvo que sufrir a un picador que en el primer encuentro marró con la vara, para después dormirse en el peto; en la segunda vara le tiro el palo y le cogió en buen sitio, pero ni le picó, ni le regañó, ni tan siquiera le puso mala cara. Eso sí, los aplaudidores se ganaron el sueldo y si algunos vislumbraban un toro bravo, lo confirmaron en banderillas cuando el Parladé se dolía con descaro. No, no, no me miren así, ¿no se han enterado que los que se retuercen al notar las banderillas son los bravos? Y vuelvo al Alcurrucén premio de la feria del año anterior. ¿Que no lo entienden? Toma, ni yo tampoco. Pero cosas de la modernidad, el toro iba con bondad a la muleta, pero había que estar firme y torearle, mandarle en las embestidas y a partir de ahí, cualquier cosa y además buena. Pero lo de Garrido parece que nada tiene que ver con eso, con torear. Multitud de trapazos como tantos y tantos que vemos, con los mismos defectos de todos, que ya son norma y que muchos se resignan con que es lo que hay y hay que adaptarse a ello. Yo no puedo y miren que lo intento. Llevo intentándolo desde que asomaron los grandes pegapases, Espartaco, Ojeda, Juan Cuéllar, Litri... Y a José Garrido, además hay que añadirle lo de la sosería, ¡qué aburrido! Que pan sin sal. Enganchones, trapazos y de repente un desplante de rodillas, para coronar ese canto a la ramplonería, en la que el toro iba a más, sin parar de embestir, comiéndole la merienda y empezando a acusar ese no saberle hacer las cosas cómo el animalito exigía. Arrimón, pases de uno en uno, para terminar soltando la muleta al entrar a matar. Y quizá ya sea hora de poner en práctica la solución que aportó Daniel: la pulserita del mando de la Wii.

jueves, 26 de mayo de 2016

Vosotros sois los antitaurinos

Y con la matrícula, le regalamos una faja para prevenir lesiones lumbares


Lo que se nos han contrariado las figuras en la corrida de Jandil..., perdón, El Vellosino. Lo que se nos ha contrariado don Julián López y toda esa caterva de seguidores interesados, algunos a pie de micrófono, que ven la realidad como todos, pero que se aplican en su función de confundir y decir lo que les puede ser más beneficioso. Y esta claro que la verdad no les viene demasiado bien. Tienen muchos que tapar y que quieren seguir tapando, ante la aquiescencia de los aplaudidores que se pegan con su padre por defender las doctrinas del oficialismo taurino, sin pararse a pensar que esto, la tauromaquia, como a ellos les gusta llamarlo, los toros, el toreo, como se le ha llamado siempre, se nos va. Perdón, mejor dicho, lo están enterrando. Mientras esos aplaudidores dan palmas con las orejas cuando ven dos trapazos seguidos, que intensifican su ardor cuando protestan los de enfrente y que se afanan en pedir silencio, como si estuvieran en misa o en la ópera, pero no. Cuando vayan a entrar en ese edificio tan bonito, párense un momento y miren que dice: Plaza de Toros” .

Ya de inicio arreciaron las protestas, ¿están locos? No, no están locos, simplemente era el hartazgo de tanto abuso, del cambio de ganado porque lo anunciado era impresentable, porque es una historia que se repite año tras año, año tras año, año... siempre cuando asoman las figuras y en los últimos tiempos, especialmente, cuando asoma don Julián, quién sigue en su empeño de manejarlo todo para su comodidad y si detrás de él deja la Fiesta sembrada de sal, pues que la desalen, ¿qué más le da a él? Esta divinidad de la Tauromaquia 2.0 que da muy pocas muestras de esa sabiduría que le cantan. Es más, en la Plaza de Madrid aún estamos por verle algo, un rasgo, un leve asomo. Un figurón que en sus dos toros se limitó a trapacearle con el capote, de lejos y sin meter en el engaño a ninguna de las dos fieras corrupias. Ni ponerlo en el caballo, que lo mismo lo tiraba por ahí, que lo encerraba entre las dos rayas. Incapaz de fijar a ninguno de los dos, a los que, por supuesto, no se les picó, se les simuló la suerte, ¿para qué más? Pasados estos trámites, don Julián toma la muleta para soltar una retahíla infumable de trapazos, sin gusto, basto, sin marcar y seguir una línea sobre la que construir una faena, pero no da para más que un toreo adocenado, vulgar, con mucho pase lo mismo por uno que por otro pitón, retorcido, largando tela para echárselo fuera, en los terrenos por los que ande el toro, no en los que marque el buen sentido lidiador que se le supondría a un maestro. Para culminar todo con esa forma tan “personal” de apiolar al toro, que muchos piensan, que pensamos, que es digna de cualquier matarife y no de un matador de toros, pues los toreros tienen que procurar no verse cogidos, claro que sí, pero dando una opción al toro. Eso es el toreo, esa es la tauromaquia, que nada tiene que ver con el engaño, con la trampa, ni con esos ardides tan “personales”. Y me gustaría poder relatar lo que fue su toreo, pero lo que no me apetece es pararme en estas formas que no entiendo, ni quiero entender. Pero nada, el año que viene otra vez. Pues aquí seguiremos.

Pero lo peor de todo esto es que estos males no son exclusivos de don Julián, porque desafortunadamente la trampa tiene fervientes seguidores y destacados discípulos de la pantomima. ¿Qué me dicen de don Miguel Ángel Perera? Lo parecidos que será, que hasta en eso de la lidia parecen un calco, sin fijar al toro, sin ponerlo en suerte, que si al relance, entre las rayas, metiéndolo debajo del peto, para que ni se roce a los toros con el palo. ¿Esa es la maestría? Eso es lo que ellos se creen, esa es la idea que tienen de este negocio, que no Fiesta. Lo reducen a un ir dejar pasar el tiempo, hasta el último tercio. Imaginen ustedes lo pendientes que estarán de lo que es la lidia, que igual Roca Rey, que López Simón, en el segundo tercio, cuando debían estar pendientes de los banderilleros, no se les ocurrió otra cosa que ponerse a torear de salón en medio del ruedo ¿Cabe mayor...? Pero es lo que aprenden de estos maestros. Maestro como Perera, que lleva soltando el mismo repertorio desde hace años, con el ceño fruncido y como si no quisiera estar en Madrid. Pues muy fácil, que no venga, que no vuelva. Que ese liarse a pegar sartenazos nos cansa, nos aburre. Nos desespera el que un toro se quiera ir a tablas después de dos muletazos, porque nadie lo ha lidiado, nadie le ha mandado y al final acaban cansándose, como ocurrió en su primero. Que estos caballeros se piensan que el toro tiene que salir ya dispuesto para aguantar su “arte”. Ese arte que ellos mismos usan como arma ofensiva. Que no puede ser señor Perera que tras aburrir, tras desesperar en el quinto de la tarde y ante las protestas de los tendidos, como castigo no se le ocurra otra cosa que seguir toreando. ¿En tan baja estima tiene su labor que la utiliza para castigar al crítico? Pues ya me lo ha dicho todo. Lo de los bajonazos ya lo dejo aparte, porque ya saben, de dónde no hay...


