domingo, 31 de marzo de 2013

Democracia taurina, ¿realidad o utopía?

Quizá ese ideal democrático taurino se encuentre en el término medio de mezclar realidad y utopía


Muchas veces se ha comentado que los Toros es el espectáculo más democrático que existe en España, y se ha tenido como una verdad absoluta, una de esas que nadie se plantea cuestionar  pero, ¿es esto realmente cómo se dice? En primer lugar, quiero decir que aquí voy a verter una opinión propia y personalísima, que puede ser equivocada o acertada, pero es lo que pienso y aquí lo dejo. Tampoco sabría decir si todo esto es extrapolable a la realidad de un país y al estado de su democracia, ahí que cada uno piense lo que mejor crea. Igual al acabar de escribir, sería capaz de decantarme, pero eso les aseguro que no lo voy a hacer; al menos hasta que no tenga un blog dedicado a otros menesteres y que se llame “Políticos degrada seis… o más”.

Para unos, la esencia de esa democracia es la forma de pedir la oreja para los toreros, que realmente sí responde a un espíritu participativo y a una decisión de la mayoría, pero quizá lo primero que el espectador, el aficionado o publico debería saber, y en especial, el presidente de la corrida y los “profesionales de esto”, es qué se puede votar y qué no, que no se puede hablar de mayorías en los casos en los que a estas no se les otorga capacidad exclusiva para decidir. Al menos mientras se pretenda mantener el verdadero espíritu de los Toros, o el de libertad, justicia, igualdad y participación, en otros ámbitos de la sociedad. Espero que se me entienda, pero no todo se reduce a votar, eso podría llegar a convertirse en una dictadura de las mayorías, que es otra forma de opresión y exclusión; y de esto creo que sabemos bastante los que vivimos esta afición, a los que se nos quiere convencer de que si una mayoría vota la prohibición de la Fiesta, la minoría aficionada debe acatar la decisión sin más. Incluso esta mayoría tampoco puede apropiarse de facultades que no le corresponden, no puede votar en contra de los derechos humanos, a favor del racismo o vaya usted a saber, de la misma forma que no se pueden conceder las segundas orejas por petición de la mayoría, ni el señor presidente puede delegar esta función según los pañuelos sacudidos al aire o el volumen del griterío del respetable. Algo que en principio parece claro, que no ofrece dudas, pero que tarde tras tarde, sin importar la plaza, se salta el personal a la torera, pasándose los reglamentos por ahí mismo. Pensemos en una faena de esas de perder el sentido, eternas, pesadas, clonadas y con muchos trapazos, pero que hacen perder el sentido al público. El señor matador, que sólo se hizo presente en el último tercio, sacude un bajonazo que desata la locura que se extiende por los tendidos y sube hasta el palco, para que el usía se líe a pegar pañuelazos en modo aspas de molino. Con la estocada defectuosa se pierde ese primer trofeo y no se tiene opción al segundo si el diestro no ha hecho méritos durante la lidia, ni con su toreo de capote. Ya sé que esto hoy en día es algo que no se tiene en cuenta, no se entiende y hasta se considera absurdo, pero, ¿es democrático este desprecio a la normativa? Pues que cada uno saque sus propias conclusiones.

Quizá esto no sea tan grave, dirá más de uno; y seguro que es verdad, pero uno ve los problemas dónde no los hay y llega a pensarse unas melonadas que no se le ocurren ni al que asó la manteca. Miren ustedes que uno cree que enarbolando la bandera de la democracia, hay unos aprovechados que se benefician de estos referéndums espontáneos, creyéndose y queriendo hacer creer que sus usos y actitudes están legitimados por los votos, por los pañuelos que flamean en la urna de la plaza de toros. Y resulta que ellos solitos y sus parásitos que pretenden representar las exigencias de sus maestros, deciden que hacen justo lo que el público demanda, que ese es el gusto de la afición y que hay que “evolucionar” para satisfacer a los que habitan los tendidos. Ahí lo tienen, la masa decide y los taurinos acceden generosamente a los deseos de esta, que curiosamente coincide con lo que más les beneficia, lo que menos les complica la existencia y lo que más les tapa las vergüenzas de su ineptitud.

Pero no para aquí la cosa, no señor, esto está mucho mejor montado de lo que parece. Resulta que con este mal entendido espíritu democrático los taurinos pretenden que los que no opinen como la mayoría, callen y se abstengan de manifestar su opinión en la plaza, en los foros, las tertulias, los blogs y en la cama, por si alguno habla en sueños y grita eso de “Toooooro, tooooooro”. Ya saben, eso de tú votas y hasta la próxima y si no votas, pierdes el derecho a opinar; aunque por otra parte, este derecho lo pierdes en el momento en que piensas diferente a la mayoría. No está permitido que disientas, porque te empiezan a llamar torista, que si lo que quieres es tragedia, que si estás como loco por ver al torero cogido y todas esas barbaridades que parece mentira que llegue a pensar alguien de otra persona, especialmente si el primero apela al poder democrático de la mayoría, que se convierte en abuso o dictadura cuando hay otra mayoría más mayoritaria que hace peligrar sus intereses.

No resulta ejemplar el que un señor levante la voz durante la lidia para protestar por una mala colocación, por un vicio o mal uso que favorezca descaradamente a una de las partes, toro o torero, porque eso es un signo inequívoco de falta de respeto, ignorancia y deseo de reventar la fiesta a la mayoría. Que empiezan llamándote payaso, pretendiendo faltar, y quién nos dice que no acaben acusando al buen hombre de Kaleborroco taurino, antisistema, terrorista y todas esas cosas que hoy se escuchan que los que mandan dedican a los que pretenden “molestarles”, haciéndoles saber de sus penurias.

Decía más arriba que lo mismo no es tan grave eso de dar orejas a tutiplén sin haberse hecho los méritos suficientes, pero voy a dar un argumento qué creo que demuestra que sí lo es. Argumento que expongo públicamente aun a riesgo de ser lapidado o quemado en la hoguera por las opiniones de aficionados tan solventes como los que se pasan por aquí a visitarnos, y de los que uno no acaba de aprender lo suficiente. Pues mi razón no es otra que si se premia lo que no se hace, al final eso dejará de ponerse en práctica, perderá el valor que tuvo en su momento y, o bien se abre la puerta a la degeneración y a la vulgaridad, o se empieza a crear un adefesio extraño, que nada tiene que ver con el original. Pero eso no es evolución, no confundamos, eso es mutación. Aunque esto sí que nada tiene que ver con ese supuesto espíritu democrático de los Toros, si acaso con la cirugía, para cortar y extirpar las células mutadas, alejándolas de las demás, no vaya a ser que las contagien. Que luego a uno le montan una feria que parece la Parada de los Monstruos y cuando escuchas las alabanzas de unos y sus intentos por callar la boca a los disidentes, uno piensa en lo que llaman la democracia taurina, ¿realidad o utopía?

miércoles, 27 de marzo de 2013

Son muchos los que no se han puesto



Hoy quiero dedicar esta entrada a uno que sí se ha puesto y que nunca se ha quitado, a mi amigo el torero, el de Trigueros
Uno de los argumentos de mayor peso que los taurinos nos tiran a la cara para rebatir las críticas es que “no nos hemos puesto”. Y algunos de la forma más despectiva que pueden, “si ni tan siquiera se han puesto”. Y ya digo que es la argumentación de más peso que saben esgrimir, lo que no quiere decir que sea ni mínimamente aceptable, ni consistente, ni sostenible, ni sólida, y que más bien parezca la excusa del niño de Infantil al que le han puesto un cero en “Pinta con colores los globos del payaso”; y el pobre va, pinta el payaso y se olvida de los globos.

