lunes, 28 de julio de 2014

Con lo que yo he sido para ti

Como si hubiera perdido a El Juli o a su Roberto, el toro busca en las profundidades de la Tierra


Ahora decides dejarme de lado, apartarme de tu destino y empezar otro camino por tu cuenta. Está bien, esa es tu decisión, la respeto, pero eso no quiere decir que no pueda borrar tantos recuerdos contigo, tantos momentos dulces, esos instantes en que te veía en la cima del mundo, yo era feliz, porque sentía que tu gloria se apoyaba en mis espaldas, en mis esfuerzos y, si me apuras, hasta en mis vergüenzas, pero valía la pena. Todo se me hacía poco si era para ti, porque tú eras mi razón de vivir. Tantas tardes susurrándote cosas al oído, tantas veces gritando al viento ¡ya, ya, ya, ahoraaaa! Y esa cara de satisfacción que vencía a tu agotamiento empapado en el sudor que brotaba de tu entrega, de esa generosidad que solo podía nacer de un ser como tú. Yo te veía como un Dios al que los ángeles se llevaban en volandas camino de la gloria.

¿Qué haré ahora sin ti? Pues seguiré adelante, porque eso es ley de vida. Quizá encuentre otra persona que ocupe tu puesto, pero no tu sitio, tú eres y serás único para mí. Ya sé que te costaba y te cuesta explicar tus sentimientos con palabras, a veces te cuesta hasta hablar, no eres un consumado orador, pero da lo mismo, tus hechos ya eran más que suficientes, con tus hechos yo ya me sentía enriquecer, tenía la sensación de estar acumulando un tesoro digno de un rey. Porque tú eres un rey, heredero de una dinastía de héroes de la antigüedad. Un ser todopoderoso y juntos podíamos dominar el mundo, nada se ponía en nuestro camino, nadie osaba hacer tal cosa, porque si así fuera, lo apartábamos desterrándolo a los confines del mundo. Nuestra fuerza iba más allá de nuestra tierra, atravesaba mares, océanos y se desplegaba en nuevos mundos, con la autoridad y decisión que solo ostentan los elegidos.

Quisieron hacerte sombra, quisieron empequeñecer tus méritos, pero no pudieron. Tú y yo juntos podíamos con todo, nuestros lazos eran tan fuertes que no había espada que los pudiera romper. Ni las palabras de los necios, ni el dinero de los adinerados, ni los argumentos de los que se dicen sabios, porque el pueblo, ciego por tu resplandor, solo obedecía a tus mandatos. Reunías a toda tu corte para anunciarles las buenas nuevas en tu trayecto, tus apariciones casi milagrosas, heroicas, sublimes, divinas. Ni finos artistas, ni dementes sin razón, ni delicados oribes, ni tan siquiera destajistas a sueldo podían acceder a tu trono.

Pero ya todo se ha terminado, tú has querido que me apee en la próxima estación, que coja mi maleta y me marche. Buscaré otra compañía, buscaré otra pareja intentando volver a sentirme rico, me entregaré sin escamotear un gramo de mis energías en esas mañanas en las se empezaba a jugar el futuro, intentaré poner mis exigencias por encima de la razón si es preciso, hasta por encima de las leyes, la honestidad y el decoro, igual que hice contigo, pero no creo que sea lo mismo y no lo será porque quien te suceda no tendrá esa fuerza, ese apoyo incondicional, hasta ciego de tantos a los que hechizaste con tus juegos malabares. Trucos que parecían casi mágicos, aunque no lo fueran, pero que embelesaba a las masas, a esas mismas que los voceros encandilaban con razones que ni ellos se creían, que ni ellos entendían, pero que deleitaban a todos.

Hasta aquí hemos llegado, esta ha sido la última etapa. Nos quedan varios puertos en los que atracar, pero sabiendo que esta vez, el final no es un punto y seguido, esta vez será un punto y final. Julián, siempre tuyo:

Rober.


PD: Con lo que yo he sido para ti

viernes, 25 de julio de 2014

El sexo de los ángeles

Los ángeles igual no, pero los toros sí que tienen sexo. Salta a la vista. Mi agradecimiento a don Eduardo Miura por la gentileza que tuvo en firmar sobre un dibujo mío.