López Simón quizá se extrañaría de las reacciones del público, más cuando parece dar la sensación de querer ser un alumno aventajado de estos pseudofigurones del toreo. Hasta puede que se extrañe de que, haciendo algo muy parecido, a él le piden las orejas y a estos les tiran de las idem. Y razón no le falta, porque algunos le jalearon su labor, siguiendo el camino de dejar corretear por ruedo al toro hasta que se aburra; hasta tres vueltas le conté y todavía no paraba. Nadie era capaz de echar un capote y fijar al Vellosino. El primer tercio fue una capea en toda regla, quizá solo faltó la rubia atrevida que en todas las fiestas camperas se echa a la arena. Aquí no hubo rubias. Suelto, le llevaron al caballo al relance para no picarle ni en la primera, ni en la segunda vara, mientras echaba la cara arriba. Si el toro andaba justito, justito de fuerzas, ¿qué es lo mejor? Pegar trapazos por abajo hasta que se caiga. Su toreo de muleta es un corta y pega de lo que hacen sus maestros, pico, tirones, brazo estirado, pierna escondida, ante un toro con la cara a media altura. Que si no pincha, los había que ya pensaban en el despojo de turno. Tuvo que lidiar un sobrero de Domingo Hernández, feote, que como decía mi compañero de grada, parecía un novillote serio. No se le picó, si apenas se le rozó. En la muleta la tomaba bien por los dos pitones, pero el de Barajas se limitó a torear con el pico y a ahogarle la embestida. Mucho pase y ninguno bueno, aperreado por el lado izquierdo, sin pararse quieto, pegando tanda tras tanda, que no eran más que la evidencia del fracaso. Y así acabó el esperpento, toreros que no lo parecen y toros que no lo son, aparte de unas actuaciones que deberían ser respondidas por la empresa con la no presencia en ferias sucesivas, que a muchos les iba a alegras. Os quejáis, os quejáis y no os queréis dar cuenta de la realidad, y es que vosotros sois los antitaurinos.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Si ustedes lo dicen, me lo tendré que creer... o no

Cruzarse y dar el pecho, ¡Qué gran ilusión!


Si tantos lo dicen, será verdad, pero, ¿si lo dicen menos, es menos verdad? ¿La verdad se mide por la cantidad de adhesiones que consiga? Han sacado a David Mora por la Puerta de Madrid, tras haber cortado dos orejas a un bravo toro de Alcurrucén. Le ha aclamado la plaza, la petición ha sido mayoritaria, así que no hay más que hablar. Que no puede ser que tantos se equivoquen a la vez, ¿no? Si tantos aclamaron a Roca Rey hace unos días, ¿quién soy yo para dudar? Si otros tantos encumbraron a Ponce, ¿quién soy yo para dudar? Si también lo hizo Juan Bautista, ¿quién soy yo para dudar? Si en otras ocasiones esto lo vivió Castella o el Juli, ¿quién soy yo para dudar? Pues alguien que escucha lo que le dicen unos por un lado y lo que le cuentan después, que encuentra una gran contradicción entre hechos y palabras y entonces, duda.

Segunda de Alcurrucén, que nada tuvo que ver con la anterior que mató El Juli, Castella y Garrido. Una corrida muy pareja, con comportamiento variado y que, exceptuando al segundo, le ha venido muy mal el que les lidiaran de una forma tan nefasta. Empezando por Diego Urdiales, quién ha pasado por la feria como un fantasma sin alma, no sé si reservón o escaso de capacidad. Seguro que lo de que el peón recibiera a su primero fue una casualidad, que algunos agradecimos. Primer puyazo en mitad del lomo, mostrando el de Alcurrucén fijeza, pero sin pelear. Ausente de la lidia, empezó el trasteo con trapazos, mientras el toro le iba acorralando. Se dejó tocar mucho la muleta el riojano, enganchones y pico. En su segundo más ausente si cabe, permitiendo que la cuadrilla se entretuviera trapaceando a este cuarto. Muy suelto en el caballo, tras un picotazo en el segundo puyazo se inició una persecución del pica detrás del toro. Una lidia bochornosa por parte de la cuadrilla, que el espada no supo enderezar. Lo de la muleta no merece ni ser reseñado.

El segundo salió frenándose ante el capote de David Mora, haciendo regates al matador. Verónicas aseadas de recibo, cumplió en la primera vara y desde más lejos, por accidente, para recibir un picotazo en buen sitio. Replicó Mora un quite de Roca Rey, este por todos los palos, aquel por gaoneras a trallazos. Comenzó la faena intentando uno por detrás, pero el toro le arroyó y le levantó por los aires, cayendo de fea manera. Se rehizo el espada y siguió con tanteo por ambos pitones, con la muleta atravesada. Derechazos con mucho pico y dejándosela tocar demasiado. Otra tanda del mismo corte, uno toreando, pero retrasando mucho la pierna de salida. Pases apelotonados, uniendo uno con otro sin acabar de rematar el primero. Mejor al natural, algo mejor, mientras el toro no se cansaba de embestir. la muleta siempre atravesada, estocada más que caída y dos orejas, más vuelta al ruedo al toro. Y no digo nada, ahí está lo que yo vi. Eso sí, no se me quejen de que fulanito o menganito meten el pico y esconden la pierna de salida, ni que en Sevilla se indulta o se deja de hacerlo, porque vale que quieran pedir las orejas que quieran y las vueltas al ruedo que les apetezcan, eso no es cosa mía, pero lo de las ruedas de molino, no, por ahí no. Con los dos trofeos en el esportón, David Mora levantó el pie y decidió no complicarse la vida, mucho mantazo, el toro sin picar y con la franela, que ya no lo es, derechazos sin someter el calamocheo del Alcurrucén, que además salía con la cara alta en cada muletazo. Poca ambición y como no lo veía claro, tocó abreviar.


Roca Rey se despedía de Madrid hasta el año próximo, porque no creo que se apunte a ninguna sustitución, ni a Otoño. Tras el esperpento de su primer día, poco han variado sus formas, lo único que no hubo despojos. El tercero iba rebrincado y ante eso y tras un desarme, la solución del peruano era apartarse. Empujó en el caballo en el primer puyazo, con fijeza, pero no le castigaron apenas, igual que en la segunda vara, trasera. Luego muletazos de todas las formas posibles, pero con un denominador común, pico, falta de mando, tirones y el Alcurrucén sin saber de qué iba aquello, su matador no fue capaz de vislumbrar su condición. Roca Rey le hizo peor de lo que pudiera ser, que por otra parte tampoco lo era, pues cuando le movían la tela con reposo, aún por accidente, la seguía y todo. El espada se vio sobrepasado en todo momento, pues dónde se le pedía toreo, él ponía chabacanería. Al sexto le sacudió un latigazo con el capote que le dejó descoyuntado al pobre animal. Medio se rehizo y aguantó una lidia de trámite, picotazo para irse suelto hasta el de puerta, donde le dieron lo suyo mientras le tapaban la salida. A raíz del primer mantazo se mostró descoordinado en varios momentos, pareciendo incapaz hasta de dar un paso. Luego lo de siempre, sin dar la sensación de poder ni con el inválido. Su truco parece que es el dejar que el toro pase de un lado a otro, sin molestar y aprovechando para acompañar, porque si de poder y mando hablamos, ahí sí que se nos pierde el elegante y garboso Roca Rey. Pero si me quieren contar que es un joven maestro en el cuál tendremos que depositar nuestras esperanzas, pues hala, nos tapamos la nariz y lo hacemos, igual que si me afirman que Mora hizo el toreo del mismísimo Cagancho, pues uno pondrá todo de su parte para hacerse a la idea, porque si ustedes lo dicen, me lo tendré que creer... o no.

martes, 24 de mayo de 2016

Novilleros LOMCE, ¿los derogarán tras las elecciones?

¿Tan escondido está el hoyo de las agujas?


Si no fuera porque vienen las elecciones y todo se nos va a arreglar, incluido esto de los toros, estaría que no me llega la camisa al cuerpo. Para que luego digan de los políticos, que no hacen otra cosa más que crear problemas, que enredan lo que no está enredado y lo que lo está, lo prohíben y así es como si dejaran de existir. ¿Saben eso de los niños que cierran los ojos y ya se creen a salvo? Pues eso, pero legislado como se debe. Después de pasar por las urnas, seguro que se derogará la LOMCE taurina y harán un nuevo plan de estudios. Porque eso es lo que se hace siempre, ¿no? Un plan por cada legislatura. Aunque no parece que podamos albergar esperanzas en que se recupere el latín, seguiremos sin toros que sepan latín; ni la filosofía, esa que hace entender lo que es vivir y sentir en torero.

