miércoles, 31 de octubre de 2012

Toreros de siempre y de entonces III

Granero, Vicente Pastor y Manolete

Hoy el cartel de época está formado por el torero violinista, el que decían que estaba llamado a ser el sucesor de Joselito, Manuel Granero, aquel al que Pocapena de Veragua, le arrancó la vida debajo del estribo de la antigua plaza de Madrid. Le acompaña Manuel Rodríguez Sánchez, "Manolete", el Monstruo de Córdoba, el fenómeno que transformó el toreo, con sus luces y sus sombras, pero que a nadie dejaba indiferente. Si tuviera que referir el testimonio de algunos que llegaron a verle torear, en muchos casos solo recogería exclamaciones, lo único que eran capaces de expresar al nombrarles a este torero. En Linares Islero, de Miura, le lanzó a la inmortalidad, pero privó a todo el mundo de conocer los límites a los que habría podido llegar. Y el tercero es "Er sordao romano", como le apodó El Gallo. Vicente Pastor, "El Chico de la Blusa", la honradez, el valor , la honestidad y el orgullo de ser matador de toros del que figura como el primero que cortó una oreja en Madrid. Pasó de destacar en las capeas que se celebraban después de la corrida, con su blusón azul, a convertirse en uno de los pocos toreros que aguantaron el tirón de Joselito, Belmonte o El Gallo.

En la imagen en color aparece Joaquín Bernadó, quizá el mejor torero que haya dado nunca Cataluña. Elegante, con buen capote, pero con una carrera no tan sonora como puede que mereciera este matador catalán.

domingo, 28 de octubre de 2012

La suerte suprema: arte, entrega, verdad

Belmonte tirándose detrás de la espada



Se podría afirmar que la evolución más sobresaliente que ha sufrido lo que antes se llamaba con motivo la suerte suprema, es el haber pasado de ser “el por qué” de la Fiesta, a que el público actual casi exclame “¿por qué?”. De ser el motivo final, el eje en torno al cuál giraba toda la lidia, a ser un trámite, un mal menor, pero al que algunos nostálgicos aún le otorgan la importancia, que creen que nunca debió perder.

El momento de la muerte se podría comparar a una escultura que había ido tomando forma a lo largo de los tres tercios; era cuando se notaban los golpes de cincel, los acertados y los fallidos, y si estos eran más que los otros, la obra final no valía, se venía abajo, se desmoronaba la obra creada, por muy excelsa que fuera. Algo que a los más jóvenes, los más modernos y los más entregados a las figuras actuales les parecerá una barbaridad, un crimen, la peor forma de robar un triunfo a un torero, como si la espada fuera una moneda que se lanza al aire, de la que solo es dueña la suerte. ¿La suerte? ¿Realmente lo que separa una estocada de una infamia es la suerte? Pues sí que es simplificar las cosas y quitarle valor a lo importante.

Pero esta excusa es muy utilizada por todo el mundo, profesionales, revisteros, aficionados de pro, que parecen no reconocer los méritos exigibles para ejecutar la suerte con entrega, verdad y con arte. Lo que cuenta para ellos es que el toro caiga rápido, primero que entre la espada, por donde sea, y después que el animal doble; casi no importa ni que el bajonazo provoque vómitos de sangre. La cuestión es que se despanzurre, para agitar uno, o dos, pañuelos de forma histérica, pidiendo las orejas para el ídolo de las medias rosas. Teniendo en cuenta estos valores, presididos por unop absoluto como es el fin y no el proceso, ¿qué diferencia al matarife de un matadero, de un matador de toros? Quizás solo sea el que uno luce las medias rosas y el otro, si las lleva, procurará que no se le vean.

Quizá así leído esto, puede parecer un absurdo eso de pensar en que lo único que vale es que la muerte sea rápida, pero si quedan dudas, solo es necesario acudir una tarde a una plaza de toros y sentarse a observar. No me voy a meter ahora en lo que es la lidia, ya se ha hablado y se hablará de ello, baste con quedarse en lo que sucede en el último tercio. Una sucesión desordenada y desestructurada de pases y pases, con el único objetivo de enardecer a las masas. No es necesario ya poder al toro y prepararlo para ese momento supremo, porque casi viene preparado de fábrica. Cantidad por calidad y eficacia por eficiencia. Y allá por el pase cien o ciento y pico, se empezaba a pensar en la espada. Primero esa pausa antinatura de tener que darse un paseito para cambiar la espada de mentira, que me niego a llamar ayuda, por la de verdad. El público mientras aprovecha para hacer sus vaticinios sobre la estocada. Es buen matador el que hunde la espada allá donde le venga bien. Se habla en ocasiones de que fulanito tiene un cañón. Hombre, con un cañón es fácil matar lo que sea, hasta la torería sucumbe ante un obús directo al corazón. Y si algún ingenuo es capaz de afirmar que el artillero mata mal, puede ver peligrar su integridad, no vaya a ser que apunten a su tupé. Recuerdo una vez en Madrid en que El Juli hizo una faena de esas de torero exprimelimones, el que le saca todo lo que tiene; Ya se frotaban las manos las masas enfervorecidas y preparaban los pañuelos, cuando se me ocurre comentarle a una compañera de localidad que el madrileño mataba mal. ¡Señor! el joven de delante casi me come, aunque todo se quedó en un “mata mal por los coj…piiiiiiiiii”. Yo le expliqué como pude lo del saltito apartándose, lo de meter la espada de lado allá donde pillara y lo de taparle la cara al toro, y que eso no era matar bien. Lo que tuve que aguantar. Toda una fila de jóvenes taurinos comentando con sorna mi primer comentario. Y ¡zas!, El Juli pinchó en hueso, lo que tampoco es muy habitual, y a partir de ahí las ironías se convirtieron en ensaladas de exabruptos dirigidos a… El Juli. Hay que ver como le censuraban su forma de entrar a matar. Parece que vieron la luz al caerse del caballo. Pero esto tampoco es lo normal, y seguro que en tardes posteriores seguirían pensando que el de Velilla es un gran matador.

Si entramos en lo de la ejecución y la colocación del estoque, esa es la historia de nunca acabar, y quizás en estos dos aspectos sea en los que más se justifique eso de la suerte. Porque en la mayoría de los casos, los matadores actuales toman todas las precauciones imaginables para desterrar la buena suerte y atraer a la mala. Primero se ponen a citar totalmente fuera de la suerte, con lo que como mucho cobrarán un espadazo atravesado. Acto seguido, si no estaban suficientemente fuera, echan a correr para apartarse todo lo más posible del viaje del toro, sin preocuparse demasiado de meterle la mano izquierda, la que mata, en las pezuñas. Así puede ser que pinche en hueso, que el toro le eche la cara arriba, que se le venga al cuerpo, que la estocada quede trasera, caída o en cualquier lugar indecoroso para el torero; y eso cuando no le sueltan el trapo en la jeta del animal. Reconocerán conmigo que son muchas las alertas para atraer a la mala suerte, aparte de otros muchos defectos en los que no me voy a detener. Para tener suerte, pero de la buena, basta con cuadrarse entre los pitones, quizás más hacia el izquierdo que hacia el derecho; adelantar la muleta echándola abajo para que el toro descubra la muerte; hacer la cruz con los brazos; empujar la espada sacando la mano desde el corazón, no esa manera tan horrorosa de mantenerlo como colgado del cielo, olvidarse de los pitones viendo solo espada y morrillo, tirándose muy derecho hacia adelante y dándole la salida a la embestida, como si se diera un pase de pecho. En este caso, ¿qué se puede achacar a la mala suerte? Pues muchas cosas, que toro o torero resbalen, que el toro no obedezca el engaño, que el acero pegue en un arpón, que el animal se despiste en el último momento y haga un extraño, pero no el que el matador se tire de mala manera a los blandos, o que no haga la suerte, la suprema, con verdad y pureza.

Lo del volapié, la estocada al encuentro, recibiendo, en la suerte natural o contraria, eso requiere otra reflexión en otro momento, porque lo que no podemos pretender tampoco es que vamos a arreglar la suerte suprema con cuatro letras mal juntadas. Pero yo solo digo una cosa, hace años si alguien estaba viendo una corrida y le reclamaban su atención en este momento, era común escuchar “espera que va a matar”, porque nada de lo anterior tenía sentido sin la estocada. Ahora hay quien aprovecha para adelantarse a los vecinos para llamar al vendedor de refrescos, que luego se acumulan muchos a lo de la cerveza. Entonces, ¿cómo le vamos a hacer entender a estos señores que la suerte suprema es cuestión de arte, entrega y verdad? Y ahora me retiro, que tengo reunión plenaria con el jurado de los segundos premios Toros Grada Seis, ¡Qué Dios reparta suerte! Porque como reparta justicia…

viernes, 26 de octubre de 2012

Toreros de siempre y de entonces II

Cúchares y Costillares
Segunda entrega de cromos, que a causa del tamaño del original sale cortado parcialmente. Cúchares, el que muchas veces prestó su nombre para calificar el toreo, junto con el inventor del volapié, "vuela pies", acompañados por nombres más que reconocibles en el toreo en los años 60 y 70. Aunque de ellos me quedo con Mario Coelho, uno de los grandes banderilleros que ha dado Portugal.

martes, 23 de octubre de 2012

Las Ventas y la tapadera

Cuadro del Pintor Paco Sanz, perteneciente a la Exposición de su obra que se puede visitar en la Casa de la Cultura de Torrejón de Ardoz, c/ Londres, 5; del 18 de octubre al 16 de noviembre. Creo que sus pinturas servirán para reconciliarnos con la fiesta. No lo podemos dejar pasar.