Una de las cuestiones más espinosas y que más juego dieron en aquellas discusiones bizantinas entre los doctores de la Iglesia a orillas del Canal del Bósforo, fue la de definir cuál era el sexo de ángeles, admitiendo que estos gozaran de tal cualidad, algo absolutamente discutible. Se discutía lo que se podía o no discutir, se llegaban a acuerdos para acreditar la disparidad de opiniones entre los asistentes a aquellos debates. Deberían salir estos muy satisfechos de aquellas peleas dialécticas, incluso cuando se firmaba la disconformidad. Al fin y al cabo, esto aseguraba seguir teniendo tema para largo. Igual hasta andaban ajenos a las amenazas de los adalides que estaban enfrascados en la forma de reventar las inexpugnables murallas de Bizancio, con la ilusión de atravesar en triunfo la Puerta de San Romano y convertirse en los amos del Cuerno de Oro. Allí seguían con sus cacareos, fiados en las piedras que creían eternas y en las cadenas que cerraban el puerto a cualquier osado invasor. Pero un día, quizá cuando estaban a punto de aclarar si los ángeles eran ellos o ellas, vieron descender por las colinas del Gálata a los navíos del turco Mehmet haciendo saltar por los aires cualquier sensación de ser inexpugnables por los siglos de los siglos.

Me van a perdonar esta introducción que nada tiene que ver con el Toreo, pero igual no estamos tan alejados de aquello y a nuestro modo, de una forma más cañí, estamos repitiendo actitudes que a aquellos señores llevaron a verse pasados a cuchillo por las hordas turcas que desde las estepas asiáticas ocuparon Anatolia y más tarde Constantinopla, la capital del mundo. Desde hace mucho, mucho tiempo, vengo observando discusiones que no llevan a ningún lado, unos en contra de la modernidad del momento y otros a favor, ofreciendo toda clase de argumentos imaginables e inauditos. Refriegas en las que yo mismo he participado en más de una ocasión, llegando casi siempre a la misma conclusión: “Esto mejor hablarlo delante de unas cervezas y perdón por si he ofendido a alguien”. Y así, hasta la próxima. Unos se agarran a los fundamentos que han sido hasta el momento los pilares sobre los que se había construido todo esto. Otros queriendo demostrar la falsedad de estos, y de paso queriendo engrandecer a las figuras y toro actual, algo que no tiene ni pies ni cabeza para los primeros. Es más, no solo supone una herejía, sino que es como si les mentaran a las madres y a los padres. Que si Manolete hizo, que si Belmonte dijo, que si el padre de Domingo Ortega afirmó. Otros hablan de lo que vieron, convencidos de algo que pasó ante sus ojos, pero otro va y le dice que no, que eso pasó cuando era kalimochoadicto y que no gozaba del poder de discernir entre lo bueno y lo malo y en ese estado de kalimocho dependencia tendía a idealizar una realidad que no era tal.

Y mientras, los turcos de la definitiva puntilla a la Fiesta, zumbando con sus arietes en la Puerta del Príncipe y la Puerta de Madrid, mientras que sus barcos ya han echado sus anclas en el muelle de las Delicias y en la explanada junto a la calle de Alcalá. Se desoyen por sistema las amenazas de los antitaurinos, que por supuesto no son solo esos que piden la abolición de la Fiesta, que se ponen de los nervios cuando ven a Spielberg que en una cacería ha abatido un Tyranosaurus Rex, valiente canalla y desalmado, o que están convencidos de que los toros no atacarían jamás, porque comen hierba y tienen la pezuña partida. Gran argumento, dicho sea de paso. Pero también son antitaurinos los que se ocupan de la gerencia de las plazas, que como en el caso de la de Madrid, dedican todos sus esfuerzos a echar al abonado de la plaza, a mantener un régimen dictatorial basado en el ocultismo, el mercantilismo y la aquiescencia de la Comunidad de Madrid. La empresa parece una agencia de toreros desahuciados o sin aspiración económica alguna, de gestión ganaderías en liquidación por fin de temporada o una multinacional hostelera, sin más incentivo que el vender mucho gin tonic. De vez en cuando le echan una miradita a la plaza y se montan un ciclo, con carteles cerrados con más de un mes de antelación, algo que por otra parte parece encantar a los nuevos aficionados. Así tienen de que hablar en las redes sociales. Ya saben, siguiendo la estela de las discusiones bizantinas, pero con carteles que no interesan ni a la familia de los actuantes.

Curiosamente, se da la paradoja de que los que más se quejan, los que se espantan de estos ciclos, de los carteles de las figuras y el ganado que matan, son los que no se pierden una, ya sea en la plaza, por televisión o clandestinamente y de formas poco confesables, por internet. En cambio, los fieles a esa modernidad, a esas divinidades vestidas de luces y a esos borregos con calcetines en los cuernos, no llenan ni una plaza. Solo les preocupa que la vez o tres veces que van a los toros durante un año, que no les molesten y les dejen merendar en paz. Y ojo, quiero aclarar una cosa de una vez para siempre. No quiero que nadie piense que desprecio a quien no puede ir más de dos o tres veces al año a una plaza, porque muchos de estos luego son unos verdaderos devoradores de toros, por la tele, internet, se leen los blogs, los portales taurinos, revistas, lo que sea y si no lo tienen, lo buscan. Coleccionan revistas, las leen, las releen y las vuelven a leer y desde donde estén, viven su afición como pueden. Mi poca simpatía va dirigida a esos a los que esto no les interesa lo más mínimo, pero que un día, o tres, al año, exigen que no se les perturbe el gin tonic, agitado, que no removido. Esos que no demuestran ni respeto, ni mucho menos cariño por la Fiesta y por el toro, que lo primero es el paisano que toree y después las orejas, aunque sean de mula. Sin darse cuenta de lo que dejan a su paso.