Los de la Ventana del Puerto ni sabían latín, ni se plantean matricularse en una academia del plan antiguo. Alejandro Marcos, Joaquín Galdós y Juan de Castilla, más bien parecen aspirar a hacerse doctores en Trigonometría Aplicada y Ciencias del Universo por la Universidad de Berkley, despreciando eso de aprender el oficio de torero, que es menos rimbombante, pero jodí... de cojo... Si será difícil este oficio, que muchos han quedado en el intento. Alejandro Marcos, salmantino, criado en tierra de bravo , se debió de marchar con una beca Erasmus a Lovaina dónde eso de la lidia, el mando y el poder, además del temple no lo trabajan; igualito que Marcos, que tampoco lo trabaja. Con el capote anduvo por allí, bailando al novillo con capotazos insulsos. El castigo en el caballo fue nulo, echando la cara arriba y peleando de lado. Con la muleta pico y más pico pasándose el animal a una distancia más que considerable, para que las embestidas de mulo no le alcanzaran. Multitud de pases por ambos pitones, sin saber aprovechar la escasa mejora por el pitón izquierdo, torciendo demasiado la muleta. Una faena eterna, aburrida, sin garbo alguno, que culminó en un revolcón que le propinó el de la Ventana, arrollándole, haciendo caer al chaval de muy fea manera, saliendo visiblemente conmocionado del percance. Hubo petición y vuelta al ruedo, quizá más por la sensibilidad a flor de piel del momento, que por los méritos contraídos. En su segundo hasta medio manejó el capote con cierta soltura, pero solo hubo que esperar al momento de ponerlo en el caballo, para darse cuenta de que no. Se le castigó más de lo habitual en las dos varas, estando a punto el ventanero de descabalgar al montado. En el último tercio Alejandro Marcos daba la sensación de estar a merced del animal, que entraba en le engaño pegando cabezazos. Ausencia total de temple y dejando que le tocara mucho el engaño. Una faena larga en exceso, pero sin ofrecer nada de valor al aficionado.

Joaquín Galdós veroniqueó a su primero con quietud, incluso medio llevó el toro al caballo, para que el novillo se retorciera sin disimulo al notar el palo, para una vez hecho a la idea, acabar empujando. Lo de la segunda vara fue un esperpento en el que el picador casi descabella a su oponente, que buscaba sin cesar el refugio de las tablas. Muy soso en la muleta, siempre con la pierna de salida retrasada. Por momentos incluso la presentaba plana, pero retrasada y citando al hilo, para continuar estirando el brazo en demasía. Unas maneras que le valdrían para convalidar la lengua de primero, pero que nada le ayudaban a eso de torear y torear bien. En el quinto volvió a mostrar soltura con el capote con un novillo que cabeceó mucho en el peto, sin que se le picara apenas. Con la muleta lo de siempre, pico, enganchones, cite muy fuera, mientras el toro solo pensaba en marcharse al abrigo de las tablas. El bajonazo final no es posible calificarlo, si acaso lo correcto habría sido castigar a este novillero sin recreo para todo lo que le queda de vida de aspirante a matador de toros. Algo infame.


Juan de Castilla se ganó su presencia en su anterior comparecencia en este ruedo, aquel día de los cuatro novillos y las cuatro estocadas. Vueltas y más vueltas a su primero, sin saber por dónde meterle mano y permitiendo que le acribillaran con dos puyazos muy traseros. El novillo tenía mucho que torear e incluso hasta le aguantó, pero sin ser concluyente. Quizá un tanto acelerado y sin acabar de decidirse por el sí o por el no. En el que cerraba plaza cabe destacar un intento de llevar el toro al caballo con un vistoso galleo, pero o se le hizo demasiado largo el trayecto o le faltó galleo para cubrir la distancia hasta la guata. Muy mal picado, lo mismo en la paletilla, que en mitad del lomo, aparte de eso tan feo de la carioca. El final llegó tras un trasteo larguísimo y aburrido y la sorpresa de no haber podido reeditar la maña con la espada del día de las cuatro estocadas. Y ahora, cada mochuelo a su olivo y si aún creen en las hadas, quizá les quede la duda sobre los novilleros LOMCE, ¿los derogarán tras las elecciones?

lunes, 23 de mayo de 2016

San Modorro mártir, obispo de Tricondia

Lo que se complican algunos con las banderillas


Tan larga es la feria de San Isidro de Madrid, que durante ese mes que dura, da tiempo a homenajear al santo patrón de la Villa y Corte y a otros que también merecieron el tiempo, estudio y dedicación de los hagiógrafos. Y casualmente, todos los 22 de mayo se celebra la festividad de San Modorro, el obispo de Tricondia, que fue martirizado durante varias semanas, obligándole a ver todos los días una corrida, o novillada, de la Tauromaquia 2.0. Según las fuentes, hay quién afirma que entre medias se incluían cuatro festejos de rejones, pero voces autorizadas de la medicina forense aseguran que eso es imposible, que no hay cuerpo que lo aguante, por muy obispo que se sea. Y aunque aún hoy en día sigue viva esa disputa, en lugares como las Ventas, se sigue honrando a San Modorro. Para conseguir que tal celebración sea un éxito hay que empezar por la elección de la ganadería, en este caso Las Ramblas, justitos de presencia, que en algunos momentos han sacado alguna complicación, sin estridencias, pero que se han dejado en la muleta, si acaso habrían lucido bastante más con una mano poderosa y no plantándose a ver qué pasa. Y para poner la guinda, Un Cid que está cómo está, un Ureña que nada ha tenido que ver con el del día de la piscina y Jiménez Fortes, que, que... Jiménez Fortes.

El Cid cumplía su primera tarde este año y no se pregunten por qué, dejémoslo en un habitual que parece que nunca va a dejar de serlo. Incapaz con el capote, consigue que las lidias sean un verdadero despropósito, con el toro corriendo a su aire, que para ponerlo al caballo lo tiran y no lo colocan, para que el animal mostrara cierta fijeza, le taparon la salida, para acabar saliendo disparado en dirección a terrenos de toriles. En la segunda vara ya cabeceó en el peto, para seguir suelto por la plaza. El toro estuvo complicadito en banderillas y le tocó bregar de lo lindo a Curro Robles. El Cid comenzó arrancándole una serie de naturales a regañadientes. Por el derecho no hacía ni amago de entregarse, con la cabeza a media altura y el matador descentrado, mucho pico, carreritas y tratando de quietarse aquello de encima. En su segundo, de Buenavista,  capotazos rectificando siempre, le desarma y vuelve a dejarse ir, sin gobernar la lidia lo más mínimo. El animal lo más que hizo en el caballo fue dejarse, aparte de salir en la segunda vara escopetado al notar el palo y dar la sensación de querer empujar en una tercera entrada. La labor del sevillano con la muleta fue lo mismo que viene desarrollando desde hace años, muy vulgar, llegando incluso al arrimón como último recurso, mucho pase acompañando, abuso del pico, tirones y estirando mucho el brazo, rematando delante y a lo lejos. Así es difícil reconocer a El Cid que cada día nos cuesta más recordar.