Pero claro, a semejante cuestión se puede contestar de muchas formas, unas más afortunadas que otras, pero claro, si uno va y dice que sí se ha puesto, entonces, ¿puede criticar? ¿O necesariamente se tiene que convertir en un cómplice de esa supuesta “Hermandad de los Puestos”? Que a veces parece que se han puesto de todo y más de la cuenta, que van pero que muy puestos. Porque claro, uno, servidor, se ha puesto, aunque para ser más exacto debería decir que se ha puesto… a temblar. Y por esto mismo, por haberme puesto, admiro mucho más a los que quieren hacer verdad con su toreo y a los que se ofrecen ante el toro de verdad. Con estos últimos siento que existe tal distancia, que yo jamás podría recorrer, bien por falta de valor, por falta de condiciones, por desconocimiento del toro, sus problemas y cómo resolverlos ahí delante, o por todo a la vez. Pero claro, lo de los otros, “los puestos” no parecen caer en la cuenta de que si alguien piensa que eso que ellos hacen y con ese animal, creen que lo puede hacer cualquiera, ahí es el momento en que esto se empieza a venir abajo. Y eso ya está ocurriendo y más con esta fiebre de los “aficionados prácticos”, que un día le pegan dos muletazos a una vaca, mañana cinco y al tercero ya hasta se gustan y luego que si a un becerro, a un novillo y a lo mejor hasta a un toro. Que por supuesto que no tendrán nada que ver los trapazos profesionales, con los aspavientos con un trapo del “aficionado práctico”, pero la idea de que yo también lo hago es lo que ha empezado a germinar en el corazón de aficionado de algunos. Si además, a las condiciones que se le exigen a un matador de toros quitamos esa de conocer al toro y los recursos de la lidia para poderle y mandarle, porque ya sale podido y mandado, pues para qué más.

En lo que no han caído estos taurinos, o al menos no lo han manifestado, es en que estas figuras que nos ha tocado sufrir y que seguiremos sufriendo, en el caso de Madrid hasta que se cierre la plaza para cubrirla y mientras el Dream Team y la Eñe Be A se juegan las medallas olímpicas, es que estos chicos tampoco se han puesto. Díganme cuantos toros de Santa Coloma, Coquilla, Moreno Silva, Cuadri, Miura, Pablo Romero, los “Patas Blancas” o Veragua, por decir unos cuantos, han matado entre los quince primeros del escalafón de matadores de toros. Que hasta un novillero que está peleando por abrirse camino ha toreado más ganado de esta sangre que toda esta panda junta. Y el chaval me decía que había sido un invierno duro, pero se sentía orgulloso y sobre todo torero. Para que le vengan a este con mandingas mañaneras. Es más, en el colmo de la desfachatez, esta tropa lleva a gala el que no se hayan tenido que enfrentar nunca a un toro de esa calaña. Eso es para los desgraciados que no han tenido la suerte de tener un trasero delante al que lamer, como ellos, lo que les ha permitido ir por un camino mucho más llano que estos a los que llaman de segunda división.

Es complicado entender eso que algunos dicen de que hay toros para unos y toros para otros, que los toreros los hay de primera y segunda división, y precisamente los de primera son los que se enfrentan a las bobonas chochas que se parecen a un toro lo mismo que una sartén a un barco. Aparte de que la decisión para que unos entren en un grupo o en otro, no corresponden a criterios artísticos o lidiadores, porque si así fuera, qué alguien me explique los méritos de Manzanares, Juli, Ponce, Castella, Perera, Ferrera, Cayetano, Rivera Ordóñez, Tejela, Tendero, Pinar, Luque y otros tantos, pero me van a permitir que no siga pues todos sabemos a qué coletudos nos referimos. Pero lo que yo quiero saber es si en este caso también podemos aplicar lo “No se ha puesto” o sólo vale para los molestos aficionados que no soportan ese cóctel de vulgaridad y mediocridad que les hace valorar seriamente la posibilidad de ponerse o no, pero de ponerse hasta las cejas de calimocho, a ver si así pueden olvidar el nivel de degradación al que ha llegado esta pantomima. Pero creo que queda claro que por el momento, son muchos los que no se han puesto.

lunes, 25 de marzo de 2013

La vaca del aguardiente

A Urdiales quizá le habría ido mejor con la vaca del Aguardiente y no con los mulos de Torrestrella y Torrealta



Ya empezó la temporada de toros en Madrid, aunque ruego me perdonen, pues no me gustaría inducir a engaño; dicho así, alguien podría pensarse que de aquí a octubre no pararán de salir toros de lidia con bellas láminas, comportamientos de bravos, encastados y que exijan tener delante a un matador que sepa cómo salir con bien del compromiso que se supone que es Las Ventas y el toro que en las viejas historias se contaba que salía por toriles.

Así que volveré a empezar, tal y lo exige la terminología actual: “Ya ha comenzado la preferia de las Ventas, a la que seguirá el ciclo de novilladas preferiantes, luego la feria de la feria, la de rejones interferias, la feria del Jarte y la Kultura, la postferia, los ciclos de saldos novilleriles, la miniferias diferida de la Paloma, más ciclos, la preferia de Otoño, la postferia de Otoño y el final de este atareado año, que antes simplemente se llamaba la temporada.

Se anunciaba un encierro Torrestrella, muy en tipo, no se sabe de qué, pero muy en tipo. Tan dispares eran entre sí, que podían estar en tipo Veragua apretado, caballuno agalgado de patas largas, el mostrenco de Torrealta y un último que podía ser Núñez o todo lo contrario, destacando sobre todos ese tercero que parecía más una vaca vieja, sin tanto pitón, grandón y al que le hacían juego un montón de mocetones haciéndole cucamonas y toreándole con la rebequita de la novia. Pero cómo la tarde no estaba para quitar la rebequita a nadie, so pena de recibir un sopapo con la mano abierta en plena jeta, pues se dejó que el matador de turno intentara suplir la ausencia del mocerío del lugar.

Abría plaza y temporada el riojano Diego Urdiales, un torero al que siempre se le espera y al que se desea que le salga un toro con fuerzas, con buenas o malas ideas, pero que no se caiga. Quizás sea la única manera de ver a Urdiales en toda su pureza. Ante el jabonero de inicio, ese que hasta a una niña de diez años le hizo exclamar ¡Qué pequeño!, ya al tercer capotazo dio muestras de flojedad. Fue al caballo al paso, sin colocar en la primera vara, dejándose dar, aunque muy poco, estando más cerca de la simulación que de ejecutarla suerte con verdad. Allí se quedaba el animalito debajo del peto, sin que se planteara ni de lejos apretar. Un tanto parado por el pitón derecho, luego se arrancaba en sosas oleadas destempladas. Urdiales lo intentó primero por el derecho, se quedaba, al natural, con la molestia el viento, De nuevo se echó la muleta a la derecha, para comprobar que se revolvía cada vez antes, hasta que definitivamente se paró. En el grandullón segundo de Torrealta tardó en hacerse con él. Muy suelto y sin que nadie fuera capaz de fijarlo, fue como una flecha a por el caballo de puerta que acababa de salir, para mandar a caballo y jinete contra el suelo. Ya en el de tanda, fue al relance, para empujar mientras le tapaban la salida y le dieran de lo lindo para quitarle esos humos de mantón de barrio. Antes del inicio de la faena de muleta estaba bastante peligroso. Tras un tímido inicio por bajo, las tandas de Urdiales eran cortas, con buena colocación y queriendo hacer las cosas con verdad a este pegajoso zamacuco de Torrealta. Derechazos y naturales arrancados a fuerza de tesón, pero que no fueron tenidos luego en cuenta, precisamente por alargar en exceso su labor, con la consiguiente desesperación del respetable. Una media que no valió para que el toro doblara con rapidez, varios descabellos y dos avisos, hasta que al final cayó el geniudo grandullón que hizo cuarto.