Justifiquemos lo injustificable, cerremos los ojos para ver si podemos sacar algo por callar y mucho más por ofrecer coartadas a los que defraudan, tildemos a los demás de inmovilistas, ignorantes, ilusos, amargados, ciegos, sordos, que no mudos, irrespetuosos, lo que ustedes quieran, pero la degradación avanza cada vez con más ritmo, las plazas se vacían cada vez más, la Fiesta se ha exiliado de la sociedad y ese pseudoespectáculo que se quiere “adaptar y evolucionar” a los nuevos tiempos evidencia una crueldad y un abuso cada vez más patente, pero lo verdaderamente importante es acabar de definir cuál es “El sexo de los ángeles”.

lunes, 21 de julio de 2014

El Batán un riesgo para Taurodelta

Antes habrá toros en la Luna, que en el Batán

Señores aficionados, quítense de la cabeza esas ideas románticas de la cabeza, olvídense de volver a ira ver los toros a la Venta del Batán, olvídense de llevar a los niños de la mano para que vean a esos portentos de la naturaleza de cerca, Taurodelta ya ha decidido evitarles este mal trago y definitivamente ha decidido que no se volverán a exponer las corridas de San Isidro en la Casa de Campo, al menos mientras ellos regenten la plaza de Madrid. Y la Comunidad de Madrid, propietaria del coso y siempre tan preocupada, según dicen ellos, por la promoción de la Fiesta, hace de Don Tancredo. ¡Olé, olé y olé! Eso es estar de acuerdo a las circunstancias. Si hubieran incumplido una norma, sería saltárselas a la torera y si hubieran despachazo la cuestión de mala manera, pues eso, cuatro trapazos y un bajonazo. Todo muy taurino.

Los señores de Taurodelta, no se sabe si alguno de los componentes del triunvirato de forma unipersonal o las tres partes colegiadamente, han dicho que nanay, que del Batán, ni hablar. Resulta que ahora les parece que las instalaciones no les ofrecen la seguridad necesaria para que las reses sean allí expuestas, aparte de los condicionantes sociales que no aconsejan estas exhibiciones taurinas en público. Ya estamos con ese eterno complejo de los taurinos, que parece aceptar que esto de los Toros es algo malo que hay que esconder, es una inmoralidad que no debe subsistir más allá de lo que aguanten los últimos aficionados y luego... luego se echa el cierre y acabamos con esta vergüenza nacional.

Igual que uno es un inconsciente, pero a mí no me da vergüenza decir que ME GUSTAN LOS TOROS y si hace falta, lo repito ME GUSTAN LOS TOROS. Y no pasa nada. Claro que hay a quién esto le parece una salvajada, por supuesto, pero si me dejan, yo les explico por qué no lo es, y si se dejan, hasta les invito a los toros. Pero no creo que vayan por ahí los tiros. El intento ha sido bueno, pero no señores de Taurodelta, no ha colado. Invéntense otra. Casi me creo más lo de la seguridad, aunque también lo ligan a este complejo de culpa. Igual amparados en la noche, un grupo de antitaurinos se cuelan en las corraletas de la Venta y se echan al suelo con los toros para retozar con ellos y echarse un sueñecito. Pues venga, déjenlos, que pasen y jugueteen con los animalitos. O igual la cuestión de la seguridad va por otro lado, que temen que los toros se escapen y se dediquen a espantar a los señores clientes de las señoritas que frecuentan la Casa de Campo y que en muchos casos se ubican cerca de la Venta del Batán. Pues hombre, tampoco sería un mal espectáculo ver a más de uno echando a correr delante de un toro con los pantalones por los tobillos.

Pero me da a mí que la cosa marcha por otros derroteros. Primero de todo puede estar ese afán de no complicarse lo más mínimo la existencia y rehusar todo lo que no les reporte dinero fácil y rápido. A ver si además de tener que ocuparse de los tascuzos de la plaza y de inventarse ciclos infumables para acabar de echar al aficionado de la plaza, ahora también tienen que ocuparse de mantener el Batán, de tener allí a alguien que lo vigile, que venda entradas, que las corte, que se ocupe de desembarcar y embarcar las corridas y de limpiar los baños públicos. No tienen otra cosa que hacer. Todo esto para recaudar tres perras gordas. ¡Anda ahí que les zurzan a los aficionados!