Paco Ureña regresaba tras el diluvio y con el público muy a favor, reconociéndole su valor en tarde tan difícil. Venía sin acabar de reponerse de su percance en Francia y se le reconoce el esfuerzo, pero si decide vestirse de luces y las cosas no ruedan, por favor, y quizá les parezca duro, pero no me vengan con que está mermado de facultades, porque si es así, hay otros compañeros dispuestos a cubrir su plaza. Primero por el aficionado, que paga por un espectáculo íntegro en todos los aspectos y segundo y más importante, porque lo primero es la recuperación del hombre y luego, todo lo demás. A su primero apenas se le pico. Luego en la muleta, la faena transcurrió tirando del toro con el pico de la muleta, lo mismo que cuando se plantó citando de frente, pero ofreciendo la muleta torcida. Derechazos siguiendo la misma tónica y hasta apelotonándosele los muletazos, que más que dominar la embestida,  la acompañaban. Se tiró a matar derecho como una vela, aunque cayó defectuosa. Le habrían pedido la oreja, pero el descabello lo evitó. Decidido se fue en su segundo a portagayola y el gesto acabó en un barullo. Capotazos desiguales, para acabar llevando el peso de la lidia Curro Vivas. Descabalgó el de Las Ramblas al montado al segundo cabezazo. Siguió sueltísimo por el ruedo, sin saber el motivo, le cambiaron la lidia y le picaron en el 5. Se le pegó a base de bien mientras no paraba de tirar cornadas al peto y el matador, ausente. Muletazos por el pitón derecho, el toro calamocheando en algunos momentos, dando la sensación de peligro, a lo que Ureña respondió con un toreo sin mando y poco convincente. Trapazos con la izquierda y el toro se lo comía y en tales circunstancias acabó siendo arrollado. Se rehizo el espada e intentó citar de frente, pero con la muleta echándola fuera. Parecía el murciano uno de tantos, no dando esa versión de arrojo y verdad de tardes aún cercanas en el tiempo. Pinchazo hondo y una entera rinconera soltando la muleta, para que el público le diera una oreja. Bueno, ha habido cosas peores, pero mal haría en regocijarse con este despojo, pues no corresponde ni a lo hecho en la plaza, ni mucho menos a lo que de él espera el aficionado.


Jiménez Fortes  tuvo que vérselas con el sobrero de Julio de la Puerta, que salió que se comía los burladeros, pero en el caballo se le pasó el furor, primero dejándose pegar, sin apenas pelear y después ya haciendo sonar el estribo. Comiendo del malacitano con estatuarios, uno por detrás, citando de lejos, pero ofreciendo un toreo muy aburrido, muy moderno, repitiendo lo que hacen todos. Dejando que se la tocara demasiado, con carreritas entre los muletazos, acompañando el viaje. El buey que hizo sexto se le frenaba en los primeros lances, le amagó haciéndole un regate, Fortes no fue capaz de fijarlo en las telas, se fue suelto al de puerta, siguió correteando, un segundo puyazo yendo desde dentro de las dos rayas, no le tocan apenas, sigue de gira y al final en un tercer encuentro le dieron para ir pasando. El ruedo era un verdadero desbarajuste y para muestra el caos en banderillas. Con la muleta empezó por abajo, para tomar en la izquierda y quedarse al descubierto y verse desarmado. Trapazos que ni tan siquiera intentaban poner remedio a ese defecto de ir con la cara a media altura, para componer una faena de dejar pasar el tiempo sin más. Que no sé si habrá sido por la fecha que era, si por el fútbol, si por el fresco que amenazaba o si su empeño estaba en honrar al santo del día, San Modorro mártir, obispo de Tricondia.

sábado, 21 de mayo de 2016

Esto sí que es coherencia y sentido de la normalidad

Por favor, cuando piquen a los toros, que sea en silencio, que me despiertan al crío


Que mal rato he pasado desde que acabó la corrida del Puerto de San Lorenzo, hasta que la de Alcurrucén empezó a andar, digo el festejo, no lo que han mandado los señores Lozano, que eso era una colección de muebles de ocasión que no había cristiano que los hiciera parecer un toro de lidia. Tarde plena de coherencia y normalidad. Corrida de figuras con bueyes para las figuras y figuras con un quehacer vulgar, ramplón, aburrido, desesperante e ideal para quitarle la afición al más pintado. ¡Uff! Pero mal rato, malo, malo, ¿eh? No se imaginan, que alivio, que sensación de volver a la realidad, a lo de siempre, cuando salió el primer Alcurrucén que ya venía parado de fábrica. Eso sí, con poderes de súper héroe, sopló al caballo y este se desmoronó. Lo que se ve con la Tauromaquia 2.0. Y o lo derribaba soplando o no lo echaba abajo, porque pegando cabezazos al peto y escapando de él al notar el palo en la segunda entrada, pocas cosas se pueden derribar. El confirmante José Garrido le recibió con unos derechazos de rodillas, que al final fueron lo mejor de la corrida. ¡Cómo está el percal! Unos rodillazos lo mejor. Y la verdad es que de tal postura llevó al toro metido en la muleta y quizá por no haber escapatoria posible, lo tuvo que fiar todo al mando y a correr la mano con solvencia. Pero ya en pie, la canción sonaba con ese desafine propio de estos tiempos en los que predomina el tirón, la ausencia de temple u levantar la mano al final del pase. Lo mismo con una que con otra mano, la muleta muy torcida, citando muy fuera, encimista, acabó sufriendo un revolcón. La faena transcurrió por los mismos derroteros, dejando una única cosa clara, que ya podía decir que había confirmado la alternativa.

Hacía El Juli su primera aparición en Madrid este año, porque ya se sabe que este es un trámite que hay que pasar todos los meses de mayo, sin demasiadas ganas, quizá siendo parejas las del diestro y las del aficionado, pero bueno, son esos obstáculos que hay que pasar, la revisión anual al dentista, las cenas de empresa de Navidad, aguantar los pitos de los especialitos de Madrid, subir la cuesta del ruedo de Las Ventas... esas pequeñeces, pero vamos, que tampoco hay que pasar por esto si no quiere; muchos se lo agradec... se lo perdonarán. Pero estábamos en que venía El Juli por Madrid. se le frenaba y echaba la cara arriba en el capote; fue al caballo al relance, a pegar cabezazos como un descosido. Tampoco es que se le picara demasiado, más bien poquito. Y luego, así para resumir, una lección de toreo moderno a base de trallazos destemplados, cite muy fuera, mucho pico, carreritas entre pase y pase e intentando no doblar el lomo cómo es su costumbre, pero claro, si uno se pasa la vida como una alcayata, no pretendas levantarte un día por la mañana y ponerte derecho, porque vas a estar muy poco cómodo. Juli, tú a lo tuyo, que nos descolocas.

En cambio a Castella no le da por experimentar, él diseñó un día su faena tipo y zasca, así la suelta allá dónde le llaman, lo mismo en un bautizo, que en un funeral, que en una junta de vecinos, que en la plaza de Madrid. Será que no la tiene trabajada. Años de experiencia siempre haciendo lo mismo. Así a su primero le dejó a su aire, ¡Viva la libertad! Sin coartar al animal. En una de estas se encontró con un tío con un palo, que se lo clavó muy atrás y luego le hizo la carioca con el caballo que montaba. El de Alcurrucén simplemente se dejaba, hasta que decidió irse suelto a seguir correteando, lo mismo ue a la segunda vez que fue, palo en el lomo y pezuñas para qué os quiero. En banderillas ya paró de correr y esperaba a los de los palos, que le hicieron pupa. Lo de después fue un largar tela y estirar el brazo constantemente, con la muleta muy oblicua, así hasta que le tocaron un aviso sin haber pensado en tomar la espada. Estábamos todos tan a gusto. Él con sus trapazos y los demás con el campeonato de chinos de la grada, aunque no se crean que somos unos irrespetuosos, que también le mirábamos por el rabillo del ojo, no todo va a ser disfrutar.