El salmantino Eduardo Gallo fue el único que mató los dos toros de la ganadería anunciada, de Torrestrella. ¡Qué suerte! A su primero le recibió aseadito la verónica, con quietud, moviendo bien los brazos y ganando terreno hacia afuera. Animado intentó el lucimiento con un galleo para llevar el toro al caballo, pero quizá afeara su quehacer el que él iba por aquí y el toro por allí a lo lejos. Era una mezcla de toreo de salón sin toro, retirada sin perder los papeles y cómo un toro despistado buscaba un trapo al que hacer caso. Picotazo muy trasero, para seguir tapándole la salida y sin apretar, mientra el toro se mantenía paralelo al peto. En este primer encuentro se arrancó cuando más lejos tenía a jinete y cabalgadura, sorprendiendo al señor de la vara. La segunda vez éste ya estaba avisado y pudo casi simplemente señalar el puyazo, después de que el Torrestrella se arrancara hasta con cierta alegría. La pena era que no se le pudo casi picar. Gallo empezó con la muleta pasándoselo a cierta distancia, sin perder demasiado la compostura, derechito, pero llevándolo por allí lejos. Enganchones, separadito, soso, pero jaleado por el público ávido de toros y con ganas de divertirse, que así debe ser la cosa en las preferias, pero como uno no tiene costumbre, se cree que todas las corridas de toros deben mantener la misma exigencia. Derechazos acompañando, piquito de la muleta y la pierna de salida escondida descaradamente, pero sólo a partir del segundo muletazo, en el primero lo disimulaba un poquito más. Cita algo más fuera del hilo del pitón, lo que no le ayuda demasiado. Quizá un pelín más adelante, sin necesidad de cruzarse, fíjense lo que son las cosas, el toro le habría ayudado más y la faena también habría ganado en calidad. Pases escupiendo al toro y de cierre una variadísima sesión de inversos y trapazos que encenderían al más exigente público de cualquier plaza de tercera, incluso hasta de muchas de segunda. Pero en Madrid, aunque fuera en preferia, no sólo no gusta, sino que hasta hay quien se lo toma a mal, será porque no traga con tanta vulgaridad. En el que hizo quinto, la lidia se ausentó por motivos personales, y para escenificar el jaleo que había en el ruedo, tras el primer picotazo en el caballo el toro se llevó enganchada la puya. El que quiera que venga a quitármela, debía pensar el de Torrestrella. Otro picotazo leve y el animalito se derrumbaba cuando se batía en retirada, allá sobre las rayas del tercio. Quite por chicuelitas de Nazaré, una aquí, la otra, espera que voy allí, otra por el otro lado, pareciendo más una capa que busca al toro dónde sea para sacudirle un mantazo en toda regla. Desmelenado responde Gallo con un jaleado quite entre a la verónica, por navarras y delantales, pero todo al mismo tiempo, para cerrar con una buena media. Tras dos buenos pares de Domingo Siro, el charro cogió la muleta para empezar con derechazos escupiendo al toro de la suerte, muy soso y desangelado, teniendo que recolocarse a cada pase. El toro parado y defendiéndose imposibilitaba cualquier intento de crear arte.

Y cerraba Antonio Nazaré, una de las esperanzas de la afición hispalense y que algunos habían pedido verle aquí en Madrid. ¡Qué mala suerte! Le tocó la vaca del aguardiente, ese pseudo equino, pseudo vacuno, que con tanto pseudo se quedó en adefesio taurino. En el caballo primero se dejó sin más, para cabecear el peto en el segundo encuentro. Con la muleta, tras los tres primeros trapazos casi echa mano al matador, que resolvió con una faena plena de contorsiones y retorcimientos propios del toreo moderno. Tampoco es para ponerse exquisito oiga, que estamos en preferia, ¿o eso no tiene nada que ver? Es que uno no acaba de aclararse muy bien con esto. Naturales con la muleta torcidísima, dados de uno en uno. Estocada entera desprendida, ejecutada de esa forma en la que el brazo parece escayolado, sin moverlo y sin meter la mano, sin una buena ejecución de la suerte, pero como el acero entró, todos felices. Al segundo de Torrealta, el que hizo sexto, le costó llevarlo al caballo. En la primera vara se quería quitar el palo y en la segunda corneaba al caballo, mientras el maestro andaba por allí, de lejos, cómo un bulto sospechoso, si no fuera porque iba de luces. Estaría pensando la gran faena que iba a regalarnos para acabar, aunque no fue más allá de los retorcimientos y la falta de colocación, mientras el animal iba a su aire buscando una compañía que le resultara menos pesada. Con los aceros se hizo un verdadero lío, pinchazos, picotazos con el descabello, y la gente deseando marcharse para casa a tomarse algo calentito y a refugiarse de la rasca que hacía en la plaza de Las Ventas. Que si hubiera habido tapadera, igual la cosa habría sido mejor, pero no para gradas y andanadas, que solo oiríamos el jaleo de los bieeeeen a los trapazos y nos habríamos pensado que nos estábamos perdiendo algo grande. Pero no. Ya pasó el invierno y llegada la primavera hemos podido comprobar cómo los señores de Taurodelta, socios fundadores y adosados, siguen fieles a su filosofía de trabajo: “Rescatemos del campo a todo lo que nadie quiere, lo más infame, lo más descastado, lo menos en tipo, lo que ha fracasado en todas partes, comprando las corridas de erales, añojos, o antes de cogerlas del árbol”. Que lo mismo hay suerte y una de estas, viene con sorpresa y nos toca “la Vaca del Aguardiente”.

viernes, 22 de marzo de 2013

San Isidro Olímpico, humillación feriada o muerte programada

Conservaremos nuestros abonos, pero lo que es seguro es que Domingo Ortega no reaparecerá mañana.



Lo que Madrid ha peleado por honrar a su Santo Patrón y lo que los madrileños han trabajado por engrandecer y cuidar su pueblo, eso que algunos llaman El Foro o El Pueblo más grande del Mundo. Y de entre todos los tesoros que esta gente ha cuidado con especial esmero están los Toros y la feria de San Isidro que en mayo reclama el título de Cátedra del Toreo. Pero después de estremecerme con los planes que la señora alcaldesa tiene para la plaza de Madrid para convertirse en sede olímpica y de ver publicados los carteles de ferias, prólogos y epílogos para este 2013, uno no acaba de saber si coger criada o ponerse a servir. No sé si deseo que Las Ventas se convierta en un pabellón para el baloncesto o en la sede permanente de esta monumental vergüenza que es el mundo del toro en estos días.