¿No será que eso del Batán también podría incomodar a los poderosos de la Fiesta? Que no es la primera vez que lo digo, pero el ver las corridas de la feria expuestas una tras otra, puede sacar sarpullidos entre las figuras, los ganaderos y los aficionados indignados que se pongan a comparar. ¿Se imaginan? Una corrida de Garcigrande o Núñez del Cuvillo y entre medias una novillada. Que me veo a don Julián, don Josantonio, don Miguelángel, don Alejandro y don Josemarimanzanzanares yéndose a la Posada El Peine a dar una conferencia de prensa para anunciar su ausencia de Madrid, mientras no cierren ese sitio en el que se les ven las vergüenzas antes de tiempo. Todo el mundo mundial se echaría las manos a la cabeza ante semejante desplante, pero riéndole las gracias a carcajada limpia en cuanto les hicieran cuatro cucamonas a los borreguitos que quieren ocultar. Si hasta se desarrollarían tesis bien fundamentadas de lo que es la perfección taurómaca de sus contorsionismos y estridentes trapazos destemplados. Que como decía El Gallo, don Rafaé, “hay gente pa’to”.

Pero entre todo este batiburrillo, la Venta del Batán sigue cerrada, de nada ha valido que la señora concejala del Distrito de Tetuán haya tomado brocha y mocho y se haya puesto a adecentar aquello. Que forma de despreciar sus afanes promocionales taurinos. Ya ve señora edila, que no valoran sus desvelos y si lo hacen, como todo en este mundo, que sea en la oscuridad, casi en la clandestinidad, sin que nadie se entere, no vaya a ser que alguien se pueda sentir ofendido o lo que es peor, que el que paga se entere de los atropellos que nada favorecen la Fiesta. Que ya se sabe, que estos taurinos son como los vampiros, que no les gusta la luz del sol. Aquello de “sol y moscas” ya ha pasado a la historia y ahora se ha transformado en “Tinieblas y garrapatas”. La conclusión de todo esto no es otra que “El Batán un riesgo para Taurodelta”.


jueves, 17 de julio de 2014

Van a pensar que el niño es tonto


¡Mira, mira! Un natural

Tengo unos vecinos que no caben en sí de gozo, viven en una felicidad permanente; que antes nos llega el fin del mundo, que a ellos el final de la alegría. Que no es que sean alemanes y que estén celebrando el Campeonato del Mundo, ni tan siquiera del Aleti reviviendo una y otra vez el final de la liga. Es algo mucho más importante, más trascendental y menos frecuente, el niño, de 19 años, que repetía 4º de la ESO, ha cateado cuatro asignaturas en julio. Nadie en la familia podía creérselo, al Charly le han dejado “solo” cuatro. Lo orgullosa que están su abuela y su tía Patrito, la soltera. Si ya lo decían ellas: mi Carlitos tiene un talento oculto, que el día que lo saque nos va a dejar a todos “epataos”. Si hasta le han regalado el que se vuelva a matricular del carné de conducir, a ver si a la novena es la buena. Con esas notazas, Carlitos, el Charly, se puede meter con lo que quiera, como si quiere hacerse un master de machaca de discoteca. Pensarán ustedes que o bien el que esto escribe o el Charly o la familia o la abuela y la tía hemos perdido la cabeza; pues no, y si conocieran al elemento en cuestión, se darían cuenta al segundo. Dejó colgados los estudios y se puso a vender cupones. Pues al lince este no se le ocurrió otra cosa que comprarse todos los boletos, para que así le tocaran todos los millones a él solo. Hasta el Ford Fiesta tuneado de su hermana empeñó para poder hacerse con todos los números. El razonamiento no estaba mal planteado, solo le faltó pensar que había no sé cuantos vendedores más, con sus correspondientes papeletas. Y ya en lo académico, el Charly era de los que no aprobaban ni el recreo y claro, si en un curso acaba aprobando Educación Física, Religión, Ética y algunas más de las gordas, dejando fuera las Mates, Lengua, Inglés y Sociales, que no les importan a nadie. ¿Entienden ahora las celebraciones quizá un pelín desmesuradas? Si vivieran en mi barrio, lo entenderían como lo entienden todos los vecinos, que saben de las “circunstancias” del mozo.

Pues vengo dándole vueltas a esto de Charly desde la fiesta sorpresa que le hicieron todos los del bloque el día que le dieron las notas. Que yo me alegraba por el chico, pero me resultaba un poco extraño, fuera de lugar, tanta juerga por “solo” cuatro cates. Y venga a cavilar y cavilar, pensando que la situación me resultaba familiar. Lo que me costó dar con la tecla. Si solo tenía que irme hasta el mes de mayo último, cuando todo el mundo esperaba ver al nuevo Talavante después de aquella declaración de intenciones de no querer retorcerse más, ni usar más trucos para torear, y a Miguel Ángel Perera, que por primera vez desde hace muchos años se anunciaba en Madrid con una corrida de toros.