De nuevo El Juli, esta vez ya más en Juli, claro que sí y al que no le guste, que siga jugando a los chinos. El toro recordaba mucho a los ponentes de un congreso de mulos. En el caballo se apoyó en el peto, de lado, mientras no le castigaban nada. Luego se lió a pegar cabezazos, mientras le tapaban la salida. El pobre no podía con su alma. Y el Juli decidió poner en práctica eso que tantas satisfacciones le ha dado y a otros tantos sinsabores, el toreo retorcido con el culo fuera, alargando el brazo para que el toro no se acerque, con el pico de la muleta y sin rematar los pases, vaciándolos en un trapazo final allí, pero muy allí. Algún enganchón y esa forma tan especial y familiar de ejecutar al toro con la espada,

De nuevo Castella, más sacudiendo el capote, que intentando torear y bregar. El toro a su aire por la plaza, así en la primera vara, absolutamente descolocado, para que no le picaran, para simular que le castigaban en la siguiente. Se dolió de los palos y esperaba a su matador escarbando mucho. Y menos mal que vimos a Castella dando un muletazo por detrás. Nos faltaba algo. Si ya digo que tanto cambio... Estábamos ya como en casa, solo necesitábamos los enganchones, el pico, el cite muy fuera, el empalmar trapazos con la pierna de salida atrincherada y venga y otro y otro, hasta que logró que el toro se confundiera con un burro al embestir. Ahora te cazo un pase, te persigo y otro, ya digo, como en casa. Más a gusto que en brazos, se lo juro a ustedes.


Y como todo se acaba, hasta lo bueno, llegó irremediablemente el sexto, el de Garrido, un Alcurrucén de feas formas, que no iban a desentonar con su comportamiento. Se vencía por el pitón izquierdo. Muy mal puesto en suerte, casi mejor diría que lo tiraron por allí, para que el de aúpa si acaso le regañara un poquito, pero nada de castigarle: Trapazos, tirones, brazo largo, pico y como la cosa no arrancaba, arrimón al más puro estilo de plaza de carros, invertidos y si le faltó algo fue que le diera al toro en el hocico con un matasuegras. Ya estábamos todos a gusto, ya podíamos volver a casa y decir lo de siempre, que había sido una calamidad, que si el toreo moderno, que los mulos de Alcurrucén. Las cosas ya estaban en orden. Y es que esto sí que es coherencia y sentido de la normalidad

viernes, 20 de mayo de 2016

¿Y para qué queréis que embistan los toros?

Si dieran las gaoneras con suavidad y templando...


Una frase que se repite una y mil veces, especialmente por los toreros, es esa de que piden que les embista un toro. ¿Y para qué? ¿Para darles pases? Para eso no hace falta que embistan, para eso es suficiente con que sigan la zanahoria. Y si ya les pedimos temple y conocimientos lidiadores, apaga y vámonos. Si nos quedamos mirando a Cuenca cuando un tío destroza un toro de un trallazo tan fuera de lugar, como chabacano y estúpido, para después encima ovacionarle, si nos quedamos alelados viendo como un monosabio colea hasta hartarse a un toro, si consentimos que no fijen un toro uy que este se pegue veinte vueltas al ruedo, si nos da lo mismo que un maestro, según dicen, ande por ahí paseando el capote y que deje el toro a su aire, si nos importa un pimiento que se les tape la salida a los toros y que se revienten empujando para los medios, si pasamos por alto todo esto y más, ¿para qué queremos que los toros embistan? ¿Para ver a ese grandioso maestro poniendo posturas, citando de culo, ya ni perfilero, templando, eso sí, pero llevando el toro con el piquito de la muleta siempre por fuera? ¿Para que un endiosado que se creyó figura se pasee por el ruedo con cara de patada en el estómago? ¿O quizá mejor, para que uno que se supone que quiere ser torero, desprecie las boyantes embestidas de un toro, trapaceando para ver si el paisanaje le arañaba una oreja al presidente?

A los del Puerto de San Lorenzo se les podía haber toreado y bien, pero para eso había que saber. Flojos, eso es evidente, pero ni inválidos, ni bobones. Otra cosa es lo que los de luces hagan y lo que nos quieran hacer ver. Porque, en mi personalísima opinión, que puede estar equivocada de medio a medio y seguro que lo está, para juzgar a un torero hay que tener en cuenta lo que tiene delante y para juzgar al toro, hay que tener en cuenta al que se pone delante y lo que le hace y a partir de ahí, nos echamos para adelante. Y tampoco puede ser que juzguemos según el nombre del torero, la ganadería o del nombre que venga en el programa. Lo del Puerto a nadie le pilla de nuevas si decimos que lleva siglos en un pozo oscuro, muy oscuro, pero si por sorpresa nos encontramos que le salen cinco que no debían estar enterados de que existía ese pozo, por lo menos podemos pararnos a ver y pensar qué ha pasado aquí. Lo que no quiere decir que mañana volvamos a las andadas.

Al primero, Román no le fijó, si acaso se puso a bailar con el capote y a todo lo más le puso en el caballo al relance. Se le castigó poco y en la segunda vara, tras pifia del de aúpa, empujó con las pocas fuerzas que tenía, mientras le tapaban la salida. Luego vino un quite por gaoneras, al uso moderno, que no es otro que el pegar latigazos sin tan siquiera intentar templar la embestida, bastaba con quitarle la tela de la cara de un tirón. Y para mantener el nivel, inició con la muleta con un pase por detrás, ¡novedad! Y un trapazo violento que acabó con el toro. ¿Por qué? Pues muy sencillo, si el toro quiere coger la tela y se la arrebatan de esa manera, lo más normal es que pasara lo que pasó. El joven Román no fue a clase el día que explicaron lo del temple y la buena medicina que es para que no se caiga un toro. A los bobones igual les da lo mismo, pero a los que quieren coger la muleta, un simple tirón lo acaba llevando al suelo. De la misma forma que hizo novillos, pellas, fumarse la clase, campana o cómo lo quieran llamar, el día en que explicaron que a un toro que se lesiona hay que estoquearle inmediatamente e intentando moverle lo menos posible.

A continuación vino don Enrique Ponce, que tras años de tranquila ausencia, creo que para las dos partes, volvía al ruedo de Madrid. A este segundo le hicieron rematar en los burladeros los miembros de su cuadrilla, simplemente con dejarle los capotes asomando por los burladeros. Luego le dejaron corretear hasta que se hartara, sin intentar al menos fijarle. Verónicas siempre echando la pierna atrás, aunque hay que destacar que el matador puso al toro en suerte para el primer puyazo, en el que el picador le tapó enseguida la salida al animal, que empujando solo con el pitón izquierdo, derribó. Y no había casi ni caído el picador, cuando un monosabio ya estaba coleando al toro con una saña poco frecuente, durante un tiempo que resultaba interminable, ante la pasividad del matador, que coincidía con que era el director de lidia. Eso sí, se aplaudió semejante conducta, que en otros tiempos habrían sido motivo, aparte de la consabida multa, de una bronca monumental, para los de luces y el auxiliar que está para levantar los pencos del suelo, colocar el estribo y poco más, si acaso dar ánimos. Pero eso ya digo que es cosa de otras épocas que parece que nadie echa de menos. No tardo ni un suspiro Ponce en llevarse el toro al picador que hacía la puerta, sin importarle el que se le pudiera ver ir otra vez al caballo a contraquerencia, él decidió y punto. No debía estar para malgastar el tiempo en tonterías. Ya con la muleta se dobló con él, citando y echando la pierna para adelante, en lugar de ganarle terreno, llevando al del Puerto con el pico de la muleta. Prosiguió con muletazos con la derecha, citando más que de perfil, de culo, con perdón, pero decir de posaderas queda aún peor, ¿no? Pases templados, todo hay que decirlo, escondiendo siempre la pierna de salida y abusando del pico. El muletazo podría ser largo, pero tramposo. Probó por el izquierdo, con la muleta muy torcida y pegándose sus carreritas entre cada muletazo. Volvió a su mano, la derecha, para proseguir con el pico y sin molestar al animal que le ofrecía francas embestidas. Incluso en un momento decidió alargar innecesariamente la faena, escuchando un aviso, y hasta parecía o daba la sensación de estar buscando otra cosa muy diferente a cerrar al toro para entrar a matar. Que cada uno piense lo que quiera. Pero había que mayar ya.