Uno creía que los cinco aros de colores iban a suponer la muerte de este rito secular, primero el año que se perdería sin toros a causa de las obras para cubrir el edificio; y esto no me lo invento yo, sólo me limito a reproducir lasa estimaciones hechas por un profesional de la arquitectura, que lo mismo te explica cuál es la fórmula idónea para instalar una cubierta, que te da las razones que echaron por tierra aquella carpa de circo ambulante que un mal viento se llevó. Luego, en el año olímpico es fácil que tampoco se dieran corridas, o en el mejor de los casos un puñado nada más. Que los señores miembros del COI, lo mismo deciden que corridas, ni una, aunque sólo sea por fastidiar y por dinamitar un hecho cultural que ni llegan a entender, ni saben valorar. Porque si lo dicen esos señores procedentes de Brunei, Nueva Zelanda, Fidji, USA, Noruega, Alemania, Argentina, Paraguay Swazilandia o vaya usted a saber, hay que hacerles caso, sin dudar un segundo. O eso parece según se escucha a doña Ana Botella, que debe tener poquito de aficionada, igual tanto cómo capacidades para ser alcaldesa de la Villa y Corte, y puede que alguien afín a su partido se moleste con esta afirmación, pero así lo siento y así lo digo como militante del partido virtual de los que aman esta Fiesta. Ya vemos para qué sirve la declaración de ésta cómo Bien de Interés Cultura, por parte de la Comunidad Autónoma de Madrid. Para engañarnos y hacernos tragar con un sapo tamaño sandía. Para que luego no recelemos del futuro después de esa ILP que ronda por los despachos de las Cortes, y que sirvió a unos para sacar pecho y a otros para afear la abstención del PSOE en esas votaciones; otros a los que también hay que agradecerles su apoyo decidido a un espectáculo seguido por parte de la ciudadanía. Y no quiero entrar si lo es en mayor medida, pues esto no se puede medir por números, simplemente hay que ver si debe o no existir, igual que la ópera, la música clásica, el teatro, la lectura o la pintura, que aunque minoritarias, siempre tienen que estar ahí, protegerse y fomentarse, aunque sólo sea para que no seamos un país de estúpidos, incultos, insensibles, ignorantes y vulgares mequetrefes.

Pero desafortunadamente parece que este desolador panorama no es una situación que no afecte a los Toros en este momento. Pocas veces han estado tan manipulados, politizados, prostituidos y devaluados como hoy, día en el que se han hecho públicos los carteles de la feria de Madrid y anexos. Ya sabemos que estos los elaboran tres negociantes a los que la Fiesta les importa un pito, que seguro que si mañana se prohibiera y cobraran una indemnización del Estado por los daños ocasionados, se frotarían las manos lujuriosamente, se aplicarían rodajas de cebolla en los ojos y saldrían a exponer sus lágrimas de cocodrilo públicamente, mientras hacen sitio en casa para meter los billetes. Estos señores de Taurodelta, los Choperitas, matilla y Casas, son los que hacen las combinaciones con unos señores a los que llaman figuras y que claman por ser considerados artistas, igual para ver si ellos mismos se lo llegan a creer, otros gladiadores a los que Dios no ha llamado por el camino del arte y la torería, otros caducados hace tiempo y que vienen a llevárselo crudo, como incluso llegaron a declarar en el callejón de Las Ventas tras matar un toro en San Isidro, otros que se burlaron y despreciaron a la afición de esta plaza, una masa de ineptos en la lidia, cómo casi todos, pero que abaratan los carteles y rellenan tanto hueco sobrante en una feria artificialmente larga, los pupilos de los empresarios y de otros gestores de otras plazas y alguna excepción fiel al clasicismo, pero que tiene que luchar contra este sistema putrefacto. Un ganado que repite presencia un año más, seguramente que para repetir fracasos precedentes o para ridiculizar lo que es el toro de lidia.

Díganme ustedes, ¿no sería mejor que concedieran a Madrid las Olimpiadas mañana mismo y que nos evitáramos esta penosa circunstancia? Aunque todavía hay quien se atreve a decir que es un serial digno de ser enmarcado en oro. Quizá estos sean los asesores de imagen del taurinismo militante; esos plumillas y voceros de cabecera, que a veces parece que opinan y mucho en la preparación de estas ferias que año tras año superan los límites de la vulgaridad alcanzados en años precedentes. Y si no, que alguien nos explique la presencia de Finito otra vez y la de Padilla en la Beneficencia. Que uno sintió muchísimo el percance del torero y se alegro en extremo de su recuperación, que incluso habría admitido su presencia una tarde en la feria, una vez olvidados incidentes y burlas pretéritas, pero no creo que ciertas cosas valgan para acartelarlo en lo que fue la corrida más importante del año. Ya sé que ahora le han salido seguidores de debajo de las piedras, que le ven cómo el sucesor de el Guerra, pero si en plenitud de facultades era torpe, basto, vulgar y sin arte ni gracia torera, ahora sigue en la misma línea.

Los habrá muy optimistas pero de entre tanto festejo, no sé si sería capaz de salvar tan solo uno en el que sea medianamente aceptable la combinación toros y toreros. Las tradicionales en las que aparece el toro, aunque sea en ocasiones contadas y pare usted de contar, si no es del pueblo de tal o cuál torero o vecino de un primo del amigo de un chaval que conoció mi cuñado en la playa, que una vez habló con un señor que se cruzó con Niño de Antequera en un peaje de la carretera de Barcaborcigüey. Pero ya digo, hay que ser muy benevolente para encontrar algún atractivo a todo esto. Que seguro que luego habrá orejas, no sé si indultos, faenones como los de Romanones y otros malparidos a causa de la espada, pero cómo le pregunté hace casi un año a un notable taurino que aseguraba que se había toreado en ocasiones muy bien y que había habido toros importantes, pero que fue incapaz de responderme si había visto un natural tan solo o un derechazo dado a ley y que si se podía considerar bueno a un toro sin picar. Cómo se me puso el hombre, ni que le hubiera mentado a la familia, a la suya, se entiende.

Pues así estamos señores, rascándonos el bolsillo para sacar de nuevo el abono, con el único fin de no perderlo, no vaya a ser que un año de estos decida reaparecer Domingo Ortega y que a todas estas vulgaridades les dé por quedarse en su casa. A propósito, ¿el señor Abella ha aprobado estos carteles? ¿Nadie le ha explicado lo del BIC de la Comunidad de Madrid? ¿No se ha acabado de enterar de los gustos que tenía esta plaza en tiempo inmemorial? O igual es que todo eso le importa un pito y lo único que le quita el sueño es que la supercarpa de los feriantes no se venga al suelo y que los de Madrid 2020 le guarden entradas de las buenas para el baloncesto en el pabellón multiusos de Las Ventas del espíritu Santo, aunque uno sigue dándole vueltas a todo esto para ver qué es esto, si humillación feriada o muerte programada

viernes, 15 de marzo de 2013

Pa’ chulo yo y pa’ pegarse, mis colegas

Hubo toreros que sabían lo que era mandar y no el ser caprichosos



Eso debe pensar don Alejandro Talavante, que a “echao pa’lante” no le gana nadie y si hace falta, aunque uno es buena persona, se revienta la final de copa del 17 de mayo. Si como mucho sólo se cubre menos de la mitad del aforo de Chamartín, pues se siente, pero es que ese día torea el extremeño en Madrid. Y además no puede ser otro día, porque el maestro tiene otros compromisos que satisfacer y no puede estar atento a esas cosas. ¿qué se le va a hacer? Mira que decidir jugar este año también la final de la Copa del Rey, y además en Madrid y además en ese día. No habrá días en todo el calendario. Y lopeor es que los futboleros no se han puesto en contacto con Alejandro para saber si le venía bien o no. Que a él también le joroba por su amigo Sergio Ramos, que no podrá estar en su encerrona, aunque si el maestro tiene unas palabras con don Mou, igual accede que que el defensa empiece el partido un ratito después que los demás. Enseguida se pone al día, se pega unas carreras por la banda, le suelta tres codazos y cinco patadas a los de Aleti y luego ya casi puede ir al ritmo de los demás.

Si es que si queremos, todo tiene solución. Tampoco creo que sea tanto el trastorno, pero en este país, si se trata de buscarle tres pies al gato, nos las pintamos solos. Que vaya por delante, que no pienso yo que se vaya a llegar a esos extremos, porque igual los señores de Taurodelta quieren ir ese día al fútbol y entre que se acaba la corrida, barren, recogen las almohadillas, hacen caja y les preparan la comida de los toros para el día siguiente, te pones en las 9.15; coges el coche, lo tienes que aparcar, que si preparas el bocata, buscas el sitio, te instalas, saludas y te quieres centrar, se te ha pasado el primer tiempo y a nada que se te tuerza un semáforo que tarde más de la cuenta, llegas a cuando entregan la copa. Yo espero que en esa fecha haya una novillada, puede que hasta una de caballos, que en estos casos se puede delegar en algún propio eso de recoger, que no es lo mismo que cuando viene don Victorino a Madrid.

Ahora sí, realmente don Alejandro se cree con tanto tirón como para quitarle público al fútbol. ¿No se le pasa por la cabeza que arrastrado el tercer toro se le evapore media plaza camino de la tele? Que no sería la primera vez, aparte que la gente va con otro ánimo a la plaza, que sí, que van a los toros, pero se pasan la tarde con un ojo en el reloj, otro en ver las alineaciones y los dos en saber si hay mucho tráfico, para adelantar la partida. Qué hay gente para todo, pero hombre, los del Aleti precisamente no es que estemos demasiado habituados a esto de las finales, que es que no nos acostumbraremos nunca, a pesar de todas las que llevamos en los últimos años y el Madrid… El Madrid también se la toma muy en serio.

Pero algunos todavía ven el fútbol como el enemigo eterno, ese mal secular que el maligno puso en el camino de la bendita Fiesta de los Toros. Es necesario elegir, o Toros o el balón, cómo hablan despectivamente. Que no es que no les guste el fútbol, que es algo dentro de lo probable, es que lo mandarían a la hoguera por el daño que hace a la Tauromaquia. Vamos, que con esa inquina al deporte, me dan ganas de montar una ILP a favor del fútbol, aunque no creo que lo necesite, porque éste está avalado por millones de seguidores, por medios de comunicación que se sustentan de sus noticias, por las incontables cantidades de dinero que mueven, por el poder anestésico que es para olvidar los muchos problemas que vivimos, eso que se llama “La qué está cayendo”. Pero estos integristas taurinos a las primeras de cambio se han liado la manta a la cabeza han empuñado el alfanje y allá que se han ido a apiolar futboleros. Ya los hay que han querido convertir esta posible coincidencia en una cruzada. Así se verá de verdad quién es aficionado y quien no. ¡Halaaaa! ¡Frena Manolo! Si no te piso. Qué tendrá que ver una cosa con otra, lo que hacen algunos para jalear al maestro, a los taurinos o a los que manejan esto de los toros. Si hasta José Tomás se quedará en casa para ver al Aleti. Cómo si nunca hubiera habido toreros futboleros. Sánchez Mejías con su Betis, Juanito Belmonte que fue directivo del Aleti, sin contar los futboleros que han sido ganaderos, empresarios o fieles a la Fiesta. Pero si se trata de doblar el espinazo ante el maestro, se echa por tierra al mismísimo Guerrita.

Parecerá que esto es un hecho menor, una coincidencia inevitable, pero la cosa tiene más enjundia de lo que uno se imagina, o al menos eso creo yo. Don Alejandro ha elegido ese día, porque tiene otros compromisos, que ya le vale. Si fuera pianista y tuviera concierto en el Royal Albert Hall, pues tiene su pase, pero da la casualidad de que es torero, mire usted. Y le contratan para la plaza de Madrid, la que dicen que es la primera del Mundo y el señorito dice que tienes cosas que hacer. ¡Vaya, vaya! Eso es estar concienciado y ser responsable. Es cómo si a un señor le dan el Nobel de Literatura, le citan para ir a recoger el premio en Estocolmo y dice que si le pueden adelantar la ceremonia once días, que es que le van a acuchillar el parqué y no puede ir. Si al menos fuera que se le casara un hijo, pero lo del acuchillamiento. Pues eso, Talavante debe tener hora con el cardiólogo y ya se sabe, que meses esperando para la cita, para que luego la pierdas por una bobada de seis Victorinos para ti sólo en Madrid. ¡Venga ya!

Uno que si tiene otro compromiso, otros que si se resiente la taquilla, por si queda en entredicho el orgullo taurino ante el poder de la pelotita, pero nadie se ha parado a pensar en el aficionado, ese que a veces, además de apasionarse por el toreo, siente sus colores como parte de su ser. Incluso los hay abonados a los toros y al Aleti; lo que no sé es cuando disfruta esta pobre gente, igual cuando conseguimos un nuevo aficionado a los toros o un nuevo rojiblanco. Pero a lo que iba, nadie se plantea el parecer del público que no querría perderse ninguno de los dos acontecimientos. es la eterna cantinela de siempre, yo me lo guiso, yo me lo como, exijo y decido y el que paga, pues que se calle, a ver si ahora además nos vamos a interesar también por él. Hasta ahí podíamos llegar. Y que nadie se me envalentone ni se ponga chulito, que ya saben, “pa’ chulo yo y pa’ pegarse, mis colegas”.

lunes, 11 de marzo de 2013

La hache tumbada pone en pie la Fiesta

Cuadri vuelve a impresionar



Ahora sí que sí, esto ya empezó; ya pasó el trofeo Carranza, el Teresa Herrera y el Colombino, atrás quedaron las expectaciones iniciales y casi de golpe se nos viene encima Castellón y Valencia, que no son las plazas más exigentes del mundo, ni se espera que lo sean en las próximas décadas, pero no son Ajalvir, Valdemorillo u Olivenza, con todos mis respetos.

Uno ya no es que sea pobre, es que tiene espíritu de ello y no sólo no tiene Telemoles, sino que ni tan siquiera sabe los festejos y ferias que se televisan, bueno Sevilla sí sé que estará destelevisada. Pero haya no haya tele, cuando ocurre algo importante las noticias corren que se las pelan. Ayer me encontraba con unos amigos y ya empezaba a hablarse de la corrida de la Magdalena, y un ratito después recibí una llamada de un capitán general del toro y en especial de los Cuadri. Tanto es así, que en los cumpleaños de los toros es el que enciende las velas. Me contó lo del Comino, no para echárselo al arroz, sino el que le echaron a Bolívar. Un toro bravo que fue premiado con la vuelta al ruedo, tras recibir dos puyazos, dando la impresión de que el toro aún soportaba más estopa, pero cómo hoy en día hay tan poquitos aficionados y menos en los palcos, al segundo encuentro el usía sacó el pañuelo a todo correr. Sería por evitar la locura del público ante el espectáculo de un Cuadri yendo al caballo. En la muleta, dicen las crónicas que quizás habría aguantado algo más, pero es lo que tienen los bravos y encastados, que el fondo y la durabilidad la tiene que tener el de luces, pero ¡Amigo! lo que se seca la boca con un mozo de estos, aunque sea más noble que el Príncipe Valiente.

Pero yo no voy a eso, ya digo que no vi la corrida, y ni tan siquiera me voy a poner a echarle flores gratis a la ganadería de Trigueros. Sólo quiero detenerme en un estilo, en una forma de pensar y en su puesta en práctica en el trabajo diario. Imagino que a los herederos de don Celestino Cadri les gustará ganar dinero con el toro, pero no a costa de lo que sea, ni enterrando una idea ganadera. Dice mucho de un criador de toros bravos el que Madrid sea el eje fundamental de su temporada. Sin desatender a otras plazas que pidan los toros de la “H” tumbada, ya recta, pero con las Ventas siempre presente. Seguro que hay otros hierros que aplican la misma fórmula, pero no con tanta fe, ni haciendo que esta tendencia influya en las camadas año tras año, de lo que lógicamente sale beneficiado el aficionado y la Fiesta. Un ejemplo es lo ocurrido el año anterior en Madrid. Estaba apartada una corrida muy bien plantada, y no me refiero a seis toros, creo recordar que eran diez los reseñados en un principio, en previsión de posibles accidentes. Andando el tiempo, uno se inutilizó en el campo, más trade otro y en el traslado otros tantos. Ya digo que hablo de cabeza, porque el número de bajas no importa, aunque fueron más de media corrida. ¿Y qué pasó? Pues que a pesar de todo, en Madrid salieron seis de los Herederos de don Celestino Cuadri, no los que el ganadero tenía preparados inicialmente, pero sí unos que mantuvieron el nivel y la dignidad que exige la plaza. Y nadie ajeno a la casa opinó sobre este u otro. Lo contrario que le ha pasado a otro hierro de gran prestigio entre el público y máximo exponente de la pantomima al uso, al que le contratan dos corridas en una feria y entre todos no junta nada medianamente decente para una. Bailes de corrales, camiones para arriba y para abajo, para acabar haciendo el ridículo y luego decir el propietario que no llevó los toros que él quería. O sea, que aparte de tener un desecho de ganadería, encima no tiene el carácter y la convicción suficiente para mandar los toros que él quiera y sí los que le eligen las figuritas de turno.
Cuadri mantiene 150 vacas, las 150 mejores, que si son 170 buenas, sobran veinte, lo que ya dice bastante del método de trabajo; con una filosofía clara, molestar al toro lo menos posible. A las vacas se las tienta, exigiendo un comportamiento idóneo en todos los tercios, no sólo en el de muleta, pero curiosamente no a los machos, a los que se les elige por reata y por el comportamiento de toros de años anteriores. Los resultados están ahí. Una ganadería que parece la “Tierra Santa” el aficionado, a la qué acuden en romería continuamente para ver los toros de Madrid, Sevilla, Ceret, Bilbao, ah no, Bilbao no, no los querían.

No se ve ni una funda, ese calcetín apretado que tan feo hace en las arboladuras del toro de lidia y que nadie aún ha explicado en que favorecen al toro a la hora de saltar al ruedo. No se les molesta ni para vacunar a los animales, a los que don Fernando espera a sotavento camuflado en lo alto de una encina, desde donde pincha a las reses, sólo para no tener que manipularlas metiéndolas en el mueco. Hay días que se vacuna a uno, otro a tres, otro a ninguno, otro a dos, así cargado de paciencia, hasta que todos pasan por debajo de las encinas, que tampoco son siempre las mismas. Un cuidado y un mimo exquisito y luego para ser el primero que le ponga pegas a sus toros por su comportamiento durante la lidia. Esto es únicamente afición, un poco de afición, más afición y para terminar, otro poco de afición.

La consecuencia de todo esto es un hierro que periódicamente hace confiar al aficionado en que esto tiene futuro, en que no está todo perdido, aunque bastante perdido está ya. Anda que no se pelean las figuras por matar a estos o aquellos, pero sin asomo de intención de ponerse delante de los Cuadri. Parece cómo si se blanquearan cómo la cal al escuchar este nombre, pero realmente no se comen a nadie, eso sí, hay que hacerles bien las cosas. Será por eso, por no saber hacer las cosas cómo debe ser. Estos grandullones que echan por tierra esa teoría de que el toro grande no embiste y el chico sí. Un razonamiento sólidamente fijado en el más puro empirismo científico del taurinismo moderno. Que tendrán tardes malas y peores, esas en las que los públicos de la Tauromaquia 2.0 aprovecharán para quedar como perfectos imbéciles diciendo eso de “¿Y ahora qué, eh? Pues una mala tarde, necio, una mala tarde de la que nadie está libre. Pero al menos y de momento, nos quedan los pupilos de Cuadri, esos de la hache tumbada que ponen a la Fiesta en pie.

jueves, 7 de marzo de 2013

Navegando en un mar de dudas



Melany San José, torera de Mayorga de Campos, que entre corte y corte, o recorte, se ha entretenido en recuperar el salto de la garrocha, tal y cómo lo vio Goya, don Paco el de los toros.
Ya he aprendido que no con todos los toros se puede uno cruzar, pero alguno habrá que sí ¿no?

¿Qué animal pone la divisa a los toros que les hace sangrar más que el picador? ¿O será que el picador no pica?

Cuando veo a los toreros retorcerse de esa forma y poner esas posturas tan raras, me pregunto si le habrán quitado la percha a la chaquetilla.

¿Y si los toreros dejaran de componer por un ratito y se dedicaran sólo a interpretar?

En el deporte, ¿los mejores equipos y deportistas compiten contra los más complicados o se vanaglorian de no haber tenido que hacerlo jamás, de no haber jugado nunca una final?

A los políticos que no apoyan a los toros los hay que les prohibirían entrar a una plaza de toros. Yo les obligaría a ir todas las tardes en San Isidro, en un tendido de sol, sin visera, ni paraguas, y viendo sólo a las figuras con sus torillos.

Los antis le adjudican rasgos humanos a los toros, mientras otros se echan las manos a la cabeza y luego exigen al animalito que colabore para hacer arte, qué contrasentido, ¿verdad?

Si es tan necesario modernizar la Fiesta, ¿por qué no cambian las medias rosas por calentadores y las monteras por gorras de plato? Así, si las cosas no van bien, los toreros podrían ganarse la vida de gorrillas en las puertas de las discos.

Cuando un torero dice que con la muleta expresan lo que llevan dentro, ¿sólo a mí me parece que están vacíos?

¿Qué pasará el día que un banderillero pinche la luna al pegar esos saltos tan ditirámbicos?

Si hay algún torero que merezca un elogio, ¿Por qué no se lo van contando ya y no esperan a que muera o que acabe en una silla de ruedas?

Si es verdad que a los mulilleros les untan por ir despacito, ¿se lo dan en un sobre o hacen factura?

Si los toros chicos son mejores que los grandotes ¿por qué no torean caracoles?

Cuando al hacer el paseíllo uno de los matadores echa a correr para adelante y llega primero, ¿al menos le convalidarán el record?


No entiendo como en la plaza de Madrid, los que no saben dónde tienen su localidad, esperan hasta el último momento para ir a ocuparla, molestando hasta a los gorrillas de al lado de la M-30.
Cuando uno está muy bien dicen que ha estado “cumbre” y cuando está mal, ¿campo base?

Cuando agitan los pañuelos, ¿es para que el matador se vaya o para que se quede? Depende de quien se trate, a veces creo que le están despidiendo, deseándole buen viaje.

Si un torero tiene el don de parar los relojes, seguro que no le darán ningún aviso, pero ¿ese rato cuenta cómo vivido o no?

Cuando un señor habla de la Fiesta Nacional de España y de las mujeres guapas en los toros, pienso en lo que opinaría Conchita Cintrón en la Plaza México.

Se rumorea que en la próxima feria de Madrid no irá San Isidro, ¿le habrá vetado algún torero para no compartir cartel con él?

Cuando los veedores reseñan las corridas para las figuras, ¿cierran los ojos o les ciegan los billetes?

Las fundas de los toros, ¿no podrían hacerse de lana para el invierno y con margaritas en primavera?

Los días de figuras, los toros que se van a torear, ¿entran por el acceso para minusválidos?

Hay toreros que tuercen el gesto cuando dan la vuelta al ruedo triunfalmente y algún aficionado les dice que no con el dedo, ¿Quizá no saben que ese señor también paga y que en el gusto de cada uno no manda nadie?

El pagar no da derecho a cualquier cosa, este hecho no significa que el torero lo dé absolutamente todo, pero, ¿Con lo que cuestan las entradas, no podrían dar aunque sea un poquito? Si es que no dan na’, ni la hora.

Con todo lo malo, injusto e ignorante que es la plaza de Madrid, con el toro tan requetemalo que sale y las adversidades e incomprensión que se encuentran las figuras, ¿a qué vuelven año tras año tras año para disgusto de la parroquia?

Y todavía me quedan muchas más preguntas sin respuesta, porque aunque se lo tomen a chufla, uno se encuentra navegando en un mar de dudas.

martes, 5 de marzo de 2013

Del monopuyazo al cariñoso picotazo




Un buen síntoma para saber si la suerte se simula es comprobar si el montado se las ve y se las desea para mantenerse sobre su montura mientras el toro se pasa a caballo y caballero, de pitón a pitón con un violento balanceo.
Hace unos cuantos la afición se quejaba tarde tras tarde y con amargura, del monopuyazo. Aquella mala costumbre de pegarle al toro los tres puyazos en uno, sin esperar a que se pasara más veces por taquilla; sería para ahorrar en puyas, para evitar que luego se arrepintiera y no quisiera volver el negrillo o porque ya puestos, una vez que calentaba el pica el brazo, para qué desaprovechar el viaje. No se entendía, ni se aceptaba el que se pudiera prescindir de los otros dos puyazos, ni se admitía esas escasas intenciones de medir el castigo y de mostrar las condiciones del toro al que pagaba su entrada para ver precisamente eso. Y sobre todo con un toro al que había que picar, ya que no era demasiado recomendable dejarlo crudo. Sí es verdad que eran los tiempos de las caídas, pero igual que ahora hay ganaderías de cámara de estas falsas figuras, también las había entonces. Ganaderías que pagaron muy cara su estrecha relación con los mandones; basta recordar a Espartaco y el Puerto de San Lorenzo, Ponce y Sepúlveda o Samuel, cómo algunos ejemplos de esto que digo.

Aquellos años en que se empezó a solicitar el cambio de tercio con el toro debajo del peto, costumbre que ahora es la generalidad y de lo que ya nadie se extraña, es lo más natural del mundo, aunque sea una barbaridad. En ese único puyazo se abusaba de la carioca, de tapar la salida al toro, de picar trasero y de otros tantos vicios que se han instalado en la suerte de varas, hasta llegar casi a su institucionalización, previa anuencia del respetable, que se hace respetar más bien poco.  Una degradación sistemática, continua y con todo el descaro del mundo, que nos ha conducido al monopuyazo de hoy, que nada tiene que ver con aquellas malas mañas de otros días.

El monopuyazo de nuestros días, al que allanó de forma inestimable el terreno aquel Ministro del Interior, el señor Corcuera, famoso por la patada a la puerta, pero al que nadie le exigió responsabilidades por la patada a la Fiesta. Inspirador de un reglamento más permisivo con las malas artes, con el fraude y con la demolición controlada de la Fiesta de los Toros; y él que se las daba de buen aficionado. Pero bueno, vayamos al monopuyazo al uso, que yo creo que sería más correcto llamar monopicotazo, por aquello de intentar calificar fielmente lo que ocurre cuando salen los caballos a la plaza.

Tal y cómo dicen algunos aficionados con tanta socarronería, cómo amargura, cómo cabreo contenido, con el monopicotazo al toro no le sacan sangre ni para “una análisi”. Vale que en Madrid suelen poner más empeño en disimular, incluso los señores tocados de castoreño interpretan perfectamente su papel de apretadores profesionales y a gente a la que incluso les hacen creer que están picando al toro. Basta con hacer que uno se agarra muy fuerte al palo, se arrebuña sobre él, encoge una pierna y se queda muy quietecito. Imagino yo que también cerrará los ojos como si estuviera haciendo fuerza a las ocho de la mañana en la intimidad del cuarto de baño. Que no siempre es así, porque hay veces que si el torete deambula por el ruedo a la carrera y de raspalijón le hacen un arañazo en el lomo, eso ya contabiliza como puyazo. Pero ya digo que esta pantomima es casi exclusiva de Madrid, en las otras plazas utilizan otras pantomimas diferentes.

El pan nuestro de cada día por esas plazas de Dios es que vaya el toro por los aledaños de la montada, se le pega una colleja cariñosa con el palo y el señor coletudo con grandes aspavientos solicita el cambio de tercio entre la algarada del respetable que apoya la moción y el consentimiento del señor presidente, que se evita el compromiso de tener que contar los puyazos, no vaya a ser que se líe y cuente dos cuando han sido tres o viceversa. Pero si el maestro lo pide, se acabó el problema. Así no me extraña que estos peticionarios de cambios de tercio prematuros y sus parroquianos se asombren en Las ventas cuando al segundo arañazo el usía saca el pañuelo blanco y se alzan voces con eso de “¡Hay que picar!”. Y la respuesta llena de razón y convencimiento no se hace esperar: “Es que si lo pica, se cae el toro”. A lo que los amantes de eso que se llamaba la suerte de varas responden más convencidos aún: “Pues que se caiga”. Y entonces es cuando estos isidros, turistas transeúntes o profesionales que viven de esto no entienden nada y se creen que se han colado en un cotolengo. Pero tranquilos, que esto empieza a no ser frecuente.

Pero lo curioso es que este público modernito luego se queja del monopuyazo, monopicotazo que decíamos antes. Y es que al final, no sabemos lo que queremos. Pretendemos que el primer tercio sea lo más breve posible, que dure sólo el tiempo que se tarda en pedir dos cervezas, una coca, un limón y un cubata muy cargado, y en repartir pipas para todos, para estar dispuestos para el momento cumbre de los trapazos de muleta. Pero también queremos que piquen tres veces, que haya quites y que la mona se aguante en pie. Si es que uno se vuelve loco con tanta contradicción. A mí que me lo expliquen. Y ¿saben el peligro de todo esto? Pues que los chavalillos que se ponen las medias rosas no han oído hablar de eso de medir el castigo, piden el cambio de forma mecánica e inconsciente, sin darse cuenta de que en la calle de Alcalá alguna vez, tampoco demasiadas, sale un torillo con sus cosas, pidiendo entrar una tercera vez al peto y si no se le da lo que quiere, al del chispeante, como dice mi amigo Antonio Vaquerizas, le hace sudar más que en Zafra con jersey de cuello vuelto en pleno agosto. Si es que no aprendemos, toda la vida chanchulleando, para que al final nos asome el truco por las mangas de la chaqueta. Pero todo se dará por bien empleado, si al final no nos confundimos entre el monopuyazo y un cariñoso picotazo.

viernes, 1 de marzo de 2013

Javier Castaño, premio a la generosidad

La lidia es mucho más que intentar que un toro no se te venga al suelo de morros



Anda que no llevan tiempo buscando un torero en Salamanca, pero un torero que llene al menos parcialmente el hueco que otros dejaron, un tal Santiago Martín El Viti, modelo a seguir por toreros y aficionados de cualquier época; Capea y Robles, el amor propio y la calidad excelsa; aquella clase media de muchos kilates, Juan José o Sánchez Bejarano. Luego una lista de posibles, la corta irrupción de José Ignacio Sánchez que disparó las ilusiones del aficionado, pero que una inoportuna lesión diluyó en un abrir y cerrar de ojos. Y después una legión de charros que iban perdiendo ese aire de saber estar y de saber manejarse que parecía innato a todos los que habían sufrido los fríos que pasman por el Tormes y los mares de encinas desde Salamanca hasta la raya de Portugal. José Luis Ramos, Juan Diego, Gallo, Chaves Flores, Javier Valverde, Andrés Sánchez o el Capea, cada uno con su estilo, pero o bien les faltaba clase o les faltaba ánimo, o las dos cosas. De esta lista he excluido a Javier Castaño, simplemente por detenerme un poquito más en hablar de él.

Javier Castaño comenzó siendo un torero con pundonor y poco más, poca clase, hasta algo tosco, pesado incluso, al que se le ofrecieron algunas oportunidades, tampoco excesivas, para qué engañarnos, pero aquel chaval no daba para más. Y pido perdón por la crudeza, quizá demasiada, pero si siempre hay que decir lo que uno piensa, en este caso mucho más. Con estos mimbres y en los tiempos en que nos andamos, lo más probable y siendo optimista, era haber acabado ver a Castaño cogiendo los palos. Casi no se esperaba ni un golpe de suerte; incluso hasta pareció que iba camino del ostracismo taurino.

Pero hay ocasiones en las que la suerte se la forja uno mismo y en los peores momentos tiene la serenidad y clarividencia suficiente para echar por un camino que a priori no parece que sea ni cómodo, ni seguro, ni mucho menos el bueno. Pues este salmantino se quitó de encima todo ese pasado y se decidió por ser torero. No sé si la lección de este hombre se puede aplicar a todos les estamentos de la Fiesta. En momentos de dudas, cuando las cosas no iban demasiado bien, la elección fue clara, el Toreo, el de siempre, el clásico, el que siempre ha tirado de los aficionados, dejando de lado la clase, el arte, el pellizco o vaya usted a saber.

Castaño se entregó al toro y se puso inequívocamente a su servicio. El torear se convirtió en un hacer a favor del toro, pero no en el sentido que se entiende en la Tauromaquia 2.0, eso de no molestarle ni soplando cerca de la oreja, no vaya a ser que le entre otitis. Todo lo contrario, este hacer por el toro era pretender darle al animal todo el lucimiento, dejarlo ver, ponerlo al caballo, darle sus distancias, lidiarlo que de eso se trata en suma esto de la Fiesta de los Toros. Qué cosas, hacer lo que se debe es hacer para el toro. Qué habrá quien así lo entienda, pero la realidad es que el aficionado agradece y valora a los toreros que optan por todo esto. El toro después podrá ser malo o bueno, pero ya se han podido ver las intenciones del de luces, la sinceridad, la honestidad y la generosidad de mostrar el toro tal cual. Porque claro, a nadie se le escapa que el toro bueno descubre al torero malo, que si será esto peligroso, que hasta la gitana lo entendía cómo una maldición. Pero Castaño ha asumido el riesgo u aunque unas veces esté mejor y otras peor, no se apea del burro.

Lo que hasta ahora no he dicho es que para poder hacer este toreo, hay que anunciarse con toros de verdad, no con llaveritos “encogíos” y descastados. Miura, Victorino, Palha, Escolar, Adolfo y cualquier ganadería que se gane su prestigio cómo un hierro duro. Que aquí uno se juega el prestigio, por supuesto, pero también, y de que manera, los muslos y el mismísimo espinazo. Que estos no son tontas del bote, que si te equivocas una vez, lo más probable es que te levante del suelo y si te libras, ten por seguro que a la siguiente echas a volar. Pero los toreros echan para adelante, pasan tanto miedo cómo el que más, pero lo superan y lo vencen delante del toro. Porque nadie me quita de la cabeza que Castaño pasa miedo, lo cuál da más valor a esta nueva forma de torear de siempre.

Esa generosidad con el público y el toro se extiende también a los miembros de su cuadrilla, sin ese racaneo absurdo de no permitir que el picador o banderillero se luzcan, no vaya a ser que le roben palmas al maestro. Será por palmas, si nos sobran. Desde hace años tenemos un stock de palmas, olés y admiración a los toreros, que no les damos salida ni en las rebajas festivaleras de las tardes del clavel. El aficionado recuerda los tercios de varas de Tito Sandoval, los pares de Adalid, triunfador de la temporada de 2012 en Madrid, quienes curiosamente acompañan  a Javier Castaño. La consecuencia más inmediata es que el matador de toros salmantino es una de las esperanzas en las que el aficionado tiene puestas sus ilusiones para la temporada que empieza, pero no para ver el toro, ni a la cuadrilla, lo cual sería injusto. Se le quiere ver a él, porque es una de las escasas oportunidades en que uno puede reencontrarse con el Toreo. Un torero generoso, que encuentra la recompensa a su trato con el toro, con el público y su cuadrilla, en verse convertido en un torero al que se valora por su buen hacer y sus ganas de no querer engañar. Eso sí, que nadie espere gollerías que paren los relojes, ni andares de modelo de alta costura. Este tío no es guapo, pero cuando torea nos parece un Adonis vestido de luces. Y aparte de los contratos que se va ganando en la arena, puede que este sea el premio a su generosidad. Gracias torero.