No voy yo a ser el que niegue que las cosas han cambiado en el caso de Alejandro Talavante; no en cuanto al ganado escogido, pero bueno, tiempo al tiempo. Se le aprecia además esa voluntad de abandonar unas formas y retomar otras anteriores, pero tanto, tanto se amaneró don Alejandro, que ahora le cuesta tanto cambio. Lógico por otra parte, primero deshacer lo hecho y luego volver a hacer. Complicado, muy complicado y digno de ser valorado y alabado, pero con mesura, no perdamos la cabeza. Ni nos pongamos a pedir que esto sea como el Nesquick, instantáneo. Si acaso, como el Cola Cao, que tarda mucho más en disolverse y los grumos solo empiezan a desaparecer a las dos horas y cuarto de remover la leche.

Lo de Perera es menos esperanzador que lo de Perera, pero mucho mejor acogido por los fieles de la modernidad que están deseando ver un guiño de sus dioses, para enseguida echar a correr por las calles proclamando el milagro de la conversión del agua en vino, o lo que es parecido, de la vulgar monotonía en arte supremo. Casi es más lo de los panes y los peces. De dos panes y tres peces sacaron para dar de comer a una multitud y el extremeño de dos naturales regulares llenó las crónicas de faenas de ensueño, muletazos excelsos, templados, hondos y con mando. ¡Casi na’! Vale que se pusiera delante de lo que ninguno de sus colegas del grupo de los “Geses” se pondría ni empujados por los civiles, pero ¡hombre! Que ponerse no es lo mismo que torear. Que hay que valorarle en la justa medida, no empezar a recibir entre escalofríos al Espartero reencarnado. Y por esto me recordaba don Miguel Ángel, menos don Alejandro, al Charly, “mi Carlitos”, según la abuela y la señá Patrito, la soltera. Desde dónde vendría Perera para ensalzarle de las maneras que se le ha ensalzado. Admito cierta mejora, no pasarse el toro a esas distancias indecorosas, cierto temple y en algunos muletazos hasta mando, pero hay vicios que no hacen ni amago de desaparecer, justo esos con los que el torero se alivia y merma considerablemente la exposición y los que procuran no molestar demasiado al toro, no vaya a ser que se ofusque. Que por no molestar, ni le hace caso en los dos primeros tercios, deja a los toros a su aire, porque para qué, si en ese rato la gente merienda.


¿Habría que dar un fiestón porque Miguel Ángel Perera ha suspendido en “Toreo y Torería”, en “Lidia”, en “Colocación” y en “Jondura”? Pues si ustedes quieren, se la damos otra vez, aunque ya en Madrid hubo un adelanto cuando la plaza se encontraba en su momento de más baja exigencia y mayor verbenismo orejero de su historia; pero una juerga es una juerga y no hay por qué despreciarla. Quizá estaría bien echar el resto allá en Septiembre por la feria de Zafra, en Mérida, que pilla a mano para que se acerquen partidarios de todas partes o en Olivenza, que ya sabe de organizar acontecimientos gloriosos de la Tauromaquia 2.0. A Talavante igual hay que dejarlo un ratico tranquilo, a ver si sigue en esa Metamorfosis taurina y como Gregorio Samsa empieza a ver cómo va mudando de pegapases a torero. Pero lo de Perera no me lo quito de la cabeza, y es que escucho lo que se dice de él por ahí y se me representa la imagen de “mi Carlitos” con cuatro cates repitiendo por enésima vez en 4º de la ESO con 19 tacos, a punto del vigésimo, y la familia como loca, con la abuela y la tía Patrito, la soltera, empapando pañuelos con lágrimas de emoción y efluvios nasales, aunque estos por la alergia a las arizónicas y gramíneas, pero esto ya es otra historia.

lunes, 14 de julio de 2014

El rey de la creación

Ganadería Vaz Monteiro, donde el toro sigue siendo el rey de la creación, gracias a Rita Vaz Cabreira


El día estaba marcado con letras de oro en el calendario de los animales. Una vez fallecido el rey y celebrados los funerales reales por su bestial majestad, serían llamados todos los miembros del Consejo y se procedería a la entronización de un nuevo rey. Muchos ya se habían hecho presentes en la Corte, precisamente para honrar al fallecido León XXV, quien con tanto acierto y tan justamente había ejercido su cargo. Se comentaba entre los jefes de los diferentes clanes que quizá su sobrino, el hijo de su hermano, podría ser el candidato ideal. Lástima que no quedaran hijos de León que sobrevivieran a su padre. Todos los que tuvo, tres, cayeron en las luchas que tiempo atrás mantuvieron con el clan de los toros, quienes también optaban a la corona; finalmente, en un gesto de generosidad y magnanimidad, para evitar más pérdidas entre los animales, los astados renunciaron al trono. A partir de entonces se les reconoció su puesto en la corte, se les consultaba para cuestiones capitales y se les garantizaba su autonomía para poder elegir su propio jefe y legislar según sus costumbres, siempre y cuando no hubiera interferencias con la convivencia del resto de las especies.