El tercero sí que llegó a rematar en una ocasión y sin que los peones se lo “sugirieran” dejándole el capote atrás. Muchísimo capotazo inútil, para que ponerlo y sacarlo del caballo, todo para que se le castigara poquito, a pesar de que el animal mostrara cierta fijeza en el peto. Con la muleta Daniel Luque mostró un toreo muy ramplón, con el pico, sin templar jamás, dejándose enganchar la tela y en otro alarde de trallazos continuados, el animal se rompió una mano. En su segundo cabe destacar el aseado toreo a la verónica, que en estos tiempos ya es mucho, sin castigarle en caballo, para ya con la muleta ir a lo que mandara el toro, ¿que a toriles? Pues a toriles. Se pasó acoplándose el tiempo que un buen torero tarda en hacer una gran faena, pero este... El toro buscaba la muleta, pero solo se encontraba con tirones y ausencia absoluta de temple, con un manejo de la franela similar al que merecería la bayeta de un bar. Accidentalmente, porque fueron excepciones, cuando Luque corría la mano se encontraba con una embestida suave y dulce, pero por lo que parece, el matador no le echó muchas cuentas a esta circunstancia.

Y vuelvo a Ponce, que se las tuvo que ver con un sobrero de Valdefresno, de lo mismo, pero diferente. Salió echándose por el pitón izquierdo, mientras el matador le acortaba el viaje por el derecho al no estirar los brazos con el capote. Se puede decir que en el caballo dejó tirado al toro, sin colocarle. Este empujó con fijeza, echando la cara arriba, le taparon la salida y le dieron para que no le faltara. En el segundo encuentro empujaba más por lado izquierdo, sin que le faltara castigo para él y para dos corridas enteras. Primeros muletazos de tanteo y el toro le comía el terreno. Posturitas, carreras y hasta algún muletazo apelotonado, con lo que esto gusta al respetable. Abusando en exceso del pico y sin acabar de saber por dónde meterle mano al toro. Merodeaba por sus alrededores, hasta que el animal acabó yendo como un mulo. Un poquito de quitarle las moscas y quizá los habrá que digan que estuvo en lidiador. Pues que lo digan. La sensación que me dio a mí es que no pudo con el de Valdefresno; que no quiero yo decir que se arrugara por la arboladura del animal, que la tenía, pero seguro que Ponce ha tenido que enfrentarse a muchos de estos. Seguro.


Salió el último, al que le endiñaron unos mantazos en toda regla, eso sí, Román le puso con corrección las dos veces que fue al caballo. Hay cosas que deberían ser la tónica, que se han convertido en la excepción. Cabeceó mucho en el peto, peleando solo con el pitón izquierdo, mientras le hacían la carioca. Gaoneras como relámpagos mandando el temple al limbo. Comenzó la faena de muleta en los medios, citando de lejos y pegando un soberbio banderazo que despistó a más de un avión que sobrevolaba la capital. Muchísimo pego, peleón, sin temple y el toro comiéndose al torero valenciano. Embestidas francas que había que dominar y Román no lo logró. Enganchones y tandas cortitas, precisamente por eso, por esa falta de mando y dominio sobre el toro. Naturales que parecía que eran de frente y sin llegar a ningún sitio. Invertidos de rodillas que algunos entusiastas debieron confundir con algo grandioso, pero que no quedaron en más que anécdotas chabacanas de toreo ramplón, muy vulgar y adocenado. Los tres matadores dejaron ira lo bueno que tenían los toros, despreciando aquellas buenas embestidas que un día reclamarán para otros toros, pero, ¿por qué no aprovecharon las presentes? Que embista un toro, que embista un toro ¿Y para qué queréis que embistan los toros?

jueves, 19 de mayo de 2016

Luke: yo soy tu padre

Agarrémonos a nuestro clavo ardiendo


Se preguntaban, los más optimistas, si Urdiales había cedido a la tentación de la comodidad y si con su cambio de mentores se habría pasado definitivamente al lado oscuro de la tauromaquia. Los más pesimistas lo afirmaban tajantemente. Era el clavo ardiendo al que se agarraba el necesita aficionado a los toros. No solo no le quedaban héroes a los que proclamar, sino que tampoco tenían mucho en lo que depositar su ilusión. Y parece que a Urdiales ya le han revelado el gran secreto: Diego, aquí está la pasta, guita, tela, parné, manteca, mosca, plata o pelas.

Tarde de figuras, con toros para figuras, idóneos para el pegapasismo de las figuras. Los toros que comen palomitas, los de Fuente Ymbro, más un sobrero de Bunavista para abrir la tarde. Buenavista, encima cachondeo. Este primero suplía a un primer inválido, aunque tampoco es que aguantara mucho en pie. Muy suelto, sin que nadie se dignara echarle un capote y fijarlo medianamente. No se le picó, aunque en la primera vara se encelara con el peto, al que llegó suelto, pero incluso mientras se empleaba en la guata, el picador ya había recogido el palo casi nada más tocarle con la puya. Urdiales inició una labor entre enfermero y disimulador de la vergüenza de ver un inválido por la arena. Muletazos poco menos que dando aire, que no toreando, incluso se mostró perfilero, metiendo el pico y teniendo que recolocarse demasiado. Faena larga sin sentido aparente, hasta escuchar un aviso antes de coger la espada. Que me dirán que no pasa nada. Pues no, no pasa, nadie se ha muerto por ello, pero es signo evidente de una cosa: de que no se ha toreado. Su segundo cabeceó mucho en el peto y cuando levantaron el palo, se le calmaron los ímpetus. Luego ni le señalaron el puyazo. Muy parado durante un trasteo aburrido e injustificadamente prolongado, siempre basado en el abuso del pico, en el uno más uno, ofreciendo una imagen desangelada, que empeoró con ese intento de arrimón por parte del riojano. Hasta la forma de no estar acertado puede indicar las intenciones de un torero. Y no quiero pecar de ser excesivamente susceptible y empezar a ver fantasmas donde no los hay. En ese caso, rectificaré y pediré disculpas, muy gustosamente. Ojalá tenga que hacerlo después de una gran tarde de toros de Diego Urdiales en próximas apariciones.

Primera tarde de Miguel Ángel Perera, del que hay que decir que se conserva estupendamente, está igual que el año pasado y el otro y el otro y el... como siempre, muy pesado, muy ventajista y quizá más dejado aún en eso de llevar la lidia. Su primero se pegó tres vueltas al ruedo y el pacense simplemente, observaba. Fue solo al caballo para que no se le picara y Perera solo miraba. ¿Que el toro se paraba dónde le venía en gana? Pues se movía el piano a la silla, allí se desplazaba el piquero. Luego  muletazos con el lomo tronchado, viendo pasar el toro a lo lejos, mandándolo allá a lo lejos, sin rematar convenientemente, sin mando alguno, dando lo mismo que tomara la muleta con la diestra, que con la siniestra. A su segundo le soltó unos capotazos desganados y para eso de llevar el toro al caballo, dejémoslo en que le abandonó adónde cayera. Le picaron trasero al Fuente Ymbro, que levantó la cara y derribó a jinete y montura. Comienzo de la faena por detrás, ¡novedad! Para a continuación soltar el repertorio de siempre aun animal que entraba como un burro a la muleta.