Un olé rotundo por la CAM, por el Centro de Asuntos Taurinos y por los médicos que los atienden y que cuidan de su salud. Es de admirar la nueva decisión que se ha tomado acerca de la plaza de Madrid de cara al invierno; como primer paso le van a poner una tapadera, lo siguiente puede que sea que también le pongan un lazo y que la manden certificada a Pernambuco, a ver si así deja de dar dolores de cabeza esto de la Fiesta de los toros. En mi opinión este es uno de los pasos más audaces y más decididos que han tomado los responsables del coso. Anda que no les había costado encontrar un argumento más o menos incontestable para poder acabar con la temporada madrileña, que por otro lado es la única plaza en la que todavía se puede hablar de ello. Una temporada en la que tanto la empresa Taurodelta como la Comunidad, esta por omisión y dejación de responsabilidades, han puesto todos sus esfuerzos para dinamitarla definitivamente.

Llevan años aireando las pobres entradas fuera de feria, que es verdad, pero no dicen ni mu de cómo el aficionado acude a la plaza cuando hay carteles medianamente interesantes. A ellos les de perlas ese justito cuarto de plaza, para lanzarlo a la cara de políticos, prensa y aficionados, quejándose de lo ruinosa que es la plaza los domingos y fiestas de guardar y quieren hacer ver que solo interesan las ferias. Pero esto tampoco es exacto señores Taurodeltos, porque vale que lancen por delante a Don Simón, que tiene un arte para quejarse sin razón, ni argumentos, que no se puede aguantar; prueben a pone un festejo un martes a las tres de la mañana y anuncien que será una corrida en la que no se encenderá la iluminación. Seguro que casi venden todo el papel, vamos, segurísimo, ¿saben cómo? Pues haciendo lo mismo que hacen en San Isidro y en la Feria de Otoño, obligando a sacar la entrada a los abonados, porque si no pierden el derecho a poder renovar el abono en años sucesivos. Es más y el cartel puede estar compuesto con vacas de leche, Don Simón, el tío Matilla y el padre Molés; colas kilométricas delante de la taquilla de la calle de Alcalá. Porque no me dirán que para este festejo abrirían al menos dos taquillas, una y zumbando, atendiendo al público una señorita de Hamburgo que no sepa decir en castellano ni hola. Pero esto no es nada nuevo, porque algo parecido es lo que vienen haciendo durante años. Si yo contara las cosas que me han pasado en esos ventanales; hasta falsificador me llegaron a llamar hace un par de años, todo por querer devolver una entrada. Mira que les sentó mal. Pero tanto me convencieron de que era un chorizo falsificador, que hasta yo mismo pedía, rogaba y gritaba con todas mis fuerzas para que llamaran a la Policía, pero no, al final me llevé un chasco monumental, era cuestión de las impresoras de la plaza, de la señorita que cobró bien, pero vendió mal y el falsificador no era tal.

Pero ya sabemos de la generosidad, desvelos y espíritu proselitista taurino de la empresa de Madrid, si no será esto conocido, que Don Simón y el tío Matilla fueron corriendo a sumarse a la faena, esas cualidades que les están empujando a organizar festejos sin caballos en Las Ventas, en los meses de invierno. Ya puestos a perder, pues hala, hasta la camisa, todo sea por levantar la industria del autobús, perdón, quería decir la Fiesta de los Toros. Gracias al esfuerzo que las instituciones van a llevar a cabo, se va a cubrir el ruedo venteño, lo que nos permitirá reencontrarnos con los compañeros de afición en la grada. ¡Qué patinazo! No, no, disculpen, las gradas y andanadas quedarán inutilizadas, tal y como dice el proyecto para cerrar la plaza. Pero no pasa nasa, se pondrá un precio único de diez euros y apunto. Igualito que en las nocturnas del verano, pero claro, ahí al menos queda la posibilidad de sacarte una grada o andanada por menos de la mitad de esa entrada general. ¿Pero, qué son diez euros? Nada, baratijas. ¿Qué igual los habituales se lo piensan un poco más? Pues fenomenal, así dejarán de dar la matraca con lo del trapío, la invalidez, las monas descastadas y todas esas cosas que lo único que hacen es enturbiar una alegre tarde de toros. Total, si es posible que en uno o dos años no se den estos festejos de invierno.

Entonces, ¿para que la tapadera? Pues realmente, uno no lo sabe, tengo mi opinión, pero no la confirmación. Uno solo se puede guiar por la intuición, tomando como modelo lo perpetrado por esta empresa desde hace años, que la CAM les ha aplaudido a rabiar; lo primero es la pela, después la pela y luego nada y a eso de la Fiesta, que le den dos duros, eso no es rentable. Nos organizarán un ciclo insufrible, justificarán así el gasto de esa tapadera de quita y pon, y en años posteriores ya sabrán cómo sacarle provecho a la situación. El señor Chopera ya habla de dejar el engendro hasta primeros de mayo, con lo que si igual aunque empiece la temporada en marzo, es posible que empiece a haber festivos en blanco. ¿Quién nos asegura que no se contratará el Circo de Manolita Chen de febrero a mayo, imposibilitando la celebración de corridas? O que se aproveche la gira europea veraniega de Pepito de los Palotes, comiéndose algunas fechas de julio o agosto.

Ese parece ser el porvenir de la plaza de Madrid y lo que es peor, muy pocos alzarán la voz para protestar, entre otras cosas, porque en las cabezas de los aficionados más jóvenes está instalada la idea de que nada tiene importancia fuera de las ferias. Lo que nos habríamos perdido si eso hubiera sido siempre así. Quizás César Rincón no se habría ganado un sitio en la feria de aquel año en que se apropió de la llave de las Ventas, ni Curro Vázquez, Roberto Domínguez, Ortega Cano, Julio Robles y tantos otros que toreaban durante la temporada; Curro Romero habría desaparecido de los carteles de Madrid años antes de su retirada; Antoñete quizá no habría podido resucitar; los hermanos Campuzano, Frascuelo, Pauloba, El Inclusero, Andrés Vázquez, José Fuentes, muchísimos buenos toreros que pasearon su valor y torería en los veranos de Madrid. Pero también hay que tener en cuenta a las grandes figuras de la historia, los que torean mejor que nunca se ha toreado, los que matan el ganado más bravo y encastado que jamás haya visto ojo humano, esos señoritos que vienen a Madrid de puntillas, pasan el trago de aguantar cuatro voces que les incomodan y siguen ruta, pero es que ellos no quieren que haya nadie que les pueda hacer sombra, igual que los empresarios no están por la labor de tener que montar festejos de marzo a octubre, contratar toreros a precio de saldo, ganado infame y haciendo regalos envenenados a la que quizás sea ahora mismo la única afición medianamente estructurada del ámbito taurino. Esa organización espontánea que propicia el encontrarse una vez a la semana, dos si hay un festivo.

Pues ahí tienen la coartada perfecta para acabar de echarnos de la plaza. Primero nos obligan a exiliarnos a otras localidades, abandonando las nuestras de siempre, aunque si quieren, podemos contribuir a la tapadera agarrando las esquinas de la cubierta desde gradas y andanadas. O que nos abran unos ventanucos para asomarnos por turnos para ver que pasa en el ruedo, y el que tenga el vozarrón más potente, que pase la novedad al resto. Y todo esto está al alcance de la mano de un pliego, basta con que los responsables, sean quienes sean, decidan cambiarlo porque se les pone en el cogote, para que se nos derrumben los últimos restos de esta ruina. Eso sí, luego dirán que cumplen lo que manda la CAM, el pliego, la ley o los Diez Mandamientos, pero, ¿recuerdan como acababa eso de “Quién hace la ley, hace la tra…”. Ya lo estoy viendo en las noticias, Las Ventas es una tapadera, perdón, Las Ventas estrenan tapadera.

jueves, 18 de octubre de 2012

Urdiales y la estupefacción

Urdiales está toreando


Llevo semanas rumiando esta entrada y no me he decidido a sacarla antes por esperar a que todo esto se acabara y poder tener en mi mano todos los ases, las cuarenta, y cantar las veinte de los otros tres palos y algún que otro tres, no fuera a ser que al final perdiera la mano. Uno ya está un poco cansado de repetir siempre lo mismo, que si el G-10, que si ahora son 8 o 7, que los borreguillos de los juanpes, los taurinos, los asaltaplazas y todas esas pesadillas que carcomen nuestra afición. Ya tenía yo ganas de explayarme a gusto hablando de un torero, aunque también asome un punto de cierta amargura, la que provoca la injusticia de ver como no se le premia con contratos lo que se gana en el ruedo.