Uno de los más destacados asesores del rey, el Búho, Chambelán del Rey, comentaba con el lobo, jefe de los ejércitos, que quizá volvieran a poner encima de la mesa las antiguas pretensiones el Clan de los Toros, aunque solo fuera para hacer una manifestación de poder, del que creían tener derecho por haberlo ganado en los campos de batalla. El recuerdo de las bravas toradas avanzando por la llanura  y presentando sus agudos estiletes rasgando el aire  hacía temblar a los más valientes de entre los valientes. La tierra, estremecida por las pisadas de la manada, parecía el eco de los bramidos que hacían que el ataque hiciera pensar en el prólogo del apocalipsis.

La intranquilidad se hacía más presente a medida que iban llegando los electores del Consejo, sin que el toro dejara adivinar su presencia. Algunos hasta predecían su ausencia, más impulsados por el deseo que obedeciendo a la razón. Los leones disimulaban con una estúpida pose de forzada serenidad; la legión de roedores danzaban entre gritos y saltaban de un lado a otro como si del suelo recibieran una descarga eléctrica a cada pisada; los rumiantes de todo tipo no se esforzaban en reprimir ese gesto de imbéciles despreocupados, mientras creían que serían respetados en todo momento por sus primos, más o menos lejanos, que son los toros. Puede que el que más firmeza y calma presentara fuera el caballo, el único capaz de hacer frente a las tarascadas de esas temibles bestias.

¿Por qué no les cedemos por una vez el cetro del rey de los animales? Gritó una voz. Ante algunas muestras de desagrado, especialmente procedentes del flanco de los felinos, la gran mayoría se manifestó a favor y acogió la idea con gran regocijo; no tanto por la ferviente adhesión a unos, sino más bien por la desafección y miedo que imponían los otros. ¡Yaaaa! Se oyó desde los árboles más altos. ¡Yaaaa! se volvió a oír. La voz se repitió como si fuera el mensaje del eco que quería avisar a todos los animales. En el horizonte se adivinaba la nube de polvo que las rudas pezuñas de los toros levantaban a su paso. Hasta el infierno se ponía en guardia ante semejantes visitantes. Ya fueran los más grandes, elefantes, hipopótamos, jirafas o rinocerontes, o los más rápidos, gacelas, ciervos y gamos, o los más fieros, los propios leones, tigres, pumas o jaguares de la sabana, todos ponían hiniestas las orejas, no queriendo ser sorprendidos por un gañafón lanzado por los pitones de uno de aquellos demonios negros.
¡Pero...! ¿Qué era aquello? ¿Qué broma pesada nos estaban gastando los toros? ¿Qué significaba todo esto? Los terroríficos toros de impresionante figura, majestuoso porte y mirada retadora se habían convertido en algo que más parecía una caricatura, que no el rey de la creación, el que no ostentaba la corona por cederla al león generosamente y evitar un gran baño de sangre, a cambio tan solo de gozar de una autonomía que con toda certeza se ganarían peleando. La embajada la componían un montón de animales con cara de estúpida bondad, mirada ausente y distraída,  fofos y sobrados de grasa, con trote cansino, más preocupados por  evitar el no caer por flojera que sembrar el pánico entre los demás. Y para colmo, con los cuernos recubiertos por una especie de vendajes blancos, que más recordaban a las momias de las películas en blanco y negro que a aquellas armas de ataque y defensa que hacían temblar al sol. La punta acababa en una superficie roma, incapaz de clavarse sobre ninguna superficie, ni dura, ni blanda. Eran dos cañones ciegos que ya no servían para lo que un día se utilizaron.

El terror reinante entre el resto de los animales se diluyó súbitamente y dio paso a miradas incrédulas y a un sentimiento de lástima y compasión que se extendió como llevado por el viento. No era una broma: era la penosa realidad de aquellos animales. La mano del hombre les había empujado al pozo del deshonor y la infamia. ¿Qué mal habían cometido para sufrir semejante castigo? ¿Qué delito era proporcionado para tal penitencia? Inmediatamente el león, el aspirante a ocupar el trono de su tío rasgó la tensión de un tajo y alzando la voz para ser oído desde todos los rincones del reino, pronunció estas palabras:

Animales del reino, criaturas de la creación, escuchadme. Reunidos todos los miembros del Consejo, que es quien debe nombrar al nuevo inquilino del trono, quiero darles a conocer una propuesta acordada por los jefes de mi clan; y esta no es otra que el ofrecimiento de una monarquía compartida entre mi animalidad y el jefe del clan de los toros, reconociendo así de esta forma el valor, valentía y majestuosidad que siempre poseyeron por nacimiento. Y así quiero que se haga saber a lo largo de toda nuestra geografía, para que tal acuerdo entre en vigor desde este mismo instante.


Los toros se quedaron mirando a su alrededor, como si quisieran coger con la vista a la mosca que jugueteaba alrededor de su cornamenta, pero sin acabar de saber muy bien el motivo de todo aquello. Realmente tampoco sabían a ciencia cierta a qué venía aquella multitudinaria reunión. Simplemente los ancianos de la manada les habían enviado allí. Pero lo que unos vieron como un gesto egoísta de los leones, no fue otra cosa que una muestra de generosidad con sus antiguos competidores. De esta forma todo el mundo sabría que los toros estaban bajo la protección de León XXVI, pues los que un día atemorizaban a todo aquel que se les enfrentaban, ahora solamente daban lástima, y no solo eso, sino que estaban expuestos a ser diezmados por cualquier alimaña que en otros tiempos no se habría atrevido ni a acercarse a un toro, aún solitario, pero armado de una tremenda arboladura y empujado por un corazón rebosante de fiereza, nobleza y bravura. 

viernes, 11 de julio de 2014

La Tortura no es Cultura

Quizá Ignacio Sánchez Mejías podía opinar sobradamente sobre el Toreo y la Cultura.


Ya saben ustedes que tengo una debilidad especial por los antitaurinos y un gran afán por entenderlos y si hace falta, hasta me pongo en su lugar, algo que ellos parece que no son capaces de hacer. ¿Se imaginan? Si este gesto de empatía fuera mutuo, igual nos entenderíamos mucho mejor, el diálogo sería mucho más fluido y hasta podríamos disfrutar de una bonita relación casi de amor entre taurinos y antis, vamos que hasta podríamos celebrar todos los años nuestro enamoramiento, acudiendo todos juntos a una capea en una finca del campo bravo. Ya puestos a elucubrar, podrían crearse asociaciones mixtas entre miembros de un colectivo y los del otro. Sería precioso, bien es verdad que habría que superar algún que otro inconveniente, pero ya se sabe, querer es poder.

Pero ¡ojo! Sin prisas, tiempo al tiempo, porque ya lo dicen los italianos, quien va “piano”, va “lontano”, que resumiendo, quiere decir que despacito y buena letra. No podemos adaptarnos los unos a los otros así de sopetón. Parece recomendable que los de ambas partes se den espacio. Si una pareja mixta decide invertir en una finca, por eso del común amor por la naturaleza, y dedicarse a la cría del ganado bravo, por ser una esta la especie que les ha acercado y que les ha dirigido a su encuentro, lo razonable sería que se compartiera la hacienda de forma alternativa. Y me explico, porque la cuestión es muy simple. De forma autónoma el anti y el pro, podían pasar temporadas de diez o quince días en el campo, para ya más adelante, poder gozar de la calma y sosiego de la naturaleza ya en compañía. Así el anti podría gozar de la compañía de los utreros y toros de cuatro años jugando por el jardín de la casa al corre que te pillo, podría enseñarles a subirse a los sillones para ver series de dibujos animados de Walt Disney o invitarles a dormir sobre una alfombra a los pies de la cama. ¿Y quién dice que no podrían reunirse todas las reses, toros, vacas, terneros, mastines, gallinas, cabras, ovejas, caballos y burros en torno a la pérgola de la entrada a la casa para escuchar la colección completa de Cantajuegos? Si es que lo estoy viendo, todo paz, armonía y esa galvana de los cuerpos a la hora de la siesta.

Pensarán que he perdido la cabeza, pero yo les rogaría que no se aventuraran a hacer juicios de valor prematuros. A ver, pretendemos que los antis crean a pies juntillas lo que nosotros afirmamos sobre el toro, que si no deja que nadie se le acerque, que si ataca por el simple hecho de ver que algo invade su territorio, que toma esta actitud agresiva sin permitir tan siquiera un signo de buena voluntad por parte del visitante y que por muy dócil que sea o esté habituado a los que le echan de comer y les cuidan, hay que tener mil ojos, pues en un segundo te puede levantar del suelo y dejarte como un guiñapo con la ayuda de esos mástiles que luce en la testa. Sin contar esa fuerza, ese querer coger que los que nos llamamos aficionados suponemos en el toro de lidia. ¿No podemos cuanto menos concederles el beneficio de la duda?