Y de nuevo Alejandro Talavante, que no desentonó demasiado de sus compañeros. Recibo de capote a pies juntos, sin importarle lo más mínimo que el toro quedara fijo en las telas. Suelto por el ruedo, fue dos veces a las proximidades del caballo, para no recibir apenas castigo; lo habitual. Telonazos y trallazos al inválido, medios pases con el piquito de la muleta, un despacito con la izquierda, más que nada a la velocidad que el animal marcaba mientras arrastraba su flojera. En un momento, el trapo viajaba por la M 30 y el toro por la M 50 y en este desajuste el espada sufrió un revolcón. Al sexto ya comenzó cediendo terreno, dándose la vuelta con el capote, quizá para estar más cómodo. Una lidia caótica, con el toro suelto todo el tiempo. En la primera derribó, peleando con un solo pitón y por no apretar el palo ante la embestida. Pero en el segundo puyazo ya recibió el castigo de las dos varas en una. Talavante comenzó con una serie de latigazos por abajo, acompañando la embestida y con carreritas para recuperar el sitio. El animal empezaba a acusar esa lidia tan nefasta yéndose suelto cada vez que el pase acaba en dirección a toriles. Acabaron toro y torero en toriles y ahí al menos le dio algunos trapazos que enardecieron al gentío del cuatro y cinco bajo, nunca llevando él al toro, sin mando, ni poder, a merced de lo que quisiera el de Fuente Ymbro. Mucho, pero mucho pico, trapazos y más trapazos, para terminar con un solemne bajonazo muy trasero y soltando la muleta. Pues ya ven, le dieron una oreja. Pues si esto es alegría para el pueblo, bienvenida sea, pero que nadie me quiera convencer de que eso es el toreo. Esto es lo que gusta a muchos, el pegapasismo ilustrado, el pertinaz aburrimiento de Perera dando trapazos y más trapazos sin descanso, el pundonor de Talavante, que parece sentirse bien en esa pelea de sacar muletazos a regañadientes, pero, ¿y Urdiales? Quizá esté pensativo aún, sin saber si acabar entregándose al lado oscuro o si permanecer en la verdad clásica, esa que tantas veces nos ilusionó, esa verdad que convertía a Urdiales en nuestro clavo ardiendo. Quizá esté meditando como aquel rubito de la película de las galaxias cuando oyó que le decían: Luke: yo soy tu padre.

miércoles, 18 de mayo de 2016

¡Oh! maestro ¿Cabe mayor vulgaridad?

Si con un natural de verdad, yo me conformo, solo uno


Dicen que estaban maestros y discípulos reunidos en el templo del Shaolin meditando, reflexionando y tratando de crecer en su interior viendo la Corrida de la Prensa de Madrid, todos en silencio, con el alma abierta a nuevas experiencias, con los oídos prestos al graznido de la grulla, el crepitar de las llamas y el bamboleo de una pluma cayendo sobre sus calvas despejadas, cuando el joven Tzhung Kwei se atrevió a levantar la cabeza y preguntarle al maestro Xiang: ¡Oh! maestro ¿Cabe mayor vulgaridad? A lo que el maestro respondió imperturbable: No, mi pequeña libélula que surca las nubes, mientras estén estos tres, el Escribano, el del Álamo y el Leal, con este ganado, mira que lo dudo, pero ¡agüita! que todo puede empeorar. Y siguieron meditando, pero con la tele apagada.

Qué suerte la de los monjes Shaolin, que apagan la tele y a otra cosa, pero, ¿y los que estábamos allí) Nosotros no podíamos apagar la plaza, pero el día que se pueda, veo fundidos a más de tres. Con la ilusión que teníamos con lo de Pedraza de Yeltes y lo que nos hemos encontrado, unos grandones y feotes, otros solo feotes, pero en conjunto muy descastados, que la mala lidia les ha podido influir, pero tanto, tanto... Empezábamos con Juan Leal que confirmaba, que en su primero se ha limitado a pegar mantazos sin ton ni son a un toro grandullón, que apretó en el caballo mientras le tapaban la salida y solo con un pitón. Luego vino el zasca en toda la boca del repertorio más moderno y desangelado que un aficionado pudiera soportar. Que si pase cambiado marcando la salida tres días antes de que el animal llegara a jurisdicción, para encima verse desarmado. Trapazos hacia afuera, siempre intercalados con carreras para recolocarse, enganchones, desaprovechando las pocas embestidas medio potables, antes de que el toro entrara como un mulo a la muleta.

Manuel Escribano se fue a portagayola en el primero, para dar unos magníficos mantazos al animalito que fue de lejos al caballo, le picaron muy atrás y le taparon la salida. Él metía los riñones, pero en esta circunstancia, cuando iba para afuera. Lo de la segunda no fue ni testimonial. Escribano tomó los palos y así, para acabar pronto, diremos que no puso un par en la cara en toda la tarde. Y se acabó el tercio de banderillas. Con la muleta, siempre fuera, tirando de pico, muy desganado y aburrido, completamente ausente. Seguro que Emilio Muñoz se está pensando eso de que en Madrid se le critica a Escribano por haber triunfado en Sevilla. A ver si también le van a criticar por no triunfar en Madrid.

Juan del Álamo volvía por enesesisísima vez a las Ventas y hasta arañó su orejita parrandera de todas las tardes. Cómo un día se le empiece a juzgar con justicia, me le veo devolviendo uno por uno los despojos acumulados durante tantas tardes insoportables. Verónicas siempre rectificando, sin poder aguantar ni en una en el sitio. No se picó al toro, que sangraba más por la divisa que por el palo del picador. Trapazos y más trapazos con la muleta, lo mismo por uno que por otro pitón, siempre toreando desde fuera, sin templar y llevando al toro con el pico, allá por la circunvalación de Mota del Cuervo. Por un momento hasta dio la sensación de no mostrar tanto descaro en la trampa, pero casi fue un espejismo. Y las bernadinas que no falten. Orejita y pa’lante.

Otra vez Escribano que se fue a portagayola, pero el Pedraza hizo fu como el gato y pasó de él. Primero se volvió para adentro por dónde salió y luego prefirió darse un rulo por el ruedo, antes que atender a capotes al viento. En el caballo empujó con fijeza solo con un pitón, le taparon la salida, en principio se enceló con el peto, hasta que dijo adiós muy buenas y se fue suelto. Un segundo puyazo trasero y tapándole la salida, para qué cambiar. Escribano empezó la faena con muletazos apelotonados, para después repetir la misma letanía de vulgaridad de siempre. Habrá que esperar a la próxima.

Salió el quinto, un toro enorme al que se ovacionó, aunque no sé yo, igual era un poquito exagerado, ¿no? Y eso que no me gusta quejarme porque el toro sea grande, pero... Lo que no sé es si Juan del Álamo salió decidido a abrir la Puerta Grande o a conservar el resultado. Igual con el empate ya le valía. Mal en la lidia, con un toro que no iba al caballo ni a la de tres y sin que a nadie se le ocurriera cambiar la lidia llevando el caballo más a favor de querencia. No sé, yo pensaba que eso se daba en primero de toros, pero quizá era en plan antiguo. La LOMCE se ve que ha hecho mucho daño también a esto del toreo. Que tampoco sé para que tanto esfuerzo en que el animal fuera al peto, porque para un picotazo, se le pega una colleja y andando. Faena vulgar, sin mando, ventajista y llena de enganchones. El toro se le vino arriba, le hizo correr para buscar el sitio, coladas, pases de uno en uno y punto. Como si fuera una gaseosa, Juan del Álamo se desinfló y no supo mantener esa eficaz vulgaridad hasta el final, negándosele de nuevo incrementar esa estadística de la que estará muy orgulloso. Lo que no sé es si será para que se sienta satisfecho.


Y cerrábamos con Juan Leal, del que en una tarde tan soporífera casi nos habíamos olvidado. El de Pedraza cumplió sin más en el caballo, si por ello entendemos el estar ahí un ratito y plantear una mínima pelea, pero nada más, a poco optimista que se sea, ya estamos exagerando lo hecho por el toro. El galo decidió comenzar de rodillas, citando desde los medios, remedando a los enanitos del Bombero Torero en sus buenos tiempos. Ya de pie, una sarta de muletazos con el pico, muchísimas carreras, haciéndose el Tour de Francia por el ruedo y sin conseguir dominar al animal. Pases de uno en uno, vulgarísimo, sin pararse quieto, para acabar tirando de arrimón al más puro estilo plaza de carros, banderazos, pase por detrás, cabezazos al toro, que no digo yo que no tenga mérito, pero quizá sería mejor que eso se lo deje a un especialista, no sé, a uno que gracias a la meditación, la reflexión y el estudio de su interior sea capaz de sentar a un buey de un testarazo, pero en un torero, no lo veo; no, no lo veo. Y claro, luego esto lo ve un monje Shaolin, se cree que le están comiendo terreno y va, levanta la mano y le suelta al maestro Xiang: ¡Oh! maestro ¿Cabe mayor vulgaridad?

martes, 17 de mayo de 2016

Toros para los toreros

Teoría y práctica del volapié.