Discutía, por llamarlo de alguna forma, hace tiempo con I.J. del Pino, si Urdiales era único o el más grande, que era como si uno dijera que mi abuelo es más mi abuelo que el padre de mi padre o viceversa. Pues amigo, perdona que te diga, pero no tenías razón y yo… menos. Urdiales es el más grande y el único torero en la actualidad, si nos atenemos rigurosamente a lo que quiere referirse este término: torero. Además es de los pocos a los que se les puede llamar Matador de Toros”, como rezaba en las tarjetas de visita de Luis Fuentes Bejarano hasta el final de sus días; qué orgullo el de haber lucido coleta y terno de luces.

Ahora parece el momento en el que hacer balance de la temporada, en diciembre lo haremos del año y el resultado deberá ser el mismo, y habrá que ponerse a pensar en la mejor faena, el mejor toro, el que tenía el fondo perfectamente conjuntado con la toreabilidad o el torero que mejor componga sus sinfonías de empaque e histrionismo. Pues hala, que balanceen otros, yo me voy a limitar a recordar y a disfrutar y emocionarme de nuevo con el toreo; el de Diego Urdiales, al que se le podría calificar como el torero de los triunfos inútiles, los triunfos callados, el toreo ignorado o, si se le pregunta al aficionado, el torero deseado.

En Valencia no se puede decir que triunfara, tal y como se entiende el triunfo, pero al contrario que otros compañeros, en la de Fuente Ymbro toreó, le dio a sus toros lo que le pedían, pero resultaron tan poquita cosa, que el riojano no pudo demostrar su poder, aunque sí su decisión. Su paso por Madrid no fue nada destacado, aunque a mi juicio, el principal problema fue la elección de ganaderías; no sé si hubo lugar a elegir o fueron lentejas, si las quieres las tomas y… Pero Urdiales necesita toro, que paradoja, un torero que requiere de un toro, que debería ser lo lógico y natural, pero claro, si tenemos en cuenta que a la mayoría del escalafón, especialmente a las figuras, les sale un toro y ponen el grito en el cielo. Parece, que no digo yo que sea así, que su capacidad como toreros solo les llega para pegar mantazos a bobonas y si no ya se están quejando que “se venía para adentro”, “reponía muy pronto” y algunos despavoridos hasta dicen que “me quería coger”. Hombre, que se supone que es un toro de lidia, si fuera un perrillo de lanas, daría lametones.

Como viene siendo habitual, el número de corridas matadas por Urdiales en esta temporada no era demasiado elevado, más bien era ridículo y ofensivo, si se comparan condiciones, tipo de toro y resultados con otros que torean hasta en los baños de las cafeterías. Pero llegó Bilbao y allí se mostró a pecho descubierto como el torero que es. No sé si sorprendería a alguien su clase magistral de toreo, no debería, pero emocionó a todo el que lo vio en directo, a los que lo vieron en vídeo y a todos los que recuerdan aquella tarde de los Victorinos. Las cosas no estaban precisamente para florituras, él se vio levantado del suelo de mala manera, Castaño pasó a la enfermería haciendo pensar a la gente que podía tener una lesión importante, pero don Diego, el señor Urdiales se puso a torear, a poder a aquellos animales, que de bobonas tenían poco o nada, y dejar claro lo que es torear y lidiar, que nada tiene que ver ni de lejos con pegar pases. Creo que cortó una oreja en los tres toros que mató, pero qué quieren que les diga, no me importa la cantidad, me quedo con el toreo.

Días después tuve la suerte de poder charlar con él en directo en el programa “Vivir los Toros” de Radio Morata y en ningún momento mostró ni asomo de rencor, ni de hacer ninguna reivindicación altisonante. Pero fue muy claro cuando a una afirmación de quien esto escribe sobre la escasez de contratos y si merecía torear muchas más tardes, se limitó a decir “yo creo que sí”. Ni una queja salió de sus labios. Un torero que ve como otros compañeros ganan contratos a base de dejarse llevar por la corriente del destormo, la vulgaridad y la mentira, pero que no se deja tentar por ese oropel vacío. Afirma una y otra vez que él es fiel a su estilo, un estilo muy ortodoxo, muy de verdad y en el que el eje es el toro y el toreo de verdad. Una filosofía de vida que le permite mantener las ideas muy claras, o la verdad o la vuelta a su oficio. Que decirlo es muy fácil, facilísimo, pero es que Diego Urdiales lo dice, lo hace y se lo deja claro como el agua a todo aquel que pueda pensar que le puede tentar solo con dinero. ¿Se imaginan que tuviéramos varios toreros con esta decisión, este compromiso con la Fiesta y esta afición por encima de todo?

Después de la lección de Bilbao mantuvo esta misma línea de compromiso en su tierra, en San Mateo, pero de eso ya se ha hablado en su momento. Yo ahora tampoco me voy a poner a pedir que le contraten en todas las ferias, no soy quien, ni mucho menos; me conformo única y exclusivamente con que se le trate con justicia, pero a él y a todos. Que no tengamos que esperar a llegar a final de temporada para ver que fulanito toreó más de la cuenta o que menganito no tuvo las oportunidades que merecía. ¿Por qué no vamos haciendo el año poco a poco? Igual otro gallo nos cantará. ¿Se imaginan lo que sería que al llegar Castellón y Valencia los matadores no tuvieran nada para después? En Sevilla igual, lo mismo en Madrid y así sucesivamente. Lo que podrían variar los carteles estelares de principio de temporada a los del final. Pero esto de los toros está muy mal gestionado, aunque perfectamente montado. Mal gestionado porque no se da lo mejor en su mejor momento y bien montado, porque pase lo que pase, en febrero ya se tiene garantizada la ganancia de ese año. Esperemos que el año próximo Urdiales entre en carteles de toros de verdad, como es su costumbre, y en muchos más, enfrentándose a esos mandones del toreo, que en lo único en que le ganan es en el poder del mentor, con capacidad para manejar aquí o allí a su antojo. 

martes, 16 de octubre de 2012

Toreros de siempre y de entonces I

Armillita, Antonio Fuentes, Ángel Pastor y Rafael Chacarte


En ocasiones ya hemos hablado de la presencia del toreo en la sociedad como un ingrediente más que compone esta gran ensalada que es el mundo en el que vivimos. Antes, sin tener que retroceder 70 u 80 años, los toros eran una cosa habitual en  la televisión; lo mismo retransmitían una corrida desde Valencia, que se entrevistaba en la hora de máxima audiencia al triunfador en Pamplona, que se montaba un cara a cara para que dos maestros dilucidaran sus diferencias. De la misma forma, la boda de un matador de toros, sin tener que pertenecer este a un grupo especial, era un acontecimiento del que se hacían eco casi todas las publicaciones del país. Y hoy aquí inicio una serie de entradas que se irán asomando por esta bitácora, como le gusta llamar a los blogs a Xavier González Fisher, una colección de posters con toreros antiguos y de los que estaban en activo allá por los sesenta. Algo que ahora sería una extrema excepción, en aquellos días era algo que se contemplaba con mucha más naturalidad de lo que hoy pudiéramos soñar.

El soporte era el diario El Alcázar, que en aquellos tiempos no era visto por los lectores de ninguna forma especial, pues todos los periódicos y revistas mantenían una línea fija de la que no se podían salir, por motivos evidentes. Podía haber empezado por cualquier lado, pero la desaparición hace unos días de Rafael Chacarte me ha impulsado a decidirme por este recorte. Le acompañan Armillita, del que se decía que podía estar a la altura del mismísimo Joselito; Antonio Fuentes, el que iba detrás de El Guerra y de “nadie”, el más elegante del mundo; y completa la foto Ángel Pastor, torero de Ocaña y que el aficionado seguro que diferenciará a la perfección de Vicente Pastor. Pues no hablemos más y démonos un baño de melancolía taurina. Lo único que ruego a los más jóvenes, es que en ningún momento digan que los toreros en color son del año de Mari Castaña, pues a algunos llegó a verles un servidor en la plaza, y tampoco es cuestión de causar una depresión profunda en el ánimo de quién no se siente tan mayor; se lo pido por caridad y misericordia.

domingo, 14 de octubre de 2012

El fin del mundo está próximo

Hay muchas formas de ver el fin del mundo.



No es que el toreo esté viendo sus últimos días de existencia, es que todos las señales que nos envían los astros indican que el mundo está a punto de sufrir un cataclismo de dimensiones no conocidas hasta el momento. Ahora que uno se para  un segundo y mira al pasado más próximo y al presente más inmediato, se atormenta por no haber prestado atención a lo que el cielo nos decía y por haberse creído inmortal como ser humano y como especie. Qué necio es el hombre, que considera importante la bisutería que brilla y no reluce, y desprecia la vida, que reluce más que el sol.

Díganme si no fueron signos para tener en cuenta y empezar a preocuparse muy en serio. En España solo podíamos elegir entre Rajoy o Zapatero; Belén Esteban era coronada como princesa del pueblo, aunque hace falta saber de qué pueblo, por aquello de ser declarado zona catastrófica; Cristiano Ronaldo se ve invadido por la tristeza; cierra el Bulli, sin saber cuándo podremos disfrutar de sus manjares, algunos incluso aunque lo mantengan abierto las 24 horas del día, incluidos sábados y domingos; Sarkozy y Angela Merkel quedan solo como amigos; al Fondo Monetario Internacional se le ha cascado la bola de cristal y ya no está en garantía; Carmen Lomana descubre que hay ricos que no tienen “cash” y ella se convierte en una pija exclusivista que se pasea por Pan Bendito como Juan por su casa; Berlusconni es calvo de verdad y no bote, como algunos pensaban; Bono e Hilario Pino tienen una melena cada vez más poblada; Simón Casas “revitaliza” la plaza de Valencia para ver si la hunde definitivamente; Núñez del Cuvillo se ve obligado a guardar sus toros en estanterías de varios pisos, bautizándoles por números, pues ya no le quedaban nombres suficientes; los Geses discuten con sus madres y se ponen las primeras ropas que tienen a mano, sin distinguir si son para el carnaval, para salir en la tele, o para tirar a un contenedor de ropa; A estos mismos un malvado les llama artistas y los muy… se lo creen; y lo más definitivo, ahora que el Aleti va primero ¿ustedes creen que nos dejarán ganar la liga? Pues no, eso no se puede consentir, así que para evitar tentaciones y alegrías a los eternos sufridores rojiblancos, se da por clausurado el mundo.

Pero por si alguien aún se cree que esto no va en serio, solo hay que coger la actualidad. La ganadería de Partido de Resina, antes Pablo Romero, se vende en e- Bay:

“Oportunidad única, ganadería histórica con prestigio temporalmente por los suelos, se vende. Bellos ejemplares cárdenos y redondeados, herederos de una genética única, lo que le imposibilita cualquier posibilidad de refrescar la sangre. Interesados llamar al Servicio de Salud de su  Comunidad.”

Los actuales propietarios afirman que están cansados de poner dinero. Bueno, el motivo de la venta no es muy original, es bastante lógico, pero que tampoco se dediquen a airearlo demasiado, no vaya a ser que alguien les acuse de ingenuos o de especuladores, porque ya se sabía cómo estaba esto desde hace años. Ingenuos por creer que esto lo podían arreglar en poco tiempo, y especuladores por pensar que esto lo podían arreglar en poco tiempo.

Luego nos encontramos con el gran bombazo mediático de las últimas décadas en el mundo taurino: Cayetano deja los toros. ¿Qué nos queda ya? ¿Qué va a ser de nosotros a partir de ahora? ¿Quién nos va acoger en su regazo para secar nuestras lágrimas? Y seguro que no tiene ni el detalle de hacer temporada de tres festejos, como los grandes. No nos quedan ya ojos como los suyos por los que perder la cabeza en la plaza. Compadezco al señor Armani, que no va a poder rentabilizar sus cogorzas diseñando vestidos de torear para este atrevido artista que se pone lo que le manden.

Pero esto no para aquí, Curro Vázquez ya está arreglando los papeles del INEM. ¡Qué canallada! Ahora, tal y como está la cosa y a su edad, ¿a ver quién lo contrata ya, pasados los cincuenta? Porque claro, las desgracias no vienen solas. Cayetano se retira y Morante se exilia a México; son los males de nuestro tiempo, los mejores se ven obligados a irse fuera para ganarse la vida. Pobre señor Vázquez, así le pagan sus malos ratos en las corraletas de las plazas del mundo, oliendo a zotal, aguantando las impertinencias de presidentes, ganaderos y veterinarios, aparte de los alaridos y censura de algunos que se llaman aficionados, pero que se asemejan más a los trogloditas ( Juan Pelegrín dixit). Curro, no te lo mereces. Manda todo al garete y huye a los Mares del Sur, la Fiesta y la afición te lo agradecerá… hasta que vuelvas por aquí.

En otro orden de cosas, El Cid abandona el G- 10, ¿cómo deberemos llamarlo a partir de ahora? Ni Cayetano, ni El Cid, habrá que decir el G- 10- 1-1 = 8, antes G-10, antes G-7. Un gesto tan honroso por parte del maestro sevillano, como deshonroso fue el que accediera a formar parte de él. Ahora ya no cobrará de la tele por no torear, ni cobrarán de él otros por no torear, mientras él sí torea, aunque tal y como deambula por los ruedos, igual deja de torear tanto y se tiene que conformar con actuar como telonero de figuras como Daniel Luque, César Jiménez o David Mora. ¡Anda!, ¿y por qué no le ofrecen el cargo vacante que deja el sevillano a la figura emergente de Mora?

Y para colmo de desgracias, El Fundi nos deja, Paquirri, antes Rivera Ordóñez, nos abandona. ¿Es que nadie va a mover un dedo para evitar tanta desdicha? Así le va a la Fiesta, vemos cómo se desmoronan los pilares sobre los que esta se asienta y nos quedamos de brazos cruzados. Pero no todo el mundo se rinde con tanta facilidad. Ahí está el Ayuntamiento de Madrid que ha sacado la cara por la Fiesta y la ha declarado no sé que cosa, que ha puesto muy felices a los taurinos. Eso es dar un paso al frente. Incluso se habla de que en este invierno que va a entrar, puede que se den festejos en Las Ventas, aprovechando la instalación de la nueva cubierta de la plaza, excluyendo las localidades de gradas y andanadas. Serían festejos menores, novilladas sin caballos, con lo que es probable que pongan un precio único para toda la plaza, hurtando a los menos potentados la posibilidad de ir a los toros por tres pesetas. Qué gente esta de Taurodelta, dan toros fuera de feria a regañadientes, con ganado infame y toreros menos placeados que el Dalai Lama, y se meten en la aventura de novilladas sin caballos en enero o febrero. ¿No será esto para justificar ese gasto de la cubierta, cargándoselo a la cuenta de la Fiesta? Y así, los que podían ser más críticos, la afición, aplaudirían tal decisión. Luego vendrían los conciertos y espectáculos no taurinos durante la temporada, restando festejos, pero quitándose de en medio esa molesta costumbre de la temporada madrileña. Cuidado con estos regalos envenenados, no vaya a ser que con cuatro sin caballos se vayan a llevar todo lo de julio y agosto, igual que la feria del Arte y la Cultura, antes del Aniversario, antes del 75 Aniversario, hizo desaparecer los festejos mayores que se daban en julio.

No sé, yo la verdad es que no me quedo tranquilo viendo todo lo que está pasando. Entre tantas desgracias, solo nos queda por ver que el toro vuelva a ser el rey de la Fiesta, que vuelva a imponer su ley en los ruedos y que ante semejante tropelía las figuras inicien su camino hacia la retirada. ¡Qué lástima! ¿No? Pero tranquilos, que no cunda el pánico, que la cosa no es tan grave, porque… el fin del mundo está próximo.

lunes, 8 de octubre de 2012

Gran par, un gran torero y los gladiadores

David Adalid nos rompió la voz en un grandioso par de banderillas



A la salida de la plaza había opiniones para todos los gustos, los más seguían cuadrándose en la cara de aquel barrabás y sacando los brazos casi prendidos de los alamares, una y otra vez, otros solo eran capaces de decir “¿Has visto?”, incluso los que jaleaban el valor de lo hecho por los tres espadas. Y no digo yo que no lo tuvieran, pues es de mérito el plantarse delante de semejantes mastuerzos con malas ideas, disponiendo de tan escasos recursos lidiadores. Pero con tanto coraje como el que se planta en medio de una vía esperando al AVE o el que mirando al mar cree que va a lograr frenar el temporal… o no.

Por supuesto que respeto y valoro que Robleño, Castaño y Alberto Aguilar se apuntaran a la corrida de Palha y que aguantaran allí hasta el final con una dignidad bárbara, la misma que le falta a muchos cuando se ponen a exigir una admiración no ganada, con unos animalejos chicos, insulsos y bobones. Pero uno realmente no va a los toros a ver a tres valientes, además se espera que aporten algo más que valentía. No quiero ni locos, ni suicidas, ni desesperados, ni gladiadores, yo quiero ver toreros que sepan como dominar a un toro con el capote y la muleta.

Orgulloso estará el señor Folque de lo que echó al ruedo de Madrid. Toros que parecían un catálogo de los horrores taurinos, solo a primera vista. Luego al verlos evolucionar la cosa empeoraba ostensiblemente, ostentóreamente, como diría el expresidente de uno de los líderes actuales de la liga de las estrellas. El primero justito de presencia, empujó de lado y luego le valió con un picotazo y las banderillas que le hicieron revolverse de dolor; con un pitón izquierdo para no perdérselo de vista, pues más parecía la llave a la enfermería, que se pasaban de unos a otros los toros portugueses. El segundo de una lámina preciosa para ser una cabra, no tanto para toro de lidia, entraba a los capotes como lo hacen los mulos a la alfalfa, empujó sin codicia alguna en el caballo e incluso se arrancó con cierta alegría en la segunda vara, desde media distancia. La misma desde la que acudió a la muleta al inicio de la faena, pero ya con mucha menos galanura; era el prólogo de un último acto, en el que al animal le tocó el papel de zombi, o sea, de muerto viviente, para que se me entienda, pero con las fuerzas suficientes y malas entrañas de enganchar a su matador y buscarle cuando este estaba en la arena a su merced. El tercero, un novillo casi toro, pero novillo, despreciaba los capotes que le ofrecían, se volvía al revés, fue al caballo sin pararse, para derribar en esa primera cita. Para la vez siguiente, como ya se lo sabía, le intentaban poner en suerte, pero entre que ya no estaba para caballos y entre que los de a pie no eran capaces de quitárselo de encima con un remate, tardó un mundo en volver al peto, que fue el que pagó la cuenta de su mansedumbre. Mientras le tapaban la salida corneó y corneó la guata, o sucedáneo. Un toro complicado, haciendo hilo y con mucho que torear, cruzándose mucho en las embestidas, parándose, una joya. Al cuarto no se le vio en el caballo, pues las dos veces le metieron debajo del peto, empujaba fijo de lado, con el pitón izquierdo, que parecía el que tenía más entrenado para soltar tarascadas, convirtiendo el segundo tercio en un continuo ay. Esperaba a los de los palos, se dolía de los arpones. Podía estar dispuesto para muchas cosas, pero no para que se parara nadie a pegarle pases. Un derrote escalofriante que el matador esquivó como pudo. Otra prenda del afamado ganadero portugués. El quinto era otra cabra, pero vaya cuernos, que no es que me queje yo del tamaño, pero si la cosa va en armonía, cuerpo, cabeza, edad, peso, casi es mejor, porque entonces podremos hablar de trapío, que no es ni muchos cuernos, ni mucho peso, ni muy grandón, el trapío es algo más serio que eso. Pues como decía, el quinto ya salió escarbando, fue al caballo al relance y se quedó parado en el peto, sin hacer intención de nada. En la segunda vara se le metió debajo del caballo, sin tan siquiera señalar el puyazo. No paraba de perder las manos, pero a pesar de todo le quedaban fuerzas para defenderse con mucho peligro y amparándose en las tablas. En la muleta se comía al matador por el pitón derecho, sin meter la cara abajo y revolviéndose muy rápido buscando que se quedaba por allí que pudiera interesarle para ensartarle con esas dos lanzas que le nacían de las sienes. El último siguió la línea marcada por sus primos, porque con lo distintos que eran los seis, no podían ser hermanos, si acaso primos y muy lejanos. En lo único que se les podía sacar parecido es en el aspecto anovillado de la mayoría de los Palha. Recibió dos picotazos de los dos caballos cuando asomaban al ruedo, coincidiendo con la gira que el toro había emprendido por el ruedo. Bien sujeto en la primera vara, aguantando el incesante cabeceo del animal para quitarse aquello que le molestaba en el morrillo. El segundo encuentro fue más liviano y se limitó a un picotazo, antes de salirse suelto de la suerte. En el último acto acusó el defecto de acostarse mucho por el pitón derecho, lo que dificultó la labor de su matador. Fue el último de la vacada portuguesa que se reafirmó en el mal estado que viene demostrando desde hace años, manteniéndose muy lejos de aquella corrida que nos emocionó a todos y que sirvió para que el señor Folque sacara pecho, demasiado diría yo, cuando quería enseñar a todo el mundo a criar toros. Pues ahora bien le vendría ponerse al día e intentar levantar este hierro.

Sobre los tres matadores, Robleño, Castaño y Alberto Aguilar, a ver como digo yo como fue su actuación ni herir sensibilidades, especialmente la de los amantes de los gladiadores de luces. Realmente demostraron no saber lidiar, no saber colocarse o si lo sabían, no lo practicaban y sea el tipo de toro que sea, pretenden hacer siempre su faena a base de derechazos y naturales, sin importarles si están toreando, si solo dan trapazos al aire y si están pudiendo al toro. De acuerdo que habrá quien me diga que los hay que mandan en el escalafón y que todavía tienes más limitaciones que estos, lo cual es una realidad más que evidente, como también otros opinarán que qué pintan aquí ahora las figuritas y su corte celestial; pues también es verdad, pues ahora estamos hablando de toreros de verdad y aquellos…

Fernando Robleño, que abría el cartel, venía precedido de importantes triunfos conseguidos esta temporada ante compromisos muy serios. Pero el madrileño no tuvo su día; mal en la lidia, descuidando ponerlos correctamente en suerte en el caballo y quedándose deambulando por las proximidades como un bulto sospechoso. En el primero se empeñó en pegar pases, a pesar del toro, que estaba por la fiesta. Abusó del pico, se destapó en alguno de pecho y al final el toro acabó atropellándole la muleta. En el que hacía cuarto sí que le recogió bien para recibir a un toro que se revolvía muy rápido, pero luego no tuvo reparos en tirar al toro contra el caballo, ni en meterlo debajo del peto, quedándose de nuevo a estorbar. Con la muleta volvió a lo de pegar pases y tuvo que ver como la perlita de Palha le tiró un viaje malintencionado para que se decidiera a machetearle tímidamente, invirtiendo el orden lógico que exigía el toro. Primero darle por bajo hasta que se le endulzara el carácter y después, si le quedaba resuello al toro, ver si admitía algún derechazo o algún natural.

Javier Castaño se ha investido en los últimos tiempos como el paradigma del lidiador, aunque en Madrid no hemos todavía podido verle plenamente en esa faceta. Al segundo de la corrida le empezó a torear con pases por alto con los pies juntos y uno del desprecio, que siempre suele ser muy jaleado por los más sensibles, vaya o no vaya toreado el animal. Se puso pesado, metiendo el pico y queriendo que el marmolillo se moviera, pero ya no era posible. Se tiro a matar y resultó enganchado, protagonizando unos momentos dramáticos, en los que el toro volvía una y otra vez sobre el torero, con la certeza de tener la presa segura. Y si este no tenía nada, el quinto aún menos, un manso instalado del tercio hacia adentro, que se defendía. Por el lado derecho se comía al torero, que con muchas dudas se limitó a pasarle sacando el culo y con muchas precauciones. Pero lo más destacado, quizás de la temporada, y que fue claro reflejo de lo que era el Palha, lo evidenció David Adalid, un torero de una pieza. No había forma de sacar el toro entablerado en terrenos del 6 y 7, capotazos y más capotazos, hasta que apareció el banderillero y apartó de allí a todo el mundo. Al hilo de las tablas de le le encaró con majeza y galanura de modo desafiante. Uno esperando y el otro a conquistar la plaza. Le citó, el toro se arrancó, Adalid tuvo que aplicarse a modo para poder ganarle la cara y, por el pitón derecho cuadrando y clavando reunido en la cara, aguantó que el toro le tocara el “bordao”,  y sin inmutarse, con el hocico en la cara, se apoyó en los palos y salió de la suerte limpiamente. Puede que sea “el par” desde hace muchos años para acá. La plaza retumbó en un estallido de emoción, dejando escapar la tensión acumulada en un rotundo olé. Aquí no había lugar para “bienes”, ni otras mangachuchas del toreo moderno. A un par con el corazón, le respondió el corazón. Un segundo par en las mismas condiciones, la gente expectante, lo anterior era ciertamente insuperable, pero señores, esto es el toreo. Se cuadró igual, atacó el par igual, pero el toro ya se sabía el truco y se le defendió aún más. No clavó tan reunido, pero volvió a echar la moneda de la vida al aire; y ganó. La plaza era una locura, pero de las de antes, no la de los claveleros felices por contarle las orejas al vecino. Pero ¿qué queda de la plaza de Madrid? Su degradación no se ve solo en la concesión de orejas, en la benevolencia de los públicos modernos, también se ve en la racanerí a de no empujar al banderillero a dar la vuelta al ruedo, por ese tercio de banderillas era para haberse pasado a recoger las felicitaciones de toda la concurrencia.

Alberto Aguilar probó a torear a sus toros por uno y por otro lado, en el primero aguantando que cortaba por el derecho, que se le paraba por el izquierdo, en el sexto, tras unos naturales muy peleados, pasó a meter el pico y a pegarse mil carreras para recolocarse, muy valiente, pero muy vulgar, tirando de arrimón en el tercero y de querer sacar pases de uno en uno en el sexto; pero parece ser que nunca se le pasó por la cabeza lo de torearle por bajo, con poder y quebrando al toro para poder entrar a matar. Un valor absurdo y poco fructífero, que demuestra que está dispuesto a dejarse coger, pero esto no es así, esto sí que es verdad que tiene muchos riesgos que el torero debe asumir, pero hay que minimizarlos todo lo posible a fuerza de conocimientos del toro, de su lidia, de los terrenos y si se puede, con arte. Esto no es la lotería, que si el toro quiere te coge, y si no, no. El toreo es David Adalid, que vio el peligro, lo asumió, pensó en torero y con valor y saber, como decía Corrochano que debían ser los buenos banderilleros, encontró toro en todos los terrenos, hasta en los de la fortaleza de un Barrabás que quería cobrarse la pieza de un torero, que no de un gladiador.

domingo, 7 de octubre de 2012

Tarde de confirmaciones

Y si quieren toros para torear, ¿por qué no los aprovechan?


Que nadie se confunda, ni hubo ningún toricantano que se pasara por Madrid para confirmar su condición de matador de toros, ni el señor obispo de Madrid- Alcalá se puso a dar bofetones a diestro y siniestro para que los asistentes se acordaran de él. La cosa viene porque todos los protagonistas de la tercera de la feria de Otoño tenían algo qué decir para dejar clara su posición en esto de la Fiesta.

Los de Valdefresno confirmaron que pueden criar un toro para el triunfo de verdad, pero también deben mejorar en cuanto a las fuerzas del ganado, un pelín más de casta para que no sean tan excesivamente nobles, en ocasiones casi rayanos en la bobonería, y con unas gotitas extras de bravura. Para que nos vamos a engañar, el 150% de los que fueron a Las Ventas esperaba una debacle ganadera al uso de la Tauromaquia 2.0, con algún punto que los diferenciara de los bodegueros, pero nunca lo que salió por los toriles. El primero distraído y buscando las tablas constantemente, hasta que al final encontró los terrenos de chiqueros, parecía que empujaba en el caballo, aunque sin fuerzas y mientras el de arriba hacía que hacía, sin hacer. En la segunda vara casi ni estrenaron el palo mientras le tapaban la salida. Luego aguantaba dos pases y se iba, tres sin entregarse y hasta que no llegó a toriles no paró. El segundo fue tratado con todo el cariño del mundo, ni le picaron, ni le lidiaron y en compensación se hartó a embestir en la faena de muleta, sin pegar ni un derrote para asustar. El tercero, con una arboladura digna de un bergantín, tras desmontar limpiamente al pica en el primer encuentro, en la segunda la tomó con el peto y lo frió a cornadas. Otro que casi no dejó que le quitaran el capuchón a la puya, pero que iba como un bendito detrás de los trapos. El cuarto, escurridito él, echó la cara arriba en la primera vara, en la que echó por tierra a caballero y caballo. Segundo puyazo trasero y el jinete queriendo vengar la afrenta del porrazo. Costó sacarle del peto, se le coleó, se le metieron capotes por delante y por detrás, pero no había manera, eso sí que es un flechazo. Pronto a los cites desde lejos, se paró a medida que se le ahogaba la embestida. El quinto un inválido al que casi ni se picó, corneaba el peto y tenía que estar más pendiente de mantenerse en pie que de plantar cara a sus oponentes y curiosamente al darle distancia se le quitaron todos los males. El toro media mejor y aguantaba en pie buscando la muleta e incluso se le olvidó un ligero calamocheo que molestaba cuando se le citaba desde cerquita. Y el último fue mal lidiado, mal picado, dejando que correteara por el ruedo y ahogando las embestidas en el último tercio.

Sergio Aguilar confirmó que es un torero que quiere ser puro, pero también que no mide demasiado bien las faenas y el sentido de la oportunidad. En su primero intentó hacerle las cosas bien, a pesar de que el de Valdefresno se quería marchar constantemente. Con la muleta intentó torearle hacia fuera, luego lo cerró, quiso ver si empezando en el tercio paralelo a las tablas, el toro se desorientaba y admitía más de un pase; llegó a tragarse tres seguidos. Pero al final tuvo que marcharse a toriles, donde toreó con naturales muy peleados. Quizás las tandas deberían haber sido más cortas y acto seguido entrar a matar a favor de querencia. Pero se empeño en seguir dando pases, lo que espantó al toro y propició es imagen nada torera de ir detrás del animal. Estocada valiosa, aunque perpendicular, en la que el toro ni se movió. En su segundo se perdió un tanto en la lidia y con la muleta, aunque el toro se venía bien de lejos y seguía las telas, se empeñó en acortar distancias; el toro más incómodo que de lejos no le ayudaba  y él se limitó a abusar del pico y a pegarse una carrerita después de cada pase, para recuperar la posición.

Iván Fandiño, uno de los toreros que más expectación ha despertado en esta temporada que se va, confirmó que tiene valor y entrega, con mucha ambición, pero poquito más. Más acelerado que un camarero a las dos de la tarde, parecía que tenía que llegar a los mil pases en una corrida. Mantazos con el capote en su primero, un inicio de faena por delante y por detrás con la inspiración confundida, por no decir que sin criterio, para seguir con naturales sin mando y en ocasiones hasta metiendo el pico. Eléctrico y ventajista, por momentos chabacano, pico con la diestra y una serie de derechazos empalmados, que no ligados, que entusiasmaron a parte del público, haciendo brotar los ¡bieeeeejn! desordenados, como los cánticos de las ranas. No le mandó jamás, pero a pesar de todo el animal seguía embistiendo con toda la nobleza imaginable. En el quinto continuó con esa serie de descargas que se traducían en un toreo acelerado y espasmódico, que no le permitía ni poner el toro en suerte con un mínimo de cuidado. Comenzó la faena de muleta con trallazos varios, pero afortunadamente y con mucha vista por su parte, vio que el inválido se venía de lejos y aunque prosiguió co esa tormenta eléctrica, hay que agradecerle y reconocerle ese mérito de citar de una punta a otra de la plaza. Ya digo que a este torero le sobra corazón, por momentos cabeza, pero en lo del temple y el arte de torear, ahí es lo que es y punto. Sin en su primero le dieron una orejita, siguiendo ese baremo, en este le deberían haber dado otra, pero tanto la primera, como la no concedida, era un exceso que Madrid no se podía permitir.

Y la última confirmación fue la de David Mora. Qué gran torero vieron muchos en él y que mal pegapases vieron unos pocos. Siempre parecía estar haciendo equilibrios sobre esa raya que separa lo clásico y la verdad de lo vulgar y moderno, pero ya ha dejado claro que él es carne de G-10, que esa es su aspiración y que de ahí no le mueve nadie. Si por él hubiera sido, habría dimitido de los dos primeros tercios, inútiles, molestos y pesados, porque lo “güeno” de verdad es la muleta. Pero si con la muleta nos limitamos a meter el pico, estirar el brazo y a retorcernos, pues… Tandas de trallazos destemplados sin mando, ni dominio, cerradas con airosos banderazos. Y en ocasiones, como en el sexto, olvidándose de las demandas del toro y ahogándole las embestidas, mientras se empeñaba en querer pegarse un arrimón innecesario, inadecuado y fuera de lugar. Con el capote lo mismo pegaba unas chicuelitas apartándose, que galleaba a la carrera, que no al paso, que se amaneraba con un contorsionismo grotesco para intentar llevar el toro al caballo.

Y el aficionado también pudo confirmar que basta que ponga los ojos en una ilusión, sea negra y con cuernos o de luces y con medias rosas, que ya vendrán los fantasmas de la modernidad para engullirlas y vomitarlas cubiertas de sosería y vulgaridad.

sábado, 6 de octubre de 2012

Tanta paz como tranquilidad deja

El Boni asomándose al balcón, para desgracia de las macetas que alegraban  el panorama



Al final se ha podido despedir El Fundi de Madrid con algo más de decoro que si aquella tarde del aguacero hubiera sido la última en Madrid. Que no es que yo sea un fiel de este torero, y no me quiero repetir, que resulta que hace no mucho me enteré que era un maestro, pero un servidor, humildemente y seguro que equivocado, nunca lo vi como tal ni antes, ni ahora. Nadie le puede discutir su entrega, su honradez y las ganas de satisfacer al público, pero de ahí a convertirle en maestro, creo que hay un trecho muy grande. Los hay que alababan sus dotes lidiadoras, pero eso tampoco lo llegué a ver. Sí es verdad que se ha tenido que enfrentar con un toro que las Figueras no saben ni que existe, que nunca ha vuelto la cara a compromisos duros, pero su lidia casi se ceñía a aguantar allí delante, a unas facultades tremendas y a ese pundonor que le hacía ir para adelante. Pero como muchos otros ha abusado del pico, de parear a toro pasado, de no pararse quieto y en ocasiones hasta ha pecado de ratonerillo, pero eso sí y lo repito, siempre con el toro delante. Si nos pusiéramos a elaborar un listado de ganaderías que ha matado solo en Madrid, horrorizaría a más de uno, de dos, de diez y de muchos más, esos que dicen que no quieren tragedias.

Pero claro, si empezamos por el ganado, los chicos de El Puerto de San Lorenzo no han estado por la labor de permitir que nadie triunfara; bueno sí, el segundo de la tarde, pero El Cid no se ha enterado. El primero a la primera huída del caballo como alma que lleva el diablo, ya dejó claro que bravo no era, más bien un manso de cuidado. Ese segundo que valió para la muleta, salió frenándose en los capotes y yéndose suelto del caballo, donde tampoco se le castigó demasiado, como a toda la corrida. A alguno que otro les regañaron los de a caballo, que esa es otra, que poquita afición, que mal torean a caballo, que mal pican y que mal miden el castigo. El tercero un inválido que no se tenía en pie, aunque el señor presidente no lo vio; por favor no permitan que se lleven la consola al palco, que si estamos más pendientes de hacer record que de lo que pasa en la arena, igual se nos pasa algún inválido que otro. El animalito quería seguir los engaños, pero era tan flojito, que casi no los podía seguir ni con la mirada. El cuarto, mal lidiado, poco picado, pero nada más, el hombre deambulaba por allí pidiendo un poco de orden en aquel disloque de plaza. Si hacemos caso a los ademanes de El Fundi, podríamos pensar que era un Barrabás, pero ni mucho menos, quizás tenía bastante más de bobón que de otra cosa. El quinto hasta tuvo el detalle de ir bien a la segunda vara, pero más parecía que en lugar de empujar se apoyaba en el peto para no caerse de morros. El sexto casi derriba al piquero, lo que habría podido hacer creer a alguien que era bravo, obviando eso de empujar de lado y con la cara alta, pero los respingos al notar por primera vez el palo delataron su condición.

De los señores matadores, pues poco se puede decir y bueno, menos aún. El Fundi estuve bastante desdibujado, inseguro, con demasiada precaución, sin llevar la lidia correctamente y haciendo muy pocos esfuerzos por acoplarse en la muleta. Sería el peso de la tarde, sería la falta de sitio por circunstancias ajenas a lo que pasaba en el ruedo, el caso es que se limitó a pasar el trámite, arropado por una plaza que desde el primer momento estuvo entregada al de Fuenla, el pueblo donde dicen “Pesi”.

El Cid fue el que más aparentó de toda la tarde. Incluso en su primero, el mansito aquel al que se le podía torear con la muleta, pegó naturales, derechazos, de pecho, trincherillas, pero todo a un distancia poco recomendable, una distancia entre toro y torero por la que podían pasar las vías del AVE cómodamente. Mucho pico, exagerado con la izquierda, aquella mano buena de hace años, retrasando la pierna de salida y sin mando ninguno, solo acompañando la embestida del animal. Es lo que tiene la Tauromaquia 2.0, que cuando te abduce ya no puedes librarte del fatal encantamiento. Algunos miraban al sevillano y dudaban si era el mismo que hace años les volvió locos cónsul toreo al natural. Y sí, es la misma persona, pero no es el mismo torero; este es otro Cid que vive muy lejos de lo que es el toreo puro de verdad.

Daniel Luque a veces parece que pone todo de su parte para que la gente no entienda el por qué de su inclusión en ciertos carteles y que como toda explicación lógica se piense que se le contrata gracias a su apoderado, don Simón. Un esbozo de verónicas, un quite muy oportuno en el quinto de la tarde y pare usted de contar. Mucha modernidad, mucha vulgaridad, repertorio de plaza de tercera y no solo se atrevía a dialogar con los tendidos pidiendo calma a los que se impacientan por alargar demasiado la faena, sino que encima se demoró hasta ofender, dando pases y más pases sin sentido. Y poco más ha dado de si la tarde, la ovación de despedida para El Fundi y una tarde en la que hemos comido pipas, resuelto sudokus, nos hemos echado unas risas con los habituales, hemos planeado como sacar al país de la crisis, se ha hablado de fútbol, y a veces se miraba al ruedo para comprobar que allí seguían unos señores pegando trapazos al aire y unos animales que a veces bastante tenían con mantenerse en pie. Y al final, lo que todos sabíamos desde mayo, que El Fundi se va. Pues que lleve tanta paz como tranquilidad deja.

viernes, 5 de octubre de 2012

Estalló el Otoño



El primer tercio vive entre las sombras
 ¡Señoras y señores! ¡Damas y caballeros! Ha estallado la Feria de Otoño y hasta el momento solo contamos que ha reivindicado este hecho un grupo antitaurino autodenominado Taurodelta. Parece ser que dicho grupo pretendió infiltrarse en el mundo de los toros tomando la apariencia de una empresa organizadora de festejos, contratando los toros y toreros con categoría suficiente como para verse anunciados en la plaza de Madrid. Todo nos indica que ejecutan sus acciones antitaurinas dándoles la apariencia de acontecimientos celebrados años atrás en esta plaza. En Otoño se contrataban toros del gusto de Madrid y toreros que interesaban a la afición venteña; pero ahora parece que estos se han evaporado y se han convertido en una molesta presencia fantasmagórica a la que no se debe tener en cuenta.


Y estalló la Feria con los petardos que mandaron los hermanos Lozano, que parece que tuvieron que buscar y rebuscar por los cajones para montarse ellos solitos otra novillada concurso. Cada novillo era de su padre y de su madre, uno pobre de cabeza, otro pobrísimo, otro gordo, otro una raspa, otro un galgo, un mulo, pero todos mansos y descastados, pareciendo algunos más bien animales de tiro, no se usar y tirar, sino de los que se ponen delante de los carros. Ni la merienda y la bota podían convertir en ilusión aquella nefasta realidad. Y anda que no estaba bien preparada la traca. Ganado prototipo de la Tauromaquia 2.0, que incluso por momentos se permite el lujo de parecer algo más serio que los toros bodegueros, poniendo delante a tres novilleros en teoría triunfadores del escalafón en la plaza de Madrid, pero si en los dos primeros, Gómez del Pilar y Gerpe, ya hubo dudas sobre la valía de los trofeos, en esta última actuación en el foro no han dejado dudas, son unos pegapases. Lo de Caballero es otra cosa, aunque puede seguir el mismo camino que sus compañeros.

Los de Alcurrucén y el Cortijillo, aunque muy mal lidiados y peor picados, sin ponerlos en su sitio, con puñaladas traseras o detrás de las orejas y tapándoles siempre la salida, no dudaron en liarse a cabezazos con el peto, ni a pegar unos brincos de horror al notar el palo, ni a buscar la calidez de los terrenos más próximos a toriles. De eso de humillar y meter la cara abajo o de seguir medianamente bien los engaños, ni hablamos. Hasta coces soltó alguno de ellos, para ver si los señores miembros de posibles jurados que tengan que dar posibles premios al toro más bravo de la feria tomen nota y no vuelvan a hacer el ridículo que hicieron después de San Isidro.

Los jóvenes toreros venían con cierto halo de santidad taurina, avalada por haber obtenido las sagradas reliquias auriculares de alguno de sus novillos, en actuaciones pasadas. Si en mayo Gómez del Pilar parecía un pegapases o aspirante a pegapases, ahora en octubre y con un bochorno más propio del mes de julio, ya ha dejado de ser un aspirante, ya es un pegapases consumado, soso, aburrido, con un desconocimiento absoluto de la lidia, de la colocación y del saber estar. Su declaración de intenciones parecía que era la de un torero decidido y con ganas de salir triunfador, pero claro, esto se reduce a dos portagayolas, pues la cosa queda más en inconsciencia que en valentía, porque el no intentar poner el toro en suerte en el primer tercio y el abuso del pico y de esconder la pierna de salida, no dice demasiado en su favor. De la suerte suprema hagamos como que no existió, pensemos que estuvimos en Quito o Lisboa, así al menos no tendremos que decir que buscaba el morrillo dándose un garbeo por los bares de la zona.
Luis Gerpe, a quien el paisanaje elevó a las alturas de la torería mundial al concederle una orejita este verano, devolvió con creces aquel injusto premio y todos los que pueda obtener de aquí hasta el día en que le dé por querer torear de verdad y dejarse en el metro el manual de toreo vulgar y provinciano, junto con el de la Tauromquia 2.0. Y ¿cómo no? otro que desprecia entrar a matar por derecho en todo lo alto. Pero bueno, se esperaba que este mal sabor de boca nos lo quitara Gonzalo Caballero, un novillero que asombró en sus dos primeras novilladas picadas en Sevilla y Madrid, con un valor seco y al menos poniéndose, incluso aunque se le viera a la legua el verdor de su bisoñez. Pero es aprender un poquito y ¡catapum! Prende la mecha y estalla el petardo. Fue el más destacado de los tres, pero ni mucho menos se puede considerar su actuación ni como aceptable. Unos estatuarios a su segundo y esa facilidad que ha desarrollado en el pase de pecho, queriéndoselo sacar por la hombrera, pero realmente, uno prefería al torero ignorante y mediatizado pero lleno de naturalidad e instinto torero que tanta modernidad junta. Pero si alguien está ansioso por contemplar a los maestros del toreo moderno, que no se pierda ni los del puerto, ni los de Valdefresno, porque nos vamos a hinchar. Y a ver si somos capaces de ir apagando las llamas de tanto petardo de este verano.

lunes, 1 de octubre de 2012

And the winner is… El desierto

Quizás mi amigo torero debería haber estado en el ruedo y no a mi lado. Yo lo prefiero así, aunque seguro que al menos habría sabido defenderse con dignidad de las embestidas de los novillos. Va por mi amigo, el torero, a quién tanto aprecio.


Para que luego digan que el mundo del toro no se preocupa del medio ambiente; organizan una novillada concurso y el premio se lo dan a ese espacio tan bello como inhóspito. Eso es sensibilidad, aunque si lo que conmovió al jurado era precisamente eso, lo inhóspito, quizá hicieron méritos suficientes los que se presentaron en la plaza cargados de ilusión esperando ver renacer el toro y su lidia. Pero la cosa estaba complicada y me voy a poner hasta benévolo. En conjunto los seis novillos que peleaban contra el Sáhara, el desierto, cumplían sin más en cuanto a presentación para una novillada de esas nocturnas a las seis de la tarde con que de cuando en cuando nos obsequia la empresa de Madrid. El de Partido de Resina defraudaba algo por su cómoda cabecita y el de Coquilla de Sánchez Arjona por un volumen y presencia que algunos no esperábamos, incluido su matador, al que le contó un amigo que los Coquillas no venían a Madrid por chicos; qué simpático el amigo.

El antes Pablo Romero, ahora Partido de Resina, flojeó y aunque se arrancó con cierta alegría, pero sin entusiasmo, había que tratarlo con mimo. Se le pegó en la primera vara, sin saña; la segunda, desde más lejos, desde el ojo de la cerradura pintada en la arena, fue un picotazo del que escapó al primer capotazo que le ofrecieron; en la tercera le colocaron en la boca de riego, pero el animalito se fue él solito a buscar su sitio, justo el punto desde el que se arrancó en el anterior encuentro. En banderillas se quedó parado y echando la cara arriba, defecto que su matador no hizo por corregirle, bastante tenía Miguelín con no parar quieto, como para pedirle gollerías. Mantazos, carreras para corregir con las piernas lo que no lograba con la muleta. Destemplado y aburrido, siempre con la diestra sin tan siquiera probar a ver si el defecto de esperar por el izquierdo se le había pasado; mató de una estocada tendida a toro levantado. Le tocaron la música los timbaleros, pero para anunciarle un generoso aviso desde el palco y concluyó con un descabello retardado, de esos que le tocan al toro, pero no con el acierto que se espera para que el animal doble inmediatamente.

El segundo para premio fue de El Jaral de la Mira, un nombre que a uno le evocaba una época con mucho sobrero con este hierro. El matador Raúl Rivera, que a pesar del apellido, ilustre en México y en todo el mundo que recuerde a la dinastía así apellidada, recordaba en sus formas al más populachero y vulgar pegapases que animan las ferias del mundo, para alboroto de las masas que van de merienda. Soberbios mantazos de recibo, orgullo de toda madre que pide al hijo que le airee el ajuar después del invierno. Más infamia capotera para dejar el toro en suerte, sin lograr el matador quitárselo de encima, eso se llama tener recursos ¿no? Al notar el palo, trasero, el del Jaral cabeceó el peto como una devanadera, empujando de medio lado. En el segundo encuentro pilló al jinete mirando a la luna y solo le dio tiempo a ofrecer el lado del peto al novillote, quien además de continuar su tarea cabeceadora, buscaba el otro lado del caballo. El espada, que no debía estar en lo que se celebraba, pidió el cambio de tercio, al que el señor presidente hizo oídos sordos. Tardeó y escarbó en el tercer encuentro, para después saber que es taparte la salida. Banderilleó el toledano manteniendo una distancia más que prudencial entre él y los pitones del novillo. Más que asomarse al balcón, le echaba un vistazo a la acera de enfrente. Vulgarote y ventajista con la muleta, con pico, lejanías y recursos de maestro en el arte de la vulgaridad in extremis. Pinchazo perdiendo la muleta, otro más tirando para Manuel Becerra y media que acabó con el del Jaral.

El tercero, de Alonso Moreno, fue descalificado tras bochornoso derrumbe, no pudiendo casi ni girarse, cosa que solo le era posible a base de dar saltitos con los cuartos traseros, pero el recurso le falló a las primeras de cambio y tras  rebozarse de arena venteña, el señor presidente decidió expulsarle de la competición. Fuera de concurso Salió uno de la afamada y reconocidísima ganadería de Cassasola. Alberto Escobar le recibió como merecía tan ilustre hierro, con una soberbia colección de mantazos, mientras el novillo le comía el terreno a bocados. Mil capotazos fueron necesarios para no conseguir poner el toro al caballo, pero tampoco importaba demasiado, como este ya no contaba para el premio, pues hala, se podía aplicar la Tauromaquia 2.0 sin desdoro y con descaro. Le picaron trasero y tapándole la salida en la primera vara, mientras el animal solo se dejaba. Vuelta a ponerlo y ahí ya dijo que se piraba, que le picaran a los del concurso. Se dolió en banderillas, a las que acudía como un mulo con mal estilo. La faena de muleta se limitó a un toreo lejano, inseguro y bisoño de Alberto Escobar, que no mejoró su imagen ni con la espada, pues los pinchazos a la remanguillé no es que estén siempre bien vistos, si al menos fueran dados por una figura, igual hasta se ovacionarían.

En el cuarto volvíamos a vivir la pasión de la competición y a sentir como se nos ponía la carne de gallina; ya empezaba a refrescar, así que había que tirar de una rebequita para sobrellevar mejor aquella tortura. Uno de Cubero- Buendía al que Miguelín recogió con lo mejor de su repertorio, la suerte del mantazo. En la primera vara se mostró muy distraído y como en la segunda, corneó el peto, le taparon la salida y empujaba de lado. Al tercer encuentro ya buscaba la cara oculta del caballo, a ver si allí daban algo más dulce que esos pinchazos en la espalda. Se repitieron las carreras de la faena del matador al primer novillo, el pico y el mal gusto torero. Otra vez será, si llega.

Raúl Rivera se encontró con el de Aurelio Hernando, un jabonero que parecía seguir los engaños, pero al que fueron descomponiendo poco a poco la multitud de nefastos capotazos que recibía en un ruedo que era el prototipo de caos taurino, nadie bien colocado, sin criterio, sin imponer un mínimo de cordura. Una primera vara cabeceando, con la mala fortuna de que se dañara una mano al salir del peto, por lo que tuvo que ser sustituido por otro con el mismo hierro, pero con peores maneras. Salió buscando los terrenos de toriles, en medio de una lluvia de capotazos fue al caballo al relance en las dos varas que recibió. El toledano volvió a coger los palos, en que hora, y demostró con meridiana claridad, que no sirve para parear. Se dolió el de Veragua, a quien se le instrumentó una faena vulgar y desconfiada, muy propia de otros cosos, pero sin sustancia, ni enjundia que alegrara el espíritu de un aficionado al borde de un ataque de nervios. Pero el joven torero, al que el paisanaje y los mandarines pidieron la oreja, solo fue consciente de su fracaso al intentar dar la vuelta al ruedo y notar como muchos no eran partidarios de alargar la tarde para que el joven estirara las piernas por el ruedo.

Acabábamos con uno de Coquilla Sánchez Arjona, quizá el de más presencia de todos, que salió con codicia y con intención de comerse a todo el que anduviera por allí. Mal colocado en el caballo, acabó metiendo la cara en el primer puyazo. En el segundo puyazo fue desde más lejos, pero en el tercero ya dijo que no, que allí hacían pupa. Y no es que el picador estuviera agarrotado, como en los otros dos encuentros, es que después de escarbar, se arrancaba para frenar al metro y medio. Iba pero no iba. Le acercaron más, pero él solito echó la marcha atrás, no fuera a ser que llegara hasta allí el del palo. Al final le lograron picar y al notar de nuevo el palo, no dudó en repucharse. Más vale una vez colorado, que ciento picado, debió pensar el novillo. Se dolió mucho en banderillas y con la muleta, Alberto Escobar debía esperar poder hacerle el toreo al uso, aunque él insistía en la lejanía, en no pararse quieto y en no saber donde colocarse. El animal estaba peligroso y lo que pedía era ser liado por abajo, el notarse vencido, el percibir el poder del de la tela roja, pero nada de eso se le otorgó. Al final del festejo, una vez reunido el jurado de expertos, los “supertacañones” del toreo, la megafonía de la plaza anunció ceremoniosamente que: “And the winner is: El desierto.