El toro es un rumiante, un herbívoro y como tal, según dicen los que parecen conocer mejor que nadie sus reacciones y comportamientos, esto les impide radicalmente el ser un animal agresivo. Si al menos tuviera garras o colmillos, aún, pero con los cuernos como única arma ofensiva y defensiva, no hay lugar para peleas. Eso sí, sería recomendable que la parte taurina de la sociedad pusiera velas a todos los santos, pidiendo porque la otra parte de la parte contratante, considerada como la primera parte, tengan razón y se cumplan sus vaticinios. Quizá después puede que los antis empiecen a entender por qué se lidia al toro en las plazas. Lo que puede que no lleguen a comprender es el motivo por el que se le trata con tanto mimo, porque permanece en el campo, en su medio natural, disfrutando de la vida durante cuatro o cinco años, de la misma forma que lo vienen haciendo sus antepasados desde hace siglos, quizá milenios. Como citaba Fernando Claramunt en su Historia Ilustrada de la Tauromaquia, hay fósiles que delatan la presencia del toro en los mismos lugares en los que se criaba en el siglo XX, que datan desde hace aproximadamente 50.000 años. Quizá la causa sea que a nadie se le ocurrió meter un animalito de estos en una casa para acariciarle el testuz mientras los vaqueros contaban historias de toros.

¿Se puede entender esto como cultura? Pues no lo sé, no tengo ni idea, pero tampoco es algo que me preocupe en exceso. Lo que sí que creo es que es un conocimiento que no se debe despreciar. ¿Es tortura? Pues francamente, en esto sí que me atrevo a decir que no, ni mucho menos. El juego con los toros se ha venido practicando en la Península Ibérica desde tiempo inmemorial. Hay documentos que acreditan la celebración de festejos con toros, encierros, toros alanceados o cualquier otra actividad en la que el hombre sorteaba la muerte. Pero esto no es algo que se le ocurriera a un señor un día y que a partir de entonces fuera imitado por sus vecinos. Esta es la conexión entre el hombre y el medio, esa relación con su hábitat, con los animales con los que comparte su espacio, igual que gracias a los productos de la tierra y para satisfacer una necesidad primaria, como es el sustento, se empiezan a poner los cimientos de la gastronomía. ¿Cultura? Puede que sí, ¿por qué no? Quizá en el origen no lo sea, pero su caminar a lo largo de los siglos y la identificación con una tradición y unas costumbres, puede que sea lo que convierte lo cotidiano, lo doméstico, en un acontecimiento cultural.

Con los mismos razonamientos, ¿es cultura el toreo? Pues creo que en su conjunto, podemos afirmar rotundamente que sí. ¿Es cultura toda manifestación en la que se hace intervenir al toro? Pues personalmente creo que la respuesta también debe ser afirmativa. Hay celebraciones, espectáculos o como quiera que los llamemos, que no se justifican culturalmente por responder a una tradición. Creo que todo el mundo tiene in mente varios casos que responden a tradiciones que no pueden ser admitidas como hecho cultural. ¿Dónde está la barrera, dónde se marcan los límites? Pues cada uno puede marcar la línea allá donde le plazca. Independientemente de que el final del toro sea morir, creo que hay un factor que diferencia eso que dicen tortura, aunque sobre esto habría mucho que discutir, de la cultura, y no es otro que el ofrecer al toro su opción de triunfo, que durante la pelea el toro pueda salir victorioso. ¿Qué el final siempre es el mismo? Como el de todos los animales que cría el ser humano, no hay otra. Y si además nos referimos al toro y a la necesidad territorial que exige su forma de vida, resulta más que evidente que hablamos de una raza que no puede vivir sin estar bajo control no es posible su convivencia directa con tipo de ganado y mucho menos con el ser humano. Todos hemos escuchado eso de que el toro en el campo no hace nada, que no ataca y que permite que se pasee a su lado sin que mínimamente se incomode. Puede ser que sí, pero yo no me iría de picnic a ninguna dehesa donde estuvieran pastando estas criaturitas. Luego allá cada uno, que hagan lo que más les apetezca. Ya con verlos al otro lado de una cerca es suficiente para decidir no saltarla; no me parece que sean como el oso Yogui, que aprovecha un despiste para quitarte la tortilla, ¡uyuyuiiiiii! Estos te “descomponen los emparedados, el auto, la crema de cacahuetes y la crisma si es preciso”. Pero insisto, allá cada uno con sus probaturas.


Eso sí, igual los antitaurinos pueden llamarse a engaño si un día pasan por delante de una tele y ven una corrida de las figuras, con los toros de las figuras y con esas poses y esas maneras de las figuras. Entiendo que vean esto como un abuso, en el que al toro se le han hurtado muchas de las posibilidades ya no solo de salir triunfante, se han eliminado incluso sus posibilidades de asustar, de intimidar a su oponente y al espectador. En el momento en que el toro no impone respeto, ni se siente su majestuosidad, entonces algo falla. Lo más importante se convierte en accesorio, en un mero objeto decorativo para que el torero se enseñoree como si se tratara de un matador de toros. A mí, personalmente, en estos casos, el torero me parece el típico abusón mayorzote que asusta a los pequeños, y el toro me da la misma lástima y me produce el mismo rechazo que cuando veo a esos niños aguantar las bravuconadas de esos alevines de macarras. ¿Esto es cultura? Pues decidan ustedes. ¿Es tortura? Pues lo mismo, juzguen y decidan.