En estos tiempos que corren en los que el café es descafeinado, la cerveza es sin, el jamón es light, el tabaco sin nicotina y los toros son sin toros, en estos días en los que se supone que predomina la estética sobre la ética, lo superfluo sobre lo esencial y la bisutería sobre la joyería, resulta que asoma un rayo de verdad, una ráfaga de toreo cargado de autenticidad y el aficionado sale ilusionado y sin echar de menos eso del arte por el arte, ni renegando de la sangre. La sangre está, no se quiere ver la del hombre, pero si aparece se venera y se honra al torero que la ha derramado por algo tan grande y eterno como es el toreo. Y justo después de las figuras, del esperpento, de la pantomima, de los que se suponen que van poner esto en órbita, de tardes de esas en las que no está el toro, irrumpen tres chavales Filiberto, Juan de Castilla y Luis David Adame, que con novillos del Montecillo han dicho que quieren ser toreros. Luego cada uno ha hecho lo que ha podido, pero enfrentarse a esa novillada ya ha tenido su aquel. Dos han ido para la enfermería y el otro no ha rehuido esa posibilidad, por momentos muy cercana, pero ha peleado para salir con bien del trance. Que ya lo decía Pedro Romero, creo que lo decía él, que un torero no da un paso atrás mientras tenga muleta y espada en la mano. Ya ven y ahora hasta los hay que la tiran a la arena.

Salió el primer Montecillo para Filiberto, que lo recibió entre desganado y agarrotado. Ni llevarlo al caballo con decisión, tan siquiera, para que el animal empujara con mucho ímpetu y tirando muchas cornadas al peto, mientras el de arriba le picaba como a casi ningún toro en la feria, y de igual forma lo hizo en la segunda vara. Y me habría gustado ver al novillo en una tercera entrada, dónde es muy probable que el genio hubiera dejado de empujarle y habría cantado la gallina en ese mismo momento. ¡Ay las terceras varas! En la faena de muleta el murciano solo ofreció pases y más pases, sin torear, lo que propiciaba que su oponente le fuera comiendo terreno, que por otro lado, fue salir de esa primera serie y ya dijo basta, saliendo a escape a terrenos menos hostiles. Allí había mucho que torear y solo le dieron pases. Sin entregarse por el izquierdo, reservón, abusando del pico el espada, lo que provocaba las coladas entre el bulto y el engaño, mientras uno escapaba al abrigo de las tablas y el otro intentaba cazar algún pase por dónde cayera. Muchas dudas, sin acabar de saber por dónde meterle mano al toro, dejando pasar el tiempo y cada vez con más riesgo. Lo peor fue que al entrar a matar, Filiberto se cortó en la mano izquierda con la espada y tuvo que pasar a la enfermería.

Dejaré a Juan de Castilla para el final, pues el verse de repente con cuatro novillos, así sin tiempo a pensárselo, merece capítulo aparte. Luis David Adame se presentaba en Madrid y muchos fueron los que le recibían con ciertas reservas, que si le lleva la empresa de la plaza, que si su hermano, pero a poco que se le vio, todo eso se esfumó. Recibió al que sería su único novillo, a portagayola, para continuar con verónicas desairadas. Mostró variedad con el capote, puso al novillo al caballo con un galleo. No se le castigó demasiado en el primer encuentro en el que se le tapó la salida, mientras empujaba solo con un pitón, lo de la segunda, ni existió. Pase por detrás para iniciar con la muleta, para después torear templado con la derecha, aunque demasiado perfilero, escondiendo la pierna de salida. Desafortunadamente el toro hizo por él y le pegó una cornada en la pantorrilla. Pudo acabar de mala manera la lidia, pues se le notaba mermado tras el percance. Naturales sin colocarse mal del todo y sin acabar de confirmar del todo lo apuntado. A continuación pasó a la enfermería y como su compañero Filiberto, ya no pudo continuar en el ruedo.

Juan de Castilla recogió a su primero con verónicas deslavazadas, como la inmensa mayoría, a lo que colabora ese no dejar que sean los peones los que paren el toro, para después intervenir el matador, pero ellos sabrán. Sorprendió que dejara el toro en suerte, para empujar con fijeza y acabar derribando al picador, quién en la segunda casi ni le señaló el puyazo. Hizo hilo con los banderilleros y a esas alturas ya andaba buscando el amparo de las tablas. Y así transcurrió el último tercio, uno escapando y el otro a pillarle. Trapazos con la muleta atravesada, con lo que el animal se le quería ir por el hueco que dejaba la tela, sin quedarse quieto y teniendo que aguantar el molesto calamocheo, lo mismo por uno que por otro pitón. Una estocada entera, sorprendiendo la forma de ejecutar la suerte, echando la muletas abajo, a las pezuñas y saliendo de la suerte con la tela en la mano y la espada en el morrillo. Sería casualidad.

Y así pasamos al cuarto, un verdadero cebón, que no iba al caballo ni de muy cerca. Se le acabó picando, cabeceando muchísimo y repuchándose en la segunda vara. Lo sorprendente es que ante ese no querer ir del novillo, nadie le aconsejara, ya que al novillero no se le había ocurrido, que cambiara la lidia y se llevara el caballo más a favor de querencia. Sosos y parado en la muleta, un trasteo sin historia y de nuevo esa forma de entrar a matar. Pues va a resultar que de casualidad, nada, ya es mucha coincidencia. Muleta abajo, descubre la muerte y mete la espada. Así de sencillo.
El quinto parecía que si le estiraban los brazos, alargaba la embestida. No quería palo y se lo quería quitar, como todos, manseó. Apretó en banderillas, haciendo hilo por los dos lados. En la muleta Juan de Castilla a todo lo más que llegaba era a acompañar las embestidas, pico, carreras, trallazos y el toro comiéndole terreno a cada muletazo. Mucho trapazo, mientras más de uno ya esperaba el momento de la espada. Tercera estocada y tercera vez que repetía esas buenas maneras.


Al sexto le quiso recibir desde los medios y con el capote a la espalda. El del Montecillo se percató de su presencia cuando ya llevaba casi más de medio ruedo recorrido. Enganchones y apretones, para acabar bregando a la verónica e intentar enmendar aquel sin sentido de mantazos. El toro fue al caballo a su aire, le taparon la salida, pegó cabezazos y se escapó dando la vuelta al penco, más una segunda vara señaladita, si acaso. El animal ya mostraba una acentuada querencia a las tablas, no separándose ni dos palmos del olivo. Y allí se tuvo que ir Juan de Castilla, quién fue arrancando muletazo tras muletazo, exponiendo mucho, incluso corriendo la mano bien en algunos pasajes y teniendo que mirar por no quedarse fuera, porque ahí el del Montecillo se le venía a él. Coladas, desarmes y dónde no había nada, él se empeñó en encontrar. No quería nada para afuera, si acaso, al hilo de las tablas, dónde ya se había aculado descaradamente. Y para acabar, otra estocada, esta un pelín rinconera, pero matando con la mano izquierda. Le concedieron una oreja, que aunque solo hubiera sido por las cuatro estocadas a los cuatro novillos, ya estaba bien dada. Mala corrida de El Montecillo, pero no aburrida, no había tiempo para eso. De mala condición, mansa y peligrosa, para tres chavales que se las vieron tiesas con ella. En definitiva no fueron otra cosa que toros para los toreros.


Enlace programa Tendido de Sol del 16 de mayo de 